Los estados traumatizados y no-traumatizados de la personalidad usan formas diferentes de simbolización las cuales clasifico como “discontinuas” o “heteromórficas” para el primero y “continuas” o “homeomórficas” para el segundo. Considero que la simbolización es “discontinua”, cuando los símbolos tienen la capacidad de introducir un salto o una distancia entre la ausencia original de la cosa y su representación. Esta clase de simbolización está determinada diacrónicamente y no arrastra significados emocionales primitivos, como sucede con las simbolizaciones “continuas”. En la simbolización “homeomórfica” o “continua”, por otro lado, las representaciones carecen de un sentido diacrónico, el tiempo no acontece sino que aunque la forma como se manifiestan cambie, el significado es eternamente el mismo. Esto constituye el corazón de la “compulsión a la repetición”, por cuanto ésta siempre arrastra consigo el mismo significado, es decir, se repiten aquellas emociones inconscientes que constituyen el trauma pre-conceptual y que fueron originalmente estructuradas utilizando lógicas utilizadas por un pensamiento infantil 9.
Una paciente relataba los detalles de una operación quirúrgica que le fue realizada cuando era pequeña, mientras vivía en un área rural de Sudamérica. Para ello el médico utilizó la llamada “anestesia a la reina”, mediante la aplicación de una máscara sobre la nariz y la boca en la cual se vertía cloroformo, como era entonces la costumbre. A comienzos del análisis había recordado pesadillas cargadas de recuerdos muy dolorosos aunados con sentimientos terroríficos de desespero, indefensión y muchas veces sofocación. Seis años más tarde, casi al final de su análisis, relató un sueño: se encontraba en un gran auditorio lleno de gente que iba a ser asesinada. Alguien se aproximó a ella y le dijo que estuviera lista porque venía su turno. Se sentía muy tranquila (algo que yo había percibido en la contratransferencia) y se preguntaba a quién podría dejarle sus pertenencias. Asoció el asesinato con su operación y le comenté sobre las diferencias entre las emociones presentes al comienzo de su análisis y las de ahora. Pensé que sus dolorosas pesadillas al comienzo del análisis representaban formas de simbolización continuas u homeomórficas, donde la experiencia emocional traumática original de desespero y sofocación, era nuevamente revividas, lo cual contrastaba con su último sueño donde la muerte no tenía el significado emocional que podría tener en la vida real, representando una forma de simbolización discontinua por cuanto la emoción original vinculada a la memoria de su trauma y la emoción experimentada en su sueño, eran completamente diferentes. La representación de algo tan serio como la muerte expresada con una emoción insignificante, era lo que le confería a este sueño una verdadera importancia. Es decir, ambas situaciones, la vivida en su infancia cuando fue intervenida y la representada en el sueño de ser asesinada, eran similares, pero las emociones en ambas eran completamente diferentes. Ahora en el sueño su inconsciente estaba diciéndole que un elemento adulto dentro de ella era capaz finalmente de contener el terror que una vez había experimentado cuando niña. Es decir, su parte adulta no-traumatizada estaba logrando contener a la niña atemorizada que también estaba dentro de ella. En otras palabras, la continuidad emocional experimentada anteriormente, ahora se había roto, estaba “destruida”. Era un sueño que apuntaba al fin del análisis.
En conclusión
1 Nacemos con la mente hecha pedazos y “crecimiento mental” realmente significa integración. Mientras mayor sea la integración, mayor será el bienestar; mientras mayor sea la fragmentación, más grande el sufrimiento.
2 La integración mental es obstaculizada por la existencia de los traumas pre-conceptuales. He considerado la existencia de dos formas diferentes de traumas: pre-conceptuales y conceptuales. Los primeros son universales, los últimos accidentales.
3 Los traumas pre-conceptuales se estructuran cuando la limitación del rêverie materno hace que una “ausencia temporal” se convierta en una “presencia permanente”.
4 Me refiero a los traumas pre-conceptuales como estructurados por elementos beta o eventos que tienen lugar durante los primeros años de la vida, cuando no existe una mente capaz de contenerlos y darles un significado. Permanecen como pre-concepciones a la búsqueda de una realización, en espera por una función alfa que les brinde una lógica y un sentido.
5 Los traumas pre-conceptuales representan experiencias ubicuas presentes en todos los seres humanos, similar a una “marca” o “hecho seleccionado”, que organiza y provee de significado a la idiosincrasia e identidad de cada individuo. Representan identificaciones sucesivas que se encuentran tan comprimidas que el trauma se hace invisible a sí mismo, como la expresión de Shakespeare de que “el ojo que ve, no se ve a sí mismo”. Los traumas pre-conceptuales están también diminutamente fragmentados o atomizados y proyectados en todas partes junto con la mente que los contiene.
6 Los traumas pre-conceptuales dividen la mente en dos estados opuestos: el traumatizado y el no-traumatizado.
7 El estado traumatizado es la consecuencia de la repetición compulsiva e inconsciente de los traumas pre-conceptuales. El estado no-traumatizado representa el desarrollo mental que normalmente tiene lugar desde el nacimiento hasta la adultez.
8 El estado traumatizado y el no-traumatizado interactúan dialécticamente y en forma continua de acuerdo a diferentes dinámicas. El primero sigue una dinámica compatible con la posición esquizo paranoide, con el narcicismo, las identificaciones proyectivas e introyectivas, la compulsión a la repetición y la transferencia-contratransferencia, entre otros. El estado no traumatizado, por su parte, está regido por la función alfa y tiene acceso a la posición depresiva.
9 Todas las formas existentes de psicopatología son siempre traumáticas.
10 “La reversión de la función alfa” marca el cambio desde el estado no-traumatizado al estado traumatizado de la personalidad, representando un canibalismo de elementos alfa que son transformados en “objetos bizarros”. Lo opuesto, o sea el cambio del estado traumatizado al no-traumatizado, es alcanzado por el trabajo sensible de la función alfa capaz de digerir elementos beta y objetos bizarros.
11 Cuando estos objetos bizarros, que contienen elementos del Yo y del Superyó, son proyectados directamente hacia el cuerpo, un cierto “diálogo” inconsciente puede establecerse con un órgano en particular, induciendo una forma de comunicación que podría forzar a tal órgano a convertirse en un órgano de fonación e intentar “hablar” o soñar lo que de otro modo permanece sin ser soñado. Un diálogo crónico inconsciente de esta naturaleza puede eventualmente producir una patología somática que estaría determinada de acuerdo con el órgano seleccionado. Esta dinámica fue considerada por Bion (1992) como “pequeña sigma”. Algunos de estos aspectos son tratados en el capítulo XVI.
12 Tiempo, espacio y proceso de simbolización son diferentes, dependiendo de cuál estado contiene a la mente.
13 El tiempo es lineal dentro del estado no traumatizado y circular o diferido (hacia el futuro o hacia el pasado) dentro del estado traumatizado. Esta circularidad determina una interacción continua entre: a) hechos reales del presente, no contenidos y b) emociones inconscientes (elementos beta) de los traumas pre-conceptuales del pasado. En otras palabras, debido a la baja tolerancia a la frustración por parte del Yo, hay una falla en su capacidad para discriminar (prueba de realidad) entre emociones no contenidas del presente y emociones no contenidas provenientes de los traumas pre-conceptuales del pasado. Freud (1895, 1918) se refirió a esta interacción como Nachträglichkeit o “acción diferida” y Lacan (1953) como après coup. Basándome en la intensidad de las emociones involucradas, podríamos discriminar entre dos formas diferentes de interacción (prueba de realidad y traumas pre-conceptuales): i) entre un intenso y bien delimitado trauma “conceptual” (PTSD) y los traumas pre-conceptuales, los cuales a menudo pueden llegar a trascender las fronteras generacionales (Faimberg, 2005); ii) Como una ubicua y continua interacción sutil entre ambos, similar a lo que Freud (1926) una vez describió como teoría “de la señal de angustia”.
Читать дальше