—¿Ha seguido en contacto con ellos?
—Sí, en contacto muy estrecho y lo agradezco muchísimo.
La denuncia
“Ahí comenzó un proceso muy doloroso, siempre apoyada por mi amigo Rodrigo Polanco”, sigue relatando Marcela Aranda. “Empezaron a emerger otros recuerdos desordenados, muy intensos y que me fueron desgastando cada vez más”.
En noviembre decidió acercarse a Juan Pablo Hermosilla, el abogado que ha acompañado a los tres principales denunciantes del caso Karadima y que es director de la Fundación para la Confianza creada por uno de ellos, José Andrés Murillo. “En varias reuniones, en esta misma oficina, le relaté los abusos (…). Me quebré muchas veces, no es fácil reconstruir los hechos, no solo por la carga emocional, sino porque los recuerdos no emergen linealmente”.
“En conjunto decidimos iniciar una denuncia eclesiástica en la oficina de escucha que monseñor Scicluna dejó en Chile. Nos recibió una de las encargadas, Josefina Martínez, le entregué mi relato escrito y hablamos casi dos horas, ahí quedaron estampados los abusos horrorosos a los que fui sometida por tantos años. A cambio recibí un cariño, una acogida, sentí que ella sentía mi dolor”, recuerda Marcela Aranda de su visita a la psicóloga. Ella es una de los cinco integrantes del Consejo Nacional de Prevención de Abusos y Acompañamiento a las Víctimas —organismo de la Conferencia Episcopal— que el enviado papal y hoy secretario adjunto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Charles Scicluna, designó para acoger y escuchar las denuncias de abuso que él no pudo recibir personalmente, durante la segunda visita que realizó a Chile junto al sacerdote Jordi Bertomeu en junio pasado.
—¿Por qué hizo una denuncia eclesiástica y no recurrió a la justicia civil?
—Me anima buscar verdad y justicia, soy parte de la Iglesia y responsable por ella también. Soy profesora de teología y sigo siendo católica con todas las dudas que me han invadido, las faltas de confianza, la rabia. Obviamente que estos hechos me cuestionan mucho la fe y la confianza. El abuso no destruye una parte de uno, te destruye entero, incluida la fe. Quería que fuera la Iglesia a la que pertenezco la que primero acogiera mi denuncia y tuviera la oportunidad de investigar, transparentar y sancionar estos terribles abusos de que fui objeto.
—¿Ha tenido algún encuentro con la Compañía de Jesús, la congregación a la que perteneció en vida el sacerdote Renato Poblete?
—Es parte del proceso de la oficina de escucha. Mi denuncia inmediatamente gatilla un protocolo que la hace llegar a la congregación a la que perteneció el acusado; en este caso, el jesuita Renato Poblete Barth. En esta misma sala me reuní con el provincial Cristián del Campo y con un miembro de su consejo, porque ellos me pidieron una reunión.
Marcela Aranda no menciona el nombre. Sin embargo, otras fuentes confirmaron a El Mercurio que fue el jesuita Gabriel Roblero, quien acompañó al provincial de la Compañía de Jesús en Chile a la reunión.
—¿Cómo fue esa conversación? El sacerdote Renato Poblete fue una figura pública y muy emblemática para los jesuitas en Chile.
—Fue un buen encuentro. Desde el primer instante que aparecí en la sala, ellos me acogieron, me dijeron que estaban primero conmigo y que ya han iniciado un proceso de investigación que procurará ser lo más acucioso, lo más transparente posible. Aquí no se trata de enjuiciar a un muerto, aquí se trata de que la Compañía de Jesús tiene la oportunidad de revisar qué pasó para que alguien sufriera el abuso que yo sufrí por tantos años y nadie hiciera nada, como si nadie hubiera visto ni oído nada.
—¿Cuál es su objetivo al hacer esta denuncia? ¿Qué espera al iniciar un camino que es largo y difícil?
—En primer lugar, con esta denuncia y al mostrarme públicamente, busco verdad y justicia. Eso es indispensable para mi sanación personal y para que yo pueda empezar a vivir de una manera humana y digna. En este momento, yo solo sobrevivo. Quiero también que otras mujeres puedan hacer un proceso, aunque doloroso y difícil, pero sanador como el mío y se animen a denunciar los abusos recibidos. Y espero que sea una oportunidad única para la Compañía de Jesús después de todo lo que ha pasado en la Iglesia, de poder realizar ellos una investigación transparente, diligente y completa que permita comprender cómo algo tan espantoso pudo ocurrir durante tantos años y, tal vez, pueda seguir ocurriendo en muchas partes aún. Se tienen que asumir todas las responsabilidades que hubo. Por último, de verdad me gustaría que esto ayudara, junto a tantos otros casos, a propiciar una gran corriente de reflexión para que nunca más en la Iglesia y en la sociedad vuelva a ocurrir algo tan horroroso.
—¿Descarta hacer, luego de este proceso, una acción en el ámbito civil?
—No lo he descartado. Lo he pensado, pero primero quiero ver cómo avanza y qué resuelve la investigación eclesial.
—Desde que la Compañía de Jesús informó del inicio de su investigación ha habido reacciones, han hablado otros jesuitas, ¿cómo las ha recibido?
—No leo la prensa, tengo prohibición de mis terapeutas de hacerlo. Tengo solo referencias.
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