Quiero agradecer la excepcional ayuda de los jóvenes historiadores de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Matías Torres Rivara y Esteban Vergara Poblete en la elaboración de este libro. Los dos me asistieron en el desarrollo de las cátedras y seminarios de especialidad en Ciencia Política. También extiendo mi agradecimiento a Agustín Squella, Alejandro Foxley, Julio Sau, Fernando Molina y Ernesto Ottone por su aprecio a mi estudio de los temas considerados en este libro. Dicho aprecio no significa necesariamente que ellos compartan todos mis juicios. Un especial reconocimiento debo a Ricardo Ffrench-Davis, por el acucioso examen de los capítulos xv a xviii dedicados al análisis de la oposición al proyecto de reforma tributaria de la Nueva Mayoría en 2014 y los sucesivos intentos por reformarla hasta 2019.
Primera parte
La crisis del capitalismo
I
Conjeturas sobre el futuro del capitalismo
A diferencia de la economía neoclásica y el posmodernismo, los cultores de la macrosociología histórica asumen la discusión del futuro del capitalismo y, reconociendo el legado intelectual de Joseph Schumpeter y Karl Polanyi, priorizan la actuación de un sector de utilidad pública comprometido con la reproducción social de las personas, reconociendo al mismo tiempo el papel del mercado en la provisión de otros bienes y servicios.
Aceptación de la conjetura
Immanuel Wallerstein, Randall Collins, Michael Mann, Georgi Derluguian y Craig Calhoun, coautores del libro Does Capitalism Have a Future?, pronostican que en las próximas décadas o mucho antes, la “Gran Recesión de 2008” se nos revelará como el prólogo de un período caracterizado por sorprendentes shocks e inmensos desafíos. Algunos de ellos nos parecerán nuevos, y otros muy viejos, pero todos traerán consigo dilemas políticos sin precedentes y muy difíciles elecciones políticas que moldearán la vida de los niños y jóvenes de hoy. Todo esto no puede considerarse como necesaria o solamente malo, porque también puede ofrecernos una oportunidad para hacer algo distinto de lo que se ha hecho por las generaciones pasadas1.
Predecir nuevas configuraciones estructurales y sus factores condicionantes a partir de los conocimientos acumulados por la macrosociología histórica es algo que podemos hacer. Es lo que llamamos una prueba contrafactual y lo más cercano a lo que es una prueba experimental, un ejercicio muy distinto de la predicción de acontecimientos específicos, siendo algo completamente difícil o imposible de imaginar2.
Aquí tratamos de pronosticar los cambios venideros basados en el conocimiento acumulado por la macrosociología histórica sobre la evolución de la sociedad humana, especialmente la dinámica de los antiguos imperios y civilizaciones, los orígenes de la sociedad moderna y del capitalismo. La observación de los patrones de desarrollo en el largo plazo muestra que la historia humana se mueve a través de múltiples contradicciones y conflictos, resultantes de la intersección de distintos tipos de estructuras que logran cristalizarse en diversas configuraciones sólo después del transcurso de prolongados períodos de tiempo. Sin embargo, estas estructuras en cuanto realidades históricas no son eternas. Esta visión es compartida por todos los autores mencionados y sus diferencias son presentadas en el capítulo dedicado a cada uno de ellos.
Lo que cabe resaltar ahora es que ninguno sostiene su análisis en una condena o elogio del capitalismo, lo cual no significa afirmar que carezcan de una visión acerca de las características morales y políticas que definirían sus ideales acerca de la sociedad justa y buena3.
Rechazo intelectual y emocional a la conjetura
La predisposición a discutir los mundos futuros posibles y, en especial, las perspectivas del capitalismo choca con la opinión prevaleciente desde el fin de la Guerra Fría en las corrientes posmodernistas y en la economía neoclásica. Para ellas, no vale la pena pensar en los cambios estructurales de largo plazo.
La economía neoclásica basa sus modelos en el supuesto de que el universo social es fundamentalmente inmodificable. La existencia del capitalismo como sistema durante 500 años siempre habría demostrado su capacidad para superar las crisis del pasado mediante las políticas de ajustes y la innovación tecnológica. Esto es, sin embargo, sólo una generalización empírica, porque su renovada existencia secular no constituye la prueba de una vida eterna.
La comparación de la economía neoclásica con la astrología puede ayudarnos a comprender sus limitaciones. Al igual que la astrología, fue establecida como una materia especializada bajo el solo dominio de los expertos, sus consejos son requeridos en todo el mundo y gozan de una alta remuneración porque ambas, astrología y economía neoclásica, tratan de asuntos importantes que despiertan gran ansiedad e incertidumbre. En la astrología, las causas de la incertidumbre eran las sucesiones dinásticas y las guerras. Los economistas neoclásicos tratan de las ansiedades provocadas por las decisiones de inversión, la volatilidad de los mercados y la oposición que generalmente sus recomendaciones de políticas suelen generar en aquellos que deben padecerlas. Ambas funcionan como ideologías y se estructuran conforme al sentido común de las élites dominantes4.
Las distintas orientaciones postmodernistas de la década de los ochenta, surgidas de la frustrada revolución de 1968, la visible crisis del comunismo soviético y el relanzamiento de las ambiciones hegemónicas de los Estados Unidos, también contribuyeron a compartir el mismo supuesto de la existencia permanente del capitalismo, aunque esto no ocurrió sin una gran dosis de desesperanza existencial. “Consecuentemente, el postmodernismo cultural no pudo sostener una voluntad capaz de mirar de frente las verdaderas realidades estructurales”5.
Entre los principales rasgos del modernismo hay que destacar su escepticismo de cualquiera pretensión teórica de gran alcance, o de lo que ellos llamaron las grandes narrativas, celebrando la duda, la ironía, la experiencia vivida, la deconstrucción de las creencias y la interpretación de prácticas culturales minúsculas6. El postmodernismo surgió directamente de la revolución de 1968 y el ingreso a la academia de nuevos grupos de jóvenes. Hay que reconocer que puso en discusión asuntos que eran antes considerados como verdaderos dogmas; en verdad, “agitó aguas estancadas, pero dejándolas enturbiadas”7.
Legado intelectual de Joseph Schumpeter
y Karl Polanyi
Las críticas de la macrosociología histórica a las limitaciones de la economía neoclásica y posmodernismo no desestiman el legado intelectual de Schumpeter sobre el valor del “emprendimiento” en la construcción de una nueva economía. Cabe preguntarse entonces quiénes serán los agentes del emprendimiento y cuál debería ser el principal objeto de su imaginación creadora. ¿Es posible emplear las energías del emprendimiento para conseguir mercados más creativos y menos destructivos? También es necesario tomar en cuenta la idea de Karl Polanyi acerca de los “mercados ficticios”, como la tierra, el dinero y la vida humana, los cuales no deberían ser objeto de transacciones mercantiles. En el siglo xxi, debemos entender en un sentido genérico que “tierra” significa el medio ambiente, “dinero” es financiamiento global y “vida humana”, la internalización de los costos de la reproducción social mediante el financiamiento público, decente y sostenible de la salud, la educación, la vivienda, las pensiones y la seguridad social de todos los ciudadanos8.
Los conceptos de desarrollo económico
y emprendimiento en Schumpeter
En su Teoría del desarrollo económico, publicado en 1911 en alemán, Schumpeter señaló que el simple crecimiento de la economía a causa del crecimiento de la población y la riqueza no debía ser considerado como un proceso de desarrollo puesto que no suponía fenómenos cualitativos nuevos, sino tan sólo procesos de adaptación. Para Schumpeter,
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