Luciérnagas
Enlutadas
© del texto: Alba Pérez Valderas
© diseño de cubierta: Equipo BABIDI–BÚ
© corrección del texto: Equipo BABIDI–BÚ
© de esta edición:
Editorial BABIDI–BÚ, 2021
Fernández de Ribera 32, 2ºD
41005 - Sevilla
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Primera edición: enero, 2021
ISBN: 978-84-18499-49-4
Producción del ePub: booqlab
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Luciérnagas
Alba Pérez Valderas
I La noche se me empapa de opresión. Su relente es un decreto insalvable que hiede a podredumbre de todas mis ideas y abstracciones. Pesa como una ausencia de futuro. Por mi silueta triste asciende ahogándola en soledad; anegando sus estancias implacable, mientras yo contribuyo bajo presión del llanto.
II El caos se perfuma de consuelo; el común infortunio es su fragancia, anestesia fatal y perezosa que funciona a medias. Engaña y apacigua la conciencia, pero nunca del todo. Si te dejas impregnar por su náusea hasta vaciar el confín de tu estómago, se ordenará al completo y olerán tus acciones.
III El tiempo es como un desierto agrietado por la falta de experiencias; reseco como un antiguo duelo que ya ni siquiera puedes llorar. Te golpea desde dentro, como sed sempiterna de muerte u olvido que la acabe de agostar. Así mi oasis se derrumbó inerte y se yergue el olvido, parodia de mi fuente.
IV Tu verdad es como un páramo yermo, macabro e infalible, donde yacen todos sus fénix muertos. A veces tienes quien la vivifique o bien para quien darle nueva vida. Caminos soterrados bajo oportunidades de ceniza acallan impasibles todo oasis. El desencuentro es tumba de tu resurrección.
V Quiero diversificar mi horizonte vital; otorgarle nuevos matices al tapiz incoloro de mi desierto interior sin paisajes. Ansío que vuelva a brillar el mate de mis gestos nevados, paralizados, quietos, desteñidos cual si cupiera todo en una imagen por lo poco que guarda; por lo mucho que esconde.
VI Una leve luciérnaga se pierde por los laxos contornos sin silueta que hacen y deshacen a su antojo cada huella en mi bosque. Revolotea íngrima, sin rumbo fijo ni certezas que dibujar, porque ya le ha arrebatado el azar cada huella en mi bosque. No sé cómo orientarla y ser su brújula. Me perturba su trastorno; su suerte sicalíptica ha difuminado cada huella en mi bosque. Infausta luz, yo estoy tan olvidada de este universo endrino y malhadado como tú, y no puedo ni esbozar una huella en mi bosque.
VII ¿Qué puedo cultivar en esta tierra veneno para todas mis semillas, si el agua que la linda se emponzoña y no tiene remedio? ¿Qué puedo reanimar con esta agua tan sucia y viperina que el azul de todo océano pudre y reseca y no tiene recurso? ¿Qué te puedo ofrendar en este fuego que aniquila presuroso toda entrega, si brisa que lo toca se extermina y no tiene consuelo? ¿Qué te puedo llevar en este aire que convierte en opaca cada imagen con el negro de su muerte corrosiva y no tiene esperanza?
VIII Como clamor de paz es Tu llamada silenciosa; como luz invisible que inocula callada Tu misterio en nuestros corazones. Como corriente mansa es el rumor de Tu voz; como un susurro incoloro que palpita con todos Tus secretos en nuestros corazones. Para cada cual una melodía en Tu orquesta; el más perfecto tono que armoniza y define Tu lenguaje en nuestros corazones. Pero si mi función es el silencio acrisolado y vacuo, sin matices, cómo se empaparán de Tus verdades mis frívolas razones.
IX Te veo en Tus señales, en los guiños con que siembras mi destino y cultivas la lentitud que cercena mi senda con eterna paciencia. Te escucho en el silencio de Tu idioma y en el tiempo que en Tu mano germina para guiar una vez más mi camino con eterna paciencia. Te siento palpitar en el mensaje con que alientas mi vida y la cosechas insuflando sentido a mis andares con eterna paciencia. Siempre estuviste ahí; Te comunicas humilde como el grano de mostaza. Te entrego por respuesta mi destino con eterna confianza.
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XI
XII
XIII
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La noche se me empapa de opresión.
Su relente es un decreto insalvable
que hiede a podredumbre
de todas mis ideas y abstracciones.
Pesa como una ausencia de futuro.
Por mi silueta triste
asciende ahogándola en soledad;
anegando sus estancias implacable,
mientras yo contribuyo
bajo presión del llanto.
El caos se perfuma de consuelo;
el común infortunio es su fragancia,
anestesia fatal
y perezosa que funciona a medias.
Engaña y apacigua la conciencia,
pero nunca del todo.
Si te dejas impregnar por su náusea
hasta vaciar el confín de tu estómago,
se ordenará al completo
y olerán tus acciones.
El tiempo es como un desierto agrietado
por la falta de experiencias; reseco
como un antiguo duelo
que ya ni siquiera puedes llorar.
Te golpea desde dentro, como sed
sempiterna de muerte
u olvido que la acabe de agostar.
Así mi oasis se derrumbó inerte
y se yergue el olvido,
parodia de mi fuente.
Tu verdad es como un páramo yermo,
macabro e infalible, donde yacen
todos sus fénix muertos.
A veces tienes quien la vivifique
o bien para quien darle nueva vida.
Caminos soterrados
bajo oportunidades de ceniza
acallan impasibles todo oasis.
El desencuentro es tumba
de tu resurrección.
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