También debe destacarse la identificación de este movimiento teológico como una nueva religiosidad evangélica o, mejor expresado, “de los evangélicos”, ya que con el evangelio de Jesús tiene poco o nada que ver. Este aspecto muestra la importancia de las expresiones religiosas del culto, el discurso, los ritos y los gestos que resignifican una fe determinada y se corporizan en aspectos de magia presentes en otras expresiones y que los propios fundamentalistas se han ocupado de criticar de modo acerbo y constante. Se cumple, entonces, lo que Jesús dijo de los hipócritas (etimológicamente: actores) que ven la paja en el ojo del prójimo sin advertir que tienen una viga en el propio (Mt 7.3). En otras palabras: estos neofundamentalistas —para usar la nomenclatura de Ocaña— se han ocupado de criticar las procesiones, las romerías y las invocaciones a la virgen María y a los santos, propios de la religiosidad popular católico-romana, pero ahora ellos practican lo mismo bajo otras invocaciones para obtener la ansiada prosperidad. El autor reflexiona sobre el tema de la “pentecostalización” de las iglesias evangélicas y, aunque no define lo que significa ese fenómeno, hace bien en dejarlo planteado como una tarea propia de especialistas que puedan distinguir claramente entre el pentecostalismo histórico o clásico y esta “neopentecostalización” a la cual pareciera han ingresado muchas iglesias que distan de tener un origen en el pentecostalismo original.
En algunos tramos de su exposición, Ocaña apela al humor, como cuando señala que algunos de los líderes de esta teología en Estados Unidos han construido verdaderos imperios económicos a partir de seducir a los incautos con su discurso de la prosperidad. De “evangelistas” han mutado en “evange-listos”. O cuando señala que los neopentecostales consideran como “ataduras espirituales” escuchar la música del dúo Pimpinela o de Camilo Sesto. No dice nada de Madonna o de Shakira, aunque suponemos que también podrían agregarse a la lista de las músicas “mundanas” a las cuales hay que renunciar.
Debemos apreciar el abordaje multidisciplinario que el autor realiza al fenómeno en estudio. No es sólo un análisis bíblico y teológico sino también psicológico y sociológico, apelando a una diversidad de fuentes de autores respetables en esas disciplinas. Esto es sumamente importante porque, en general, los evangélicos se han caracterizado por analizar el fenómeno religioso sólo desde la óptica bíblico-teológica, sin advertir que también debe ser estudiado desde la psicología, la sociología y la fenomenología de la religión.
En síntesis, Los banqueros de Dios, en la segunda edición revisada y ampliada, representa una teología apologética, contextual y valiente. Es, en términos de Paul Tillich, una “teología que responde la situación” no sólo existencial sino también religiosa en que nos encontramos a partir de la instalación de la prosperidad como nuevo eje hermenéutico. Es contextual porque se elabora como respuesta a esa situación concreta y, sobre todo, es valiente debido a que el autor ha superado cualquier tipo de temor para deconstruir el andamiaje conceptual de este falso evangelio cuya popularidad no lo autentica a la luz del testimonio bíblico. Es un “evangelio” que sustituye la gracia de Dios por las obras; es utilitario, consumista e individualista.
Con las más diversas herramientas hermenéuticas procedentes, no sólo de las ciencias teológicas sino también de las sociales, Ocaña Flores ha desenmascarado el falso evangelio de la prosperidad por ser una propuesta que no viene del Dios de la gracia, solidario con los pobres y desclasados, sino una deidad cuyos elegidos son los que apuestan a una lotería celestial para disfrutar en la tierra. Debemos agradecer a este joven teólogo peruano por ofrecernos una obra polémica pero sumamente necesaria en estos tiempos en los que parece que la globalización no sólo es un fenómeno económico y cultural sino también religioso.
Alberto F. Roldán
Argentino, doctor en Teología y máster en Ciencias Sociales y Humanidades
Director de Posgrado del Instituto Teológico (fiet)
Director de la revista Teología y Cultura (www.teologos.com.ar)
Buenos Aires, enero de 2013
Introducción a la segunda edición
Han pasado poco más de diez años desde la primera edición del presente libro. Muchas cosas han sucedido en el escenario latinoamericano, así como muchas experiencias ministeriales han profundizado mi reflexión acerca de la teología de la prosperidad y el neopentecostalismo (o Nueva Reforma Apostólica, como prefieren llamarse hoy).
Por ejemplo, en estos diez años los propugnadores de dicha teología no sólo no han producido una obra seria sino que han continuado en lo mismo, es decir, se han limitado a seguir divulgando una serie de tratados carentes de sólido fundamento bíblico. Hasta daría la impresión de que la biblia les interesa poco, pues la usan como mejor les conviene. En eso no se distinguen de algunas agrupaciones religiosas, como los testigos de Jehová y sus “textos de prueba” 1. La hermenéutica bíblica sigue siendo uno de sus mayores déficits.
Como estos nuevos vientos de doctrina se esparcen rápidamente, la teología de la prosperidad también ha llegado a la Iglesia Católica. Y no me refiero a la prosperidad que exhibe aún con no poca ostentación dicha iglesia, sino a que dicha teología en tanto doctrina ha penetrado a la institución (y no sólo a la rama carismática) 2. El obispo guatemalteco Víctor Palma, en la xii Asamblea General del Sínodo de los Obispos celebrado en Roma (5–26 de octubre de 2008), no dudó en señalar que la teología de la prosperidad es la evidencia de “la magicización del texto bíblico”.
Por otro lado, diversas instituciones, concilios, iglesias y denominaciones en América Latina se han pronunciado contra la teología de la prosperidad, el movimiento de guerra espiritual y los nuevos apóstoles (autodenominados “Nueva Reforma Apostólica”). En la experiencia peruana, las denominaciones evangélicas más grandes en número no sólo han tomado distancia, sino que además han producido sólidos documentos teológicos y pastorales para salvaguardar la sana doctrina y la práctica consecuente 3.
En consonancia con lo anterior, y desde otras latitudes, hace poco el Consejo Nacional de Evangélicos en Francia (cnef) redactó un documento con el propósito de apartar la teología de la prosperidad de las iglesias francesas 4. Y la prestigiosa Comisión de Teología del grupo de Lausana (entre ellos Chris Wright) sostiene que “las enseñanzas de los que promueven enérgicamente el ‘evangelio de la prosperidad’ son falsas y distorsionan gravemente la Biblia”. 5
Estas ilustres voces ratifican tan sólo una vez más lo que se ve en el campo de la práctica misionera. Así Peter Cotterell, un exmisionero en Etiopía que conoce de cerca cómo opera la teología de la prosperidad en ese país, sostiene que ésta tiene una deficiente hermenéutica bíblica 6. En realidad, el problema con dicha teología es más profundo aún. Como dice Mc Connell, el “evento central del cristianismo no es la prosperidad sino la cruz y la resurrección de Jesús” 7. Otros, como Jérôme Anciberro, prefieren observar que dicha teología no es sino una verdadera idolatría del dinero, además de ser hedonista y profundamente antropocéntrica 8. Y en opinión de Valdir Steuernagel, la teología de la prosperidad alimenta ideológicamente la estructura social injusta 9.
En estos últimos diez años el Señor me ha permitido no sólo conocer de cerca diversas iglesias del continente, sino también dialogar con pastores, participar en talleres y congresos, entrevistar a teólogos reconocidos de América Latina, así como pronunciar conferencias en diversos países sobre el tema de este libro. Todas estas experiencias valiosas me permiten decir con certeza que el contenido de la primera edición de Los banqueros de Dios sigue totalmente en pie.
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