© 2019 Britton, Rosa María 1ª ed. / @ 2019, Sin Fronteras Grupo Editorial / ISBN: 978-958-5564-34-3 Impresión en Colombia_ Octubre 2019 / Coordinador editorial: Mauricio Duque Molano. /
Edición: Marcela Zaraza D. / Diseño & diagramación: parentesisdc.com/
Imagen de portada: Cuadro de Eugenio Dunn 1986 / Impreso por Editora Geminis S.A.S.
Reservados todos los derechos. No se permite reproducir parte alguna de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado - impresión, fotocopía, etc. -, sin el permiso previo del editor. / Sin Fronteras Grupo Editorial, apoya la protección de Copyright.
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«A mi madre, doña Carmen, sin cuya memoria todo esto habría sido imposible».
En primer lugar, agradecer el gesto loable y desprendido de Orit Btesh, Gerente de las librerías El hombre de la Mancha, en la misión de proteger y promover el legado literario de Rosa María Britton, publicada en esta ocasión bajo el Grupo Editorial Sin Fronteras.
Nos convoca el cariño, la admiración, el respeto a esta mujer excepcional, referente de nuestra literatura con valiosas aportaciones sobre el pasado y presente cultural, con un alto sentido humanista de carácter universal y con participación activa en la vida pública, especialmente en defensa de los derechos humanos, de la mujer y la salud.
Rosa María es un ser extraordinario, firme en sus convicciones y decisiones. Hablar de su legado literario es una aventura y cada una de sus obras, una lección de vida.
Se describía como cuentacuentos, sin grandes pretensiones ni maestrías literarias, motivada por la pura comprensión humana y buen sentido del humor, demostrando dignidad y forjando un camino de valentía y voluntad. Tuvo como talento irrefutable: tanta disciplina como espontaneidad.
Como gestora cultural, ayudó a crear la Cámara Panameña del Libro y participó activamente en la realización desde la primera Feria Internacional del Libro en Panamá.
Desde que la conocí fui favorecida con el privilegio de su amistad. Como escritora fue mi escuela, mi oportunidad de aprender sobre la trascendencia y la dimensión humana de un escritor. Ayudó a posicionar la literatura panameña a nivel internacional, los que trabajamos con ella sentimos el apoyo y el estímulo siempre solidario con firmeza, retando nuestras propias capacidades. Impulsó el proyecto Editorial Biblioteca Nacional, para rescatar la obra de autores panameños en defensa del patrimonio cultural. Durante las presentaciones, conferencias y conversatorios en giras por todo el país, acudía un nutrido grupo público ávido de escucharla. Por sus enseñanzas gozó de amplio reconocimiento… Recuerdo ver gente inclinarse ante ella, casi con gesto de reverencia. Venció desafíos conquistando a las nuevas generaciones.
A gente como Rosa María no se le despide, se le lleva puesta, se le lleva aprehendida. Hasta el último momento mostró fuerza, valentía, honor y gloria, y cuando consideró que era el momento, pidió champagne para brindar por la vida, por su maravillosa vida…
Es un honor proteger el legado de sus libros, sus frases célebres, sus declaraciones sin restricciones. Me siento muy orgullosa de haber sido su amiga y que haya sido mi mentora; por hacerme también en parte, lo que soy y por impregnar con su esencia los caminos de muchos jóvenes con noble gesto patriótico. Estar con ella, era de por sí, un homenaje propio.
¡Gracias Rosa Maria!
¡Tú sabiduría innata nos fortalecerá para siempre!
Briseida Bloise Navarro
Viernes 19 de julio de 2019
Homenaje de despedida
Hotel Sheraton. Panamá, República de Panamá
EL HOMBRE SI MUERE, QUEDA POSTRADO; SIN EXPIRAR ¿A DÓNDE VA A PARAR?
JOB 14:10
¡OH MUERTE! CUÁN AMARGA ES TU MEMORIA PARA UN HOMBRE QUE VIVE EN PAZ, EN MEDIO DE SUS RIQUEZAS.
ECLESIASTES 41:1
CUANDO YO ME MUERA, ENTERRADME SI QUERÉIS, EN UNA VELETA.
¡CUANDO YO ME MUERA!
F. GARCÍA LORCA
Nunca se supo exactamente cómo empezó el asunto del ataúd. Muchos años después de la muerte de don Manuel, todavía se hablaba en Chumico de todos aquellos acontecimientos, claro está, con más exageraciones de la cuenta. Como ya se sabe, «Pueblo chiquito, infierno grande.«y si algún pueblo merece esta descripción es Chumico. El chisme allí es « modus vivendi » para la mitad de sus ciudadanos. Los otros, pacientemente escuchan y callan. ¡Gracias a Dios! Si no fuera así, ya los gallotes se habrían llevado al pueblo entero creyéndolo carroña.
Volviendo a lo del ataúd, que en realidad es el asunto que nos atañe, mucho se dijo y mucho se exageró. Unos, contaban después que el ataúd era de ébano traído de África y tenía las agarraderas de oro puro. Otros, aseguraron que estaba forrado de sándalo para que el muerto no apestara y hasta hubo quien juró que debajo del terciopelo del tapiz, don Manuel había colocado abultados fajos de billetes de a diez y veinte dólares para llevarse su plata en el último viaje. Esta última versión de los hechos era narrada por doña Higinia Gómez, matrona de Chumico, asidua lectora de los folletines Romance a la antigua que encargaba a Panamá mensualmente. Las malas lenguas adujeron después que doña Higinia había inventado esa historia del dinero en el ataúd después de leer una novela acerca de una princesa egipcia, calumnia que la buena señora rechazó indignada.
En realidad, el ataúd fue construido de madera de cedro que el mismo don Manuel cortó en su propiedad y pulió con infinito esmero. Las asas eran de plata pura mandadas a hacer en el Perú por el cura Juan, y por dentro tuvo toda clase de forros en su larga historia. Para entender lo que realmente pasó, es necesario no hacer caso de habladurías de comadres que jamás llegaron a entender las acciones del hombre más famoso que hubiera salido de Chumico.
—Francisco… Francisco… Ven a comer. —La mujer gritaba desde la entrada de la casita, protegiéndose los ojos del resplandor del sol con una mano, mientras se esforzaba por distinguir la figura del hombre, en la playa que comenzaba a unos metros cuesta abajo. En el horizonte, el sol ya iba desplomándose en el confín del mar, llenando las aguas con un rubor de sangre. Con gestos de cansancio, el hombre comenzó a recoger las herramientas regadas alrededor del esqueleto de un barco a medio hacer, montado sobre caballetes colocados debajo de un almendro.
—¡Francisco! —La voz insistente rompía el silencio.
—Ya voy mujer, no grites tanto, —masculló el hombre.
Echándose al hombro la caja de herramientas, subió la empinada cuesta arrastrando los pies. En un rincón de la humilde habitación la mujer abanicaba un fogón de leña llenando de humo toda la casa.
—Juana, ¿dónde están los muchachos? —Preguntó entre dientes.
Sin voltear la cabeza la mujer contestó:
—Nicolás está bañándose en el chorro antes de que anochezca y Manuel no ha regresado aún. Se fue bien temprano con los Vásquez a buscar perlas en las islas.
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