El primer capítulo delimita la etimología del compuesto “melancolía”
, e investiga además sus primeros antecedentes que se remontan a Homero. En el poeta el adjetivo “negro”
ya posee una acepción doble: significa “oscuro” y también “sombrío”; y el sustantivo “bilis”
indica la “cólera”. Entrado el siglo V a. C. figura por primera vez la idea un “temperamento melancólico”, mediante el verbo
que expresa la noción de un hombre con el “humor negro” o un modo de ser “colérico”. Los orígenes precisos del vocablo melancolía deben rastrearse en primer lugar en el Corpus Hippocraticum (CH), donde se asocia fundamentalmente a un estado anómalo del hombre. A pesar de lo que se acaba de apuntar, la idea de la melancolía en el CH sigue siendo bastante compleja, y se ha realizado una serie de investigaciones para intentar captar su verdadero significado 2 2 Véase bibliografía.
. Ciertamente los tratados más antiguos de la colección hipocrática la consideran como una clase de enfermedad, y a veces conserva el sentido concreto de una coloración patológica de la bilis (Eijk 1990: 33). En segundo lugar, es en el Problema XXX del Pseudo-Aristóteles donde se esboza por primera vez en la historia la idea del “tipo melancólico” o del hombre que es capaz de oscilar entre estados que van desde la depresión a la locura.
Desde la perspectiva del desarrollo histórico del vocablo, el sustantivo melancolía no figura en ninguno de los fragmentos de los presocráticos, lo que evidencia que es un compuesto relativamente tardío. El primer autor que emplea el verbo
es Aristófanes con el sentido de “estar loco”, pero no posee todavía connotaciones ligadas a una enfermedad “mental” o “física”, más bien abarca la idea del hombre “sin juicio” en su manera de conducirse. Luego Platón le otorga al adjetivo “melancólico”
un nuevo uso, pues adopta la acepción de “ignorante” o alguien que es incapaz de aprender.
El segundo capítulo profundiza en el concepto de melancolía en el CH. En los tratados hipocráticos se la concibió como una enfermedad, a diferencia de Aristófanes y Platón. Sin embargo, no se encuentra en ninguna de sus obras una imagen clara y precisa de esta patología, pues únicamente se la describe a partir de ciertos síntomas “mentales” y “físicos” que afectan al hombre que presenta una “inclinación” hacia la melancolía. Ayuda a entender esta falta de definición de la enfermedad el hecho de que en el siglo V a. C. la melancolía era un término semejante al de la “locura”
. En el lenguaje de la psicopatología contemporánea se puede hablar de una especie de “enfermedad de los nervios”, descripción que todavía continúa siendo bastante imprecisa.
La evidencia muestra que en los tratados del CH la melancolía se entiende como un grupo de males variables que afectan al individuo de distinta manera. Aquí se la estudia considerando un esquema que revela la existencia de ciertos hombres que pueden inclinarse a la enfermedad de la melancolía fundamentalmente por tres causas: 1) según su fisiognómica; 2) conforme al humor de la bilis negra; 3) de acuerdo con la estación del año.
En primer lugar, la fisiognómica o conocimiento del carácter del hombre por sus rasgos físicos, confirma la idea de que en el CH se halla un esbozo de la idea del “tipo melancólico” –aunque no se desarrolla plenamente–, que se caracteriza por ciertas cualidades corporales y mentales como: exceso de vello o calvicie, temblor, tartamudez, afonía, manía o depresión, deseo de quitarse la vida, etc. Los síntomas más importantes de la melancolía a nivel existencial son la misantropía, la depresión y, por último, la locura desenfrenada que puede conducir hasta la muerte. En ese sentido la comprensión que tiene la psiquiatría moderna sobre la melancolía no está tan alejada de la antigua, como podría pensarse. De hecho, Dörr (2007: 38) considera que tanto en Hipócrates como en los filósofos de la Grecia clásica la melancolía consistía en una “condición de aquellas personas que sufrían de oscilaciones de ánimo tanto hacia la euforia (manía) como hacia la depresión”. Si bien la observación del psiquiatra en términos generales es correcta, no debe olvidarse que ni en el CH ni en Aristóteles se definió a la melancolía, solamente se describieron sus “síntomas”. En el manual del DSM IV (1995: 323) se relaciona con una psicosis circular o trastorno ciclotímico, esto es, una variación aguda en el ánimo que comprende fases hipomaníacas y depresivas.
En segundo lugar, conforme a la bilis negra, la melancolía es una afección que se distingue –en algunos casos del CH– por el tono negro de la bilis, de modo que posee una raíz humoral. Teóricamente, los melancólicos se vinculan al tipo constitucional en el que impera la bilis negra, sin embargo, no existe ninguna relación causal entre la bilis negra y las perturbaciones psíquicas, lo que desvirtúa la falacia esgrimida desde la Antigüedad de que los melancólicos son perturbados por un exceso de bilis negra. El asunto no es tan simple como se verá más adelante. Además tampoco es pertinente buscar explicaciones causales –similares a las de la psiquiatría moderna que señala, por ejemplo, que los bajos niveles de serotonina en el cerebro pueden dar lugar a trastornos de ansiedad, sueño y depresión–, porque los autores del CH jamás se plantearon el problema desde esa perspectiva, a diferencia del Problema XXX.
Por último, la melancolía también fue explicada en función de la estación del año. Por lo general, se presenta en el período otoñal, fase del año en que los melancólicos tienden a la depresión. En unos pocos ejemplos se vincula a la primavera, ambiente propicio para que se desarrollen estados maníacos en el hombre atrabiliario.
El tercer capítulo examina en primer lugar el concepto de bilis negra en Aristóteles, y en segundo lugar intenta precisar quiénes son los “melancólicos” según su visión. La concepción de la bilis negra en el Estagirita por lo general no es favorable en sus tratados auténticos –no así en el Problema XXX–, ya que constituye básicamente lo que llama un “residuo” o “materia sobrante”. A pesar de esto, cumple una función en la forma de ser del sujeto melancólico, particularmente en algunos de sus tratados éticos y biológicos y, sin duda, en el Problema XXX. Es así que al tornarse fría o cálida afecta el “carácter del hombre”
. Si es fría y se encuentra en abundancia lo más seguro es que aparezca una afección depresiva; en cambio, si está muy caliente y en exceso en el cuerpo se debe esperar la enfermedad de la locura. Otra propiedad de la bilis negra es su cualidad “pneumática” o “ventosa” que influye en el libertinaje del melancólico, puesto que la superabundancia de aire ayuda a la rigidez del pene, al orgasmo y, en definitiva, al goce. Asimismo, dada su condición ventosa, la bilis negra se emparenta con el vino tinto, que también ostenta un aspecto aéreo por la espuma o burbujas que genera al ser movido. De ahí que la índole etérea del vino sea similar a la del melancólico. Una última propiedad del humor negro es su “carencia de mixtura”
, lo que suscita “intemperancia”
en los melancólicos. La falta de mezcla de la bilis negra se expresa igualmente en su esencia mudable o anómala, que repercute en que estos individuos sean “inconstantes”
, justamente porque la potencia de la bilis negra es inestable en la medida que tiene la capacidad de cambiar de un momento a otro en fría o cálida.
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