No podemos recorrer todas las problemáticas que plantean sus autores, pero veamos algunas: David Le Breton rescata la importancia de la risa como una forma de resistencia, y en otro texto sostiene que se está dando “Una ruptura antropológica importante”; Helmut Dahmer habla de la crisis del coronavirus en Austria y su relación con la xenofobia y el racismo. En este sentido, dice que: “las pandemias de nuestro tiempo son catástrofes sociales camufladas de catástrofes naturales” ; Christophe Dejours desarrolla “La pandemia y la crisis del trabajo”; Eduardo Grüner pone en cuestionamiento la idea de utilizar la palabra “guerra” para definir la lucha contra el virus por ello afirma: “la pandemia se pudo prevenir (por algo se llama SARS-2, puesto que hace menos de dos décadas hubo una SARS-1 es decir, esta es la segunda “guerra mundial”), y si no se hizo es sencillamente porque la prevención, y la investigación que ella hubiera requerido, no era rentable para el capitalismo”; Alejandro Vainer señala la importancia de la música para sostenernos en cuarentena; Juan Carlos Volnovich plantea: “Nos dormimos en un mundo y nos despertamos en otro. Nos despertamos y transitamos una vigilia que es una pesadilla cuyo argumento es la inermidad y el desamparo en estado puro.”; Hernán Scorofitz describe “la psicopatología de la vida cotidiana docente en la UBA virtual” y, para finalizar esta breve reseña, Roberto Mezzina, exdirector de Salud Mental de Trieste-Italia, nos alerta sobre “la necesidad de salvar los servicios y al mismo tiempo repensar la Salud Mental en la era del coronavirus.”
Buenos Aires, en el año de la pandemia, julio de 2020.
Enrique Carpintero (Compilador)
Introducción
La crisis de la pandemia llevó al estallido del espacio llamado posmoderno
Enrique Carpintero*
Vi ante mí un hombre de elevada estatura,
de mirada hosca y dura, de sólidas mandíbulas y
frente huidiza. Me dejé caer, más que bajé, del caballo,
y lo único que sé es que al cabo de unos instantes
estrechaba mis manos entre las suyas mientras lloraba.
Le había abrazado.
Jack London, La peste escarlata
La crisis que trajo la pandemia del Covid-19 llevó a que estallara un mundo que creíamos con posibilidades infinitas donde, incluso, se hablaba de que en pocos años podríamos vencer nuestra finitud. Sin embargo, la muerte nos rodea como una nevada mortal y solo atinamos a defendernos; las metáforas bélicas que algunos gobiernos utilizan contra el virus es un mecanismo de defensa que no tolera la sensación de incertidumbre y miedo de nuestra fragilidad humana.
De un día para otro gran parte de la humanidad volvió a tomar medidas que se utilizaron desde el siglo XIV ante otras pandemias: la cuarentena, zonas restringidas, distancia de seguridad social, usos de mascarillas, lavarse las manos, cierre de fronteras, prohibición de reuniones. Es cierto, el uso del rastreo por celulares, los algoritmos y los estudios computarizados de modelos estadísticos están ayudando en algunos países a disminuir los contagios. Pero con todos los desarrollos tecnológicos y científicos sigue estando la dificultad de crear una vacuna: se vuelve a hablar, como en otras épocas, de la inmunidad de rebaño donde va a morir la población más vulnerable. Estas circunstancias llevaron a la fragmentación del espacio libidinal, imaginario y simbólico que construyó la cultura del capitalismo tardío. Ese espacio donde los procesos de subjetivación están determinados para obtener ganancias y desarrollar un consumismo desenfrenado en busca de la felicidad privada.
El espacio-soporte donde se establecen los lazos afectivos, imaginarios y simbólicos
La cultura consistió en un proceso al servicio del Eros que a lo largo de la historia fue uniendo a la humanidad toda. A este desarrollo se opone como malestar -como plantea Freud-, la pulsión de muerte que actúa en cada sujeto. Es por ello que la cultura permite crear un espacio-soporte intrasubjetivo, intersubjetivo y transubjetivo donde se desarrollan los intercambios libidinales. Este espacio ofrece la posibilidad de que los sujetos se encuentran en comunidades de intereses, en las cuales establecen lazos afectivos, imaginarios y simbólicos que permiten dar cuenta de los conflictos que se producen. Es así como este espacio se convierte en soporte de los efectos de la pulsión de muerte: la violencia destructiva y autodestructiva.
Es aquí donde creo necesario utilizar el concepto de corposubjetividad que alude a un sujeto que constituye su subjetividad desde diferentes cuerpos. El cuerpo orgánico; el cuerpo erógeno; el cuerpo pulsional; el cuerpo social y político; el cuerpo imaginario; el cuerpo simbólico. Cuerpos que a lo largo de la vida componen espacios cuyos anudamientos dan cuenta de los procesos de subjetivación. En este sentido, definimos el cuerpo como el espacio que constituye la subjetividad del sujeto. Por ello, el cuerpo como metáfora de la subjetividad, se dejará aprehender al transformar el espacio real en una extensión del espacio psíquico. Desde aquí hablamos de corposubjetividad donde se establece el anudamiento de tres espacios (psíquico, orgánico y cultural) que tienen leyes específicas al constituirse en aparatos productores de subjetividad: el aparato psíquico, con las leyes del proceso primario y secundario; el aparato orgánico, con las leyes de la físico-química y la anátomo-fisiología; el aparato cultural, con las leyes económicas, políticas y sociales.
De esta manera entendemos que toda producción de subjetividad es corporal en el interior de una determinada organización histórico-social. Es decir, toda subjetividad da cuenta de la singularidad de un sujeto en el interior de un sistema de relaciones de producción que constituye el espacio en el que se dan las relaciones sociales en la que -como dice Spinoza- los cuerpos afectan y son afectados por otros cuerpos en el interior del colectivo social. Por ello cada época histórica establece los valores y los permisos que sostienen al sujeto. Es aquí donde los sectores sociales hegemónicos establecen una organización económica, política y social cuyo objetivo es reproducir el orden social hegemónico. La crisis mundial que ha generado la pandemia llevó a que estallara la relación del sujeto con el espacio-soporte en que se sostienen las condiciones de dominación del capitalismo mundializado. Es decir, con ese espacio que algunos llaman posmoderno.
Pero antes de avanzar en esta perspectiva veamos brevemente tres momentos históricos para describir la relación del sujeto con el espacio donde se realizan los procesos de corposubjetivación.
El medioevo y la peste negra
En el medioevo el espacio era algo que estaba habitado. No había un espacio independiente de los hombres y mujeres que lo habitaban. La mayoría raramente se movía a más de veinte kilómetros. El espacio-soporte era fundamentalmente visual y sensorial y estaba ligado a los vínculos que se establecían dentro de las aldeas y ciudades. Esto se refleja en los mapas de la época donde no hay un mundo separado de esas relaciones, de un mundo creado y regido por Dios cuyo centro era Jerusalén.
En 1348 aparece una misteriosa enfermedad que asola ciudades y pueblos llenando de cadáveres las calles. No era la primera peste que devastaba a Europa, pero esta se dio con una gran intensidad. Llegaba de Oriente y se expandió a través de los puertos de Génova y Venecia. Los signos de la enfermedad eran una gran inflamación de los ganglios linfáticos que comenzaron a llamar “bubones”, palabra que deriva del griego “bubón” que quiere decir, bulto y tumor. De allí que se empezó a denominar la enfermedad como “Peste bubónica” o “Peste negra”. Como se creía que ésta era producto de los olores que había en el aire se intentaba evitar la infección con mascarillas y aislando a la gente. Fue en los Estados Venecianos donde se comenzó a utilizar la palabra “cuarentena” para un período de aislamiento arbitrario de los infectados de 40 días, un número bíblico que nombra los días que pasó Jesucristo en un retiro espiritual en el desierto. Poco podían hacer los médicos en esa época ya que desconocían el origen de la enfermedad que era provocada por el bacilo yersinapestis, una cepa bacteriana que vive en las pulgas de las ratas negras; pero también podía transmitirse de persona a persona a través de microgotas respiratorias o sea que no es posible erradicarla eliminando simplemente a todas las ratas. Lo único que quedaba era ofrecerse a la salvación de Dios y buscar chivos expiatorios entre los que se contaban los judíos a los cuales se los perseguía y mataba en sucesivos pogromos. En pocos años la epidemia diezmó a casi la mitad de la población europea. Con el tiempo se volvió a controlar la situación, pero la población ya no volvería a ser la misma. La sensación de que había un enemigo fuera del espacio-soporte que se habitaba, trajo como consecuencia pensar un mundo lleno de acechanzas y peligros; ya no era un mundo desconocido del que se relataban historias exóticas: era un mundo donde habitaba el mal. Los efectos psicosociales que trajo la peste negra permitió un proceso de transformación de la experiencia del espacio en el medioevo, que se va dando lentamente hasta llegar al Renacimiento, donde comienza a aparecer una nueva dimensión del espacio.
Читать дальше