¿No deberíamos actuar de esa manera hacia el Amado, cuya presencia nos alegra el día? Cuando nuestro Señor Cristo esconde Su rostro, cerremos nuestros corazones en tristeza, incluso “como los capullos que se cierran en la víspera lloran por los rayos del sol que se fueron”. Cuando Jesús nos ilumina con brillo de belleza y calidez de gracia, entonces, que nuestros corazones vuelvan a abrir sus hojas dobladas, y dejemos que beban en una plenitud de luz y amor. 48
No solo la botánica atraía a Spurgeon; su curiosidad intelectual era deliberadamente integral. Él sostenía que es insensato, deshumanizador y, por lo tanto, no-cristiano que los cristianos se limiten a pensar solo en asuntos evidentemente “espirituales”. Vivimos en este mundo caído en “pie de guerra”, sin duda, dedicándonos a difundir el evangelio de Cristo entre las naciones. Sin embargo, el Padre ha hecho—y por lo tanto está interesado por—todas las cosas; además, Él ha hecho el mundo para que la humanidad lo domine. Sería tanto impío como un simple abandono del deber que cerráramos nuestras mentes a aquellas cosas en la tierra que ocupan la Suya. 49Por lo tanto, no debemos descuidar ningún campo de conocimiento.
La presencia de Jesús en la tierra ha santificado todo el reino de la naturaleza; y lo que Él ha limpiado, no lo llames común. Todo lo que tu Padre ha hecho es tuyo, y deberías aprender de eso. Puedes leer el diario de un naturalista, o el relato de un viajero sobre sus travesías, y encontrar beneficios en ello. Sí, e incluso un antiguo herbario o un manual de alquimia pueden, como el león muerto de Sansón, darte miel. Hay perlas en conchas de ostras y frutas dulces en ramas espinosas. Los caminos de la verdadera ciencia, especialmente la historia natural y la botánica, destilan grosura. La geología, en tanto se basa en la realidad, y no en ficción, está llena de tesoros. La historia —maravillosas son las visiones que hace pasar delante de ti— es sumamente instructiva; en efecto, cada porción del dominio de Dios en la naturaleza rebosa de preciosas enseñanzas. 50
Más que eso, Cristo es la lógica y la luz del mundo; el evangelio es la suma de toda sabiduría; las Escrituras pueden hacernos sabios —y no solo para la salvación. Los cristianos deberían por tanto ser personas sabias y omnívoras, con un intelecto amplio.
Un hombre que es un admirador creyente y amante entusiasta de la verdad, como esta es en Jesús, está en el lugar correcto para seguir con ventaja cualquier otra rama de la ciencia... Hace tiempo cuando leí libros, puse todo mi conocimiento en gloriosa confusión; pero desde que conocí a Cristo, puse a Cristo en el centro como mi sol, y cada ciencia gira alrededor como un planeta, mientras que las ciencias menores son satélites de estos planetas. 51
Como todos nosotros, Spurgeon era excepcionalmente él mismo. Sin embargo, su gran corazón y alegría al caminar a través de la creación de su Padre muestra exactamente el tipo de vida que siempre crecerá a partir de la teología que él creía.
PARTE 2 CRISTO EN EL CENTRO
CAPÍTULO 2
CRISTO Y LA BIBLIA
Spurgeon comentó una vez a sus alumnos que el poderoso predicador de los siglos IV y V Juan “Crisóstomo” (“Boca de Oro”) era llamado así porque “había aprendido la Biblia de memoria, para poder repetirla a su placer”. 52Spurgeon sin duda habría atribuido su propio poder como predicador a la misma causa, ya que él mismo era un hombre lleno de la Escritura. Las palabras que famosamente utilizó para describir a su querido John Bunyan se aplican igualmente bien a él:
Es una bendición consumir el alma misma de la Biblia hasta que, al final, hables en el lenguaje de las Escrituras, y tu propio estilo sea moldeado según los modelos de la Escritura, y, lo que es aún mejor, tu espíritu se sazoné con las palabras del Señor. Citaré a John Bunyan como ejemplo de lo que quiero decir. Lee cualquier cosa suya, y verás que es casi como leer la Biblia misma. Él... no puede darnos su Progreso del peregrino —el más dulce de todos los poemas en prosa—sin continuamente hacernos sentir y decir: “¡Vaya, este hombre es una Biblia viviente!” Dale un pinchazo en donde sea; y encontrarás que su sangre es Bíblica, la esencia misma de la Biblia fluye de él. No puede hablar sin citar un texto, porque su alma está llena de la Palabra de Dios. 53
Puedes elegir casi cualquier sermón—y la mayoría de sus cartas—para demostrar el punto: las imágenes, los modismos y las referencias a las escrituras inundan cada párrafo de Spurgeon y parecen derramarse de él de una manera completamente natural y no forzada.
Era realmente la consecuencia natural de tener la opinión máxima y más cálida de la Biblia. “Inerrancia” no era un término en uso en los días de Spurgeon, aunque indudablemente él sostenía lo que hoy se llamaría una visión inerrante de las Escrituras. En repetidas ocasiones enseñó, defendió y dedicó sermones completos a lo que llamaba la “infalibilidad” de las Escrituras. 54Uno de sus primeros sermones en Londres como pastor de la Capilla de New Park Street fue sobre el tema de la Biblia; en este articuló la visión clásica de la infalibilidad (o inerrancia, como se denominaría hoy):
Aquí yace mi Biblia—¿quién la escribió? La abro, y encuentro que consiste en una serie de tratados. Los primeros cinco tratados fueron escritos por un hombre llamado Moisés. Sigo adelante y encuentro otros. A veces veo que David es el escribiente, otras veces, Salomón. Aquí leo a Miqueas, luego a Amos, luego a Oseas. Al ir más allá, a las páginas más luminosas del Nuevo Testamento, veo a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, Pablo, Pedro, Santiago y otros; pero cuando cierro el libro, me pregunto ¿quién es el autor? ¿Estos hombres reclaman conjuntamente la autoría? ¿Son ellos los compositores de este volumen masivo? ¿Se dividen entre ellos mismos el honor? Nuestra santa religión responde, ¡No! Este volumen es la escritura del Dios viviente: cada letra fue escrita con un dedo Omnipotente; cada palabra en ella cayó de labios eternos, cada oración fue dictada por el Espíritu Santo. Si bien, Moisés fue empleado para escribir sus historias con su pluma de fuego, Dios guió esa pluma. 55
Es decir, Dios es el autor divino y confiable de cada letra de la Escritura; Dios utiliza autores humanos para transmitir (en muchos estilos y géneros diferentes) lo que quiere decir. Es necesario decir que cuando Spurgeon hablaba así de la absoluta y total confiabilidad de las Escrituras, se estaba refiriendo a los manuscritos originales y no a ninguna traducción. Él creía que la versión Autorizada o King James tal vez era insuperable como traducción y, sin embargo, podía decir: “A veces me avergüenzo de esta traducción...cuando veo cómo, en algunos puntos importantes, no es fiel a la Palabra de Dios”. 56
Además, él veía que, dado que la Biblia es la propia Palabra de Dios, es tanto suprema como fundamental en su autoridad. Todas las demás autoridades deben inclinarse ante ella, y ninguna autoridad —ninguna iglesia, erudito o papa— necesita sentarse detrás o por encima de ella, ofreciendo algún tipo de respaldo que haría falta de no ser así. La Biblia, en otras palabras, es fidedigna en su supremacía.
Hay una majestad peculiar, una plenitud notable, una potencia singular, una dulzura divina, en cualquier palabra de Dios, que no se puede descubrir, ni nada como ella, en la palabra del hombre... Es la enseñanza inspirada de Dios, infalible e infinitamente pura. La aceptamos como la palabra misma del Dios viviente, cada jota y cada tilde, no tanto porque existan evidencias externas que demuestren su autenticidad —muchos de nosotros no sabemos nada de esas evidencias, y probablemente nunca lo sabremos— sino porque discernimos una evidencia interna en las palabras mismas. Han venido a nosotros con un poder que ningunas otras palabras han tenido jamás en sí mismas, y no se nos puede aducir a dejar nuestra convicción sobre su excelencia superlativa y autoridad divina. 57
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