Elementosα , elementosβ y elementos sensoriales autistas
En el autismo tratamos con seres atrapados en un mundo casi exclusivamente sensorial-táctil. Evitan las sensaciones distales y también evitan la correlación de estas sensaciones con las proximales: un niño autista que aferra una piedra o un juguete no lo está mirando ni está jugando, la aferra por la sensación táctil que le produce y no hace una correlación entre lo que su tacto le podría informar y la vista de la piedra o del juguete. La función α está alterada por las defensas autistas que producen zonas planas de ausencia, de desconexión, llenadas con las sensaciones y maniobras autistas (como, por ej., chuparse la lengua o como en caso del ejemplo, aferrar un objeto).
Fracaso de la funciónα en el autismo.La función que transforma las impresiones sensoriales en “datos sensorios” y en un segundo ciclo transformacional en “datos psicológicos” fracasa en el autismo, donde en el orden de las sensaciones se produce un privilegio de lo proximal táctil sobre lo distal como una forma de crear una ilusión de no separación corporal. Las sensaciones distales (vista y oído) son las que posibilitan ubicar los objetos en el espacio y demandan más conjeturas. Los elementos b pueden ser transformados en elementos α , que pueden ser usados para pensar, soñar, etcétera. Los elementos sensoriales autistas no son transformables en elementos α , son sensaciones espurias auto-provocadas y cumplen una función opuesta a la de vincular, de establecer contacto. El encapsulamiento aísla una zona plana de vacío autista generado por desconexión. No forma barrera de contacto sino barreras autistas. Los elementos α tienen varios puntos de articulación, los elementos b tienen un solo punto de contacto a través de la identificación proyectiva, los elementos sensoriales autistas son elementos de desconexión que forman las barreras autistas. En el funcionamiento autista, el aprendizaje de la experiencia a través de los elementos α no tiene continuidad porque lo logrado en los momentos de penetración del encapsulamiento se vuelve a aplanar y encapsular y a transformarse de animado en inanimado.
Elemento α
Elemento b
Zona planar autista
Las emociones como vínculos
Las impresiones sensoriales son un vínculo con el mundo externo, con el no-yo y con el propio cuerpo. Las emociones son un vínculo con la realidad interna y con el mundo humano. Son dos sistemas de vínculos. En los funcionamientos autistas nos encontramos con ausencia de vínculos es decir, no-vínculos, experiencias emocionales aplanadas, reducidas a eventos sin significado.
Bion sostuvo que las emociones tienen la función de vincular. En ese sentido describió tres vínculos L (amor), H (odio) y K (conocimiento como curiosidad, como disposición a conocer). El mundo humano es un mundo de significados que están en función de los vínculos emocionales con el sí mismo: amor a sí mismo (L), odio a sí mismo (H) y disposición al conocimiento de sí mismo (K). El mundo humano realiza la transformación de inanimado en animado. Los seres humanos nos nutrimos de significados. El significado está ligado al sentimiento de existir y sentirse real en la medida en que hay una parte del self que siente e interpreta lo que siente. Los fracasos en el desarrollo de estos vínculos perturban también las relaciones con el sí mismo, con los objetos y la disposición al conocimiento.
En el mundo autista fallan todos los vínculos y es notorio el fracaso del vínculo K, de disposición al conocimiento. Los terrores atávicos quedan encerrados y aislados por las barreras autistas y cualquier contacto emocional es evitado. Los objetos y vínculos animados se vuelven inanimados. En la zona autista no hay significado puesto que faltan las emociones y tampoco puede hacerse un aprendizaje por la experiencia emocional. En los funcionamientos psicóticos las emociones son atacadas, fragmentadas, evacuadas. Las fallas en el desarrollo emocional y cognitivo se deben a que las transformaciones se hacen en un medio de des-conocimiento activo (-K) vinculado al Super-superyó, descrito como conciencia moral sin moral que usurpa funciones del yo (Bion, 1962). En los fenómenos autistas lo que se produce no es un ataque ni una fragmentación violenta seguida de evacuación, sino una “no-relación” que puede llegar hasta ese vacío del páramo de no existencia. Nos encontramos con no-vínculos, experiencias emocionales aplanadas, reducidas a eventos sin significado.
La evolución de la conciencia y los vínculos primarios
Una de las características de nuestra especie es la de tener una infancia muy prolongada y dependiente de los cuidados maternos y paternos. Toda mente, en sus primeros pasos, necesita de otra mente para desarrollarse. Este desarrollo ocurre a través del interjuego proyectivo-introyectivo entre el bebé y sus objetos parentales. Ansiedades y sensorialidades primitivas, por medio de la identificación proyectiva, son evacuadas en la mente de la madre que las recibe, significa y transforma en algo tolerable. El bebé recibe de vuelta una parte de su personalidad, que ahora puede asimilar y junto con eso va introyectando la función α. El desarrollo de esta función está asociado al rêverie materno. Un factor del rêverie es la atención de la madre, que funciona como un hilo que reúne las sensaciones y emociones del bebé. En las madres deprimidas esta atención está ausente. Vuelvo a poner el acento sobre el hecho de que los bebés autistas tienen una intolerancia a la conciencia de la separación pezón-lengua, viven la separación corporal como un agujero en su propio cuerpo. Son bebés muy sensibles a los estados emocionales del objeto, sensibilidad que suele asociarse con una madre deprimida y un padre ausente. La madre deprimida, al no estar disponible psicológicamente para el bebé, también está ausente. Estos factores inciden en que la vivencia de separación en los bebés –que evolucionarán hacia funcionamientos autistas– tenga una cualidad terrorífica, como de una ruptura de su propio cuerpo y los lleve a desarrollar sensaciones espurias tranquilizantes que los condenan a la desconexión. María tuvo un destete traumático: su madre, cuya infancia también estuvo marcada por situaciones traumáticas de separación, cuando ella tenía 4 meses no toleraba la ansiedad de no poder medir cuánta leche tomaba María cuando estaba mamando del pecho, de modo que decidió darle mamadera. María se negó por bastante tiempo a aceptarla hasta que finalmente, el apostar a la vida la llevó a tomar la mamadera. Sospecho que se relacionó con la leche como alimento y no con la experiencia emocional del pecho y de mamar. El conflicto en relación a la boca y a la lengua se instaló de modo tal que impidió un destete adecuado y el uso de la boca y la lengua para desarrollar el lenguaje. Hasta los 4 años María no habló, luego del tratamiento con una fonoaudióloga pareció aprender a hablar pero era un lenguaje imitativo y hasta el día de hoy –a los 13 años– se chupa la lengua y se muerde el interior de las mejillas. Su hablar es un hablar imitativo, con el curioso rasgo de que la inteligencia está al servicio de lograr la imitación. F. Tustin (1992) se refiere a un amamantamiento deprimido en el que el par mamá-bebé no tolera situaciones emocionales intensas ni de separación ni de reunión.
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