LAS TEORÍAS SOBRE NACIONALISMOS Y LAS PERSONAS QUE ESTÁN DETRÁS DEL MOVIMIENTO NACIONALISTA VASCO
¿Cuál es la relación entre ETA y el nacionalismo vasco? Ernest Gellner traza una relación entre la existencia de los nacionalismos y la llegada de la modernidad [17]. La sociedad industrial hará de los valores del crecimiento y del progreso sus principales estándares. Para Gellner, el nacionalismo es un principio político que surgió de la división del trabajo y que se basa en cómo el Estado reclama para sí el monopolio de la educación con la intención de preservar un determinado orden social. En resumen, Gellner niega que el nacionalismo tenga que ver con la psicología de las personas o con la naturaleza humana [18]. En la misma línea de pensamiento, John Breuilly recalca que el nacionalismo se basa en el poder y que este se ejerce con la idea de controlar el Estado [19]. Dado que el nacionalismo tiene que ver con «pensar alto» y suele tener una profunda carga de abstracción, Breuilly define este fenómeno como «la política de los intelectuales» [20]. Vemos entonces cómo estos dos pensadores reducen el concepto de nacionalismo a la esfera política y a la lucha por el poder.
La línea de investigación que conecta el surgimiento del nacionalismo con la llegada de la modernidad es útil para explicar las raíces del nacionalismo vasco de posguerra y las personas que estuvieron detrás de él. El grupo rebelde nacionalista ETA nació en 1959, absorbiendo una tradición nacionalista vasca formulada al final del siglo XIX por el intelectual que moldeó la identidad vasca moderna, Sabino Arana (1856-1903). Teniendo en cuenta que en aquella época no existían otros teóricos de su estatura intelectual en el terrerno de la teoría política, los preceptos de Arana se convirtieron en los textos fundadores del nacionalismo vasco. Acercándonos a la teoría del nacionalismo formulada por Gellner, entre los académicos hay cierto acuerdo en señalar a la descomposición del Imperio español y al consiguiente comienzo del proceso de industrialización en los territorios vascos como las condiciones necesarias para que Arana formulase su doctrina [21]. Sin embargo, esta doctrina se basaba en las ideas raciales de Arana sobre los trabajadores del resto de España que emigraban para trabajar en las fábricas vascas y en la glorificación de la era antigua conocida como «la edad de oro de los vascos». Más de un siglo después de que las teorías de Arana fueran formuladas, estas siguen creando controversia dentro de los círculos académicos [22]. El hecho de que ETA incluyó en sus siglas una palabra que Arana literalmente inventó, Euskadi, prueba la presencia que su teoría sigue teniendo dentro de la comunidad nacionalista vasca.
La tradición política de Arana (rechazo de la identidad española y glorificación de la edad de oro de los vascos) es parte de las historias de vida de los narradores que participan en esta investigación. De una manera (la tradición política de sus padres) o de otra (su asunción de la identidad vasca como única y separada de la española), percibí la tradición aranista en el estilo en que estos narradores contaban sus historias de vida durante nuestras entrevistas. Es precisamente esta tradición étnica aranista sobre qué significa «ser vasco» lo que más me separa de estos narradores. ¿Sobre qué condiciones materiales el discurso de Sabino Arana ha conseguido mantener el poder y la relevancia en las sucesivas generaciones de vascos que han existido durante todo este tiempo? Es de hecho Arana quien moldeó la cosmovisión de la identidad vasca y quien nos lo puso (a mí y a una posible audiencia no vasca) más difícil a la hora de tratar de empatizar con el sentimiento histórico de pertenencia de los vascos como una realidad separada del resto de los españoles.
Desde este terreno subjetivo de las emociones, para Hugh Seton-Watson la existencia de los nacionalismos es anterior a la formulación semántica del término durante la edad moderna [23]. Este autor, negando el carácter científico del concepto de nación, concluye que existe cuando «un significante número de personas de una comunidad se consideran a sí mismas una nación o se comportan como si fueran una nación» [24]. En esta línea de análisis, Anthony D. Smith comparte con Seton-Watson el hecho de que la política y las relaciones de poder no son suficientes para entender el fenómeno de nación o los nacionalismos. Para Smith la nación es también un fenómeno cultural, donde los sentimientos, el simbolismo o la lengua de una comunidad desempeñan un papel principal [25]. La nación sería entonces un concepto multidimensional, cargado de subjetividad, que, según Benedict Anderson, traspasa las fronteras ideológicas ya que las dos grandes ideologías de nuestro tiempo, liberalismo y socialismo, jamás lidiaron con la idea de la inmortalidad. Si las naciones se reflejan en sus propios mitos, Anderson concreta que «las comunidades han de ser distinguidas no por su autenticidad o artificialidad, sino por la manera en que ellas mismas son imaginadas» [26]. Esta nueva herramienta antropológica para analizar los nacionalismos, la imaginación, abre la oportunidad de centrarnos en el fenómeno de la nación a través de dos vías. La primera es que para entender la nación hay que ir a las relaciones comunitarias que se dan entre las personas que componen dicha nación. La segunda nos muestra cómo la imaginación nos ayuda a entender los miedos y las fantasías a través de los cuales dicha nación ha sido imaginada.
Mi investigación se basa en parte en este concepto de comunidades imaginadas de Anderson. Sin embargo también trata de explicar el fenómeno del nacionalismo a través del análisis formulado por Hobsbawm. Este autor parte del concepto de nacionalismos creado por Gellner señalando la nación política como unidad primaria. Sin embargo, Hobsbawm le da una aproximación multidimensional al concepto de nación y, en sus términos, sería un error tratar de analizarlo exclusivamente desde la política, la economía o la cultura [27]. ¿Por qué es multidimensional? Porque Hobsbawm entiende que las raíces del significado de nación se encuentran en lo político, pero no simplemente en un sentido teórico de poder, sino en el «pueblo» como comunidad política, surgido al calor de la independencia de Estados Unidos y la Revolución francesa [28]. Continuando con Gellner, Hobsbwam une la existencia de la nación a la modernidad, constatando cómo la memoria popular empieza a ser plasmada a través del Estado y la educación pública. Del mismo modo, medios como la imprenta hacen llegar a las masas el periódico, expandiendo dicha memoria popular. Hobsbawm concluye que a través de estos mecanismos las clases trabajadoras empezaron a identificarse con la nación, y así fue cómo la nación y el Estado convergieron. En este sentido, imaginario, simbolismo y tradiciones serían los elementos en los que una elite intelectual construiría la nación moderna [29]. Según Hobsbawm, ¿cuál es el elemento final con el que se termina de constituir la nación moderna? La aparición de las clases medias, y su concepción del «nacionalismo laico», cohesionando la comunidad dentro del Estado a través de esta «nueva religión».
Mucho tiempo después de su muerte en 1903, la poderosa estructura teórica de Arana continúa siendo representada en la lucha vasca y su éxito (en términos del movimiento político que se desarrolló en las siguientes décadas) puede ser explicado por la voluntad de una pequeña población, rodeada de grandes Estados, que trata de sobrevivir. Esta fue, parafraseando a Hobsbawm, la religión secular desde donde el nacionalismo vasco se fue moldeando durante décadas. En este sentido, el movimiento nacionalista vasco que se desarrolló a la par que la modernización de España se apoya en la teoría de Hobsbawm por la cual los nacionalismos nacen al calor de los procesos de industrialización [30].
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