LA PRUEBA Y SU NATURALEZA REPRESENTATIVA
La prueba específica de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal era perfectamente apta para medir la fe y obediencia de Adán. Ya que él podía comer de cualquier otro árbol, es claro que Adán no necesitaba comer de esta fruta. La prohibición estaba enfocada en probar si Adán estaba dispuesto a creer a la Palabra de Dios y a confiar en lo que Él decía simplemente porque Él lo había dicho. Adán no podía conocer de ninguna manera los efectos de comer del árbol excepto por lo que Dios le había dicho. ¿Le creería a Dios o al enemigo? ¿Qué tan fuerte era su compromiso de obedecer a Dios quién lo había hecho y lo había colocado en este Paraíso?
Fíjese en la compasión de esta prueba . Dios comienza su advertencia haciendo que el huerto entero estuviese disponible para que el hombre comiese de él (Génesis 2:16). Adán no necesitaba comer del fruto del árbol prohibido porque había abundancia de alternativas superiores. No había carencia de placer sensual— él tenía “todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer” (Génesis 2:9). También, Dios le dio a Adán una clara advertencia de que habría serias consecuencias si comía del árbol de la ciencia del bien y del mal.
El estatus de Adán como justo y como hijo de Dios le fue dado gratuitamente, por lo que la prueba no era con el fin de que se ganase su relación con Dios o se volviese justo; el ya era justo y ya había experimentado comunión con Dios (Eclesiastés 7:29; Génesis 3:8). La prueba era con el fin de que el justo Adán obtuviese una posición justa permanente para sí mismo y su posteridad. Él estaba en el Huerto y era agradable a Dios, pero ese estatus era temporal y no permanente, personal y no corporativo. La prueba determinaría si Adán confiaría y obedecería a Dios. Si lo hacía, él, junto con toda su posteridad hubiesen tenido justicia para con Dios. En otras palabras, la negativa de Adán de comer el fruto hubiese asegurado las bendiciones que fueron prometidas implícitamente en el mandamiento de Dios.
Fíjese también en la naturaleza representativa de esta prueba. Cuando Satanás tentó a Adán con el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, él estaba en el lugar de todos cuantos quienes vendrían tras él. Si él hubiera rechazado exitosamente la tentación, el estado permanente y la vida eterna que hubiese ganado en ese evento habrían sido transferidas a toda su descendencia para siempre. En ese sentido, el carácter de la fe y obediencia que se esperaban de Adán eran paralelas a las que más adelante se esperarían de Cristo, aunque, por muchas razones, lo que se demandaba de Cristo era inexpresablemente más difícil (Romanos 5:12). Por diseño de Dios, la elección y acciones de Adán en respuesta al mandamiento de Dios serían hechas en representación de toda la humanidad. Por lo tanto, puesto que él actuó a nombre nuestro, sus acciones fueron puestas en nuestra cuenta y su maldición se convirtió en nuestra maldición:
Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron (Romanos 5:12; comp. Salmo 51:5).
“Todos pecaron,” no solo individualmente, como lo hacen en sus propias vidas, sino “en él,” como parte de los descendientes de Adán (vea el contexto de este verso). Por lo tanto, sin excepción, como resultado de la caída de Adán, todo hombre, mujer, niño y niña tiene la marca del pecado en su archivo. Todos venimos corruptos desde la matriz y caídos en Adán quien es nuestra cabeza representativa (Salmo 58:3; Romanos 3:9-18).
EL FRACASO ANTE LA PRUEBA Y EL EFECTO INMEDIATO
En el día de la caída, Adán y su esposa comenzaron a sentir las consecuencias de sus acciones, siendo la muerta la consecuencia principal. Mientras vemos lo que pasó como resultado de la caída, vemos que Adán y Eva sufrieron la muerte el día que rompieron su relación con Dios. La justicia y la vida están conectadas inseparablemente, así mismo el pecado y la muerte. De acuerdo a la advertencia que Dios había dado en Génesis 2:17, Adán perdió su justicia por desconfiar y desobedecer a Dios, y murió. Primero, murió en relación a Dios. Hasta la caída, el tenía vida en Dios y comunión con Dios, pero ese día, él quedó separado de Dios o muerto para Él. Cuando se oyó a Dios caminando en el huerto en el frescor del día, vemos la falta de vida del alma de Adán hacia Dios: ahora él está temeroso y se esconde en vez de deleitarse en la comunión con su Creador. En segundo lugar, ese día también murió físicamente. Eso no significó que ese día su cuerpo se puso instantáneamente frío e inerte, pero sí se volvió sujeto a la muerte. Él se volvió físicamente mortal el día que comió de la fruta, y de esa forma se volvió sujeto a la enfermedad, la corrupción, las lesión y en última instancia, a la muerte.
Consecuencias de la Caída
TODOS PECARON
Adán estaba actuando como representante de la humanidad, por lo que la caída tiene implicaciones para toda la humanidad en todas las edades. Comencemos con la consecuencia más obvia. La Caída del hombre trajo pecado y muerte a toda la humanidad sin excepción . Esta muerte espiritual del hombre en Adán afecta todas las partes de la gloria con que fue creado. Lo tuerce moralmente. Hace que desobedezca, distorsione, y rechace completamente las leyes de Dios (Romanos 3:12-19). Hace que su pensar y razonar se envilezcan, por lo que él anda a tientas en la oscuridad en vez de pensar clara y sensiblemente (Hechos 17:23; Romanos 1:21-22, 28; 3:10-11). La voluntad del hombre, así como era libre antes de la caída, es ahora esclava de sus pasiones pecaminosas (Romanos 8:7). No hay aspecto de la humanidad originalmente creada que no haya sido contaminado por esta caída. Ya sea moral emocional, intelectual o voluntariamente, todo compartimiento del corazón del hombre está manchado con el pecado.
Es más, como señalamos anteriormente, el día que Adán pecó, todos morimos con él porque él nos representaba. Todos nacemos separados de Dios, con las semillas de la muerte física en nosotros. Nuestra muerte espiritual es evidente por el hecho de que a los niños no hay que enseñarles a mentir, robar o quejarse, pues a temprana edad muestran los frutos de la caída (Salmo 51:5; 58:3).
Nuestra susceptibilidad a la muerte física también es dolorosamente evidente. Después del relato bíblico de la creación y la caída comenzamos a leer una y otra vez sobre la muerte. Este fenómeno no se detendrá hasta el juicio final de la humanidad, de lo cual la muerte física es un preludio y testamento (Hebreos 9:27). Cada dolor de espalda, o sensación de fatiga, virus o enfermedad, es un recordatorio de la maldición del pecado. Es más, esta maldición no solo nos impacta a nosotros, sino a todo el orden creado. Puesto que el hombre es el pináculo de la creación, él es responsable de ella. Por lo tanto, sus acciones afectan a la creación inanimada. El mundo entero es afectado por bacterias, virus, muerte de animales, y destrucción de la naturaleza a causa de la caída del hombre en pecado. La creación completa hace eco de la depresión y la aflicción que nuestro pecado ha traído al mundo (Romanos 8:19-22).
EL PLAN INMUTABLE DE DIOS
Una segunda consecuencia es que la creación y la caída juntas muestran el plan supremo de Dios para la humanidad . Aun con la tragedia de la caída, el plan de Dios en la creación permanece igual, y El lo realizará. El plan de Dios para el hombre en el Huerto no terminó en fracaso ni fue abandonado por uno mejor. Dios nunca ha tenido que ir a un plan “B” en ninguna de Sus obras; Él todavía está en el plan “A.” En el Huerto de Edén, Dios anunció Su deseo para un mundo lleno de criaturas que llevaran Su imagen y reflejarán Su gloria. A través de los pactos Él promete una multitud de descendientes que le glorificarán. Y Él está logrando esto a través de la obra de Cristo en representación de ellos (Apocalipsis 7:9-12).
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