Más esencialmente, sin embargo, la actitud alegre de Spurgeon era una manifestación de esa felicidad y gozo que se encuentra en Cristo, la luz del mundo. La “ligereza” que encontraba en sí mismo, y cuestionaba, estaba estrechamente relacionada con su claro rechazo a tomarse a él mismo —o a cualquier otro pecador—demasiado en serio. Spurgeon sostenía que estar vivo en Cristo significa luchar no solo contra los hábitos y los actos del pecado, sino también contra la melancolía temperamental del pecado, la ingratitud, la amargura y la desesperación del pecado. Entrar en la vida de Cristo implica entrar en el gozo de ser completamente humano, en paz con el “bendito” o “feliz” Dios de gloria (1 Timoteo 1:11):
El hombre no fue hecho originalmente para lamentar; fue hecho para regocijarse. El jardín del Edén era su lugar de feliz morada; y, mientras continuara obedeciendo a Dios, nada crecía en ese jardín que pudiera causarle tristeza. Para su deleite, las flores exhalaban su perfume. Para su deleite, los paisajes estaban llenos de belleza, y los ríos ondulaban sobre arenas doradas. Dios creo a los seres humanos, así como hizo a Sus otras criaturas, para ser felices. Son capaces de tener felicidad, están en su ambiente apropiado cuando son felices; y ahora que Cristo Jesús ha venido a restaurar las ruinas de la Caída, Él ha venido a devolvernos el antiguo gozo, —solo que será aún más dulce y más profundo de lo que podría haber sido si nunca lo hubiéramos perdido. Un cristiano nunca se ha dado cuenta completamente de lo que Cristo vino a hacer de él hasta que haya comprendido el gozo del Señor. Cristo desea que Su pueblo sea feliz. Cuando sean perfectos, como Él los hará en el tiempo indicado, también serán perfectamente felices. Así como el cielo es el lugar de la santidad pura, también es el lugar de la felicidad pura; y en la medida en que nos preparemos para el cielo, tendremos algo de la alegría que le pertenece al cielo, y es la voluntad de nuestro Salvador que incluso ahora Su gozo permanezca en nosotros, y que nuestro gozo sea cumplido. 42
Ya que veía que Cristo desea que Su pueblo sea feliz, la felicidad era un componente esencial de la vida cristiana para él, y uno que buscaba poseer y mostrar. De hecho, él sentía, que solo cuando el gozo de Cristo está en nosotros puede decirse que somos verdaderamente semejantes a Cristo (Juan 15:11), y solo entonces reflejaremos Su propio aspecto atrayente.
Es un error muy vulgar suponer que un semblante melancólico es el índice de un corazón lleno de gracia. Recomiendo alegría a todos los que han de ganar almas; no ligereza y frivolidad, sino un espíritu genial y feliz. Hay más moscas atrapadas con miel que con vinagre, y habrá más almas llevadas al cielo por un hombre que viste el cielo en su rostro que por alguien que porta el Tártaro en su aspecto. 43
Viviendo como un hijo del Creador
Había una forma en la que Spurgeon no estaba tan lleno de vida: naturalmente poco atlético, era propenso desde la infancia a ser físicamente tímido y poco aventurero. Dicho eso, su visión de la vida cristiana le daba una audacia bastante antinatural a su constitución. Él veía que en Cristo fue adoptado y amado por un Padre omnipotente que reina soberano sobre todas las cosas. Eso significaba que todo temor— toda oposición y peligro—tendía a encogerse ante su vista. Cuando se mira correctamente, nada puede causar desesperación, ya que todo existe bajo la mano todopoderosa de Dios el Padre, soberano en lo alto. Mientras, por ejemplo, otros (como el joven Martin Luther no regenerado) podían estar aterrorizados por los relámpagos, Spurgeon declaró: “Amo los relámpagos, el trueno de Dios es mi delicia”:
Los hombres son por naturaleza temerosos de los cielos; los supersticiosos temen los signos en el cielo, e incluso el espíritu más valiente a veces tiembla cuando el firmamento arde con un relámpago, y el estallido del trueno parece hacer que el vasto cóncavo del cielo tiemble y resuene; pero siempre me avergüenza quedarme adentro cuando el trueno sacude la tierra sólida, y los relámpagos destellan como flechas desde el cielo. Entonces Dios está en el exterior, y me encanta caminar en un espacio amplio, y mirar hacia arriba y advertir las puertas de apertura del cielo, a medida que el rayo revela mucho más allá, y me permite mirar hacia lo oculto. Me gusta escuchar la voz de mi Padre Celestial en el trueno. 44
¿Qué tenía él que temer en todas las impresionantes fuerzas de una tormenta? Todas eran simplemente las herramientas y expresiones de su perfecto y amoroso Padre celestial.
Y ver que todas las cosas son del Padre y tienen su existencia por Él también dio a Spurgeon un amplio interés en la creación de su Padre. Habiendo sido criado en el campo, bajo los amplios cielos de Anglia Oriental, le encantaba pasar el tiempo afuera, a menudo en su jardín, disfrutando los árboles, flores, pájaros, arco iris y toda la rica variedad de la creación. También le llamaba la atención y leía mucho sobre horticultura y biología, cuyo conocimiento y disfrute se filtraban en gran parte de sus enseñanzas. Y a menudo, incluso sus breves comentarios revelan lo mucho que estaba interesado en la botánica:
Ustedes saben que con el hábito de abrir y cerrar, las flores son tan variadas que seguramente se abrirá una u otra de ellas cada cuarto de hora del día. La estrella de Jerusalén se levanta a las tres, y la achicoria a las cuatro: el botón de oro se abre a las seis, el lirio de agua a las siete, el rosado a las ocho, y así sucesivamente hasta que llega la noche. Linnæus hizo un reloj de flores. Si estás familiarizado con la ciencia de la botánica, también tú puedes saber la hora sin un reloj. 45
Al igual que Jonathan Edwards, Spurgeon creía que es correcto “leer” la creación como un libro lleno de testimonio del Creador y Sus caminos. En un artículo de la revista de su iglesia, The Sword and Trowel [La espada y el Palustre], escribió sobre la iglesia como “el jardín de Dios”, en el que diferentes tipos de creyentes son como diferentes flores. Algunos cristianos brillantes y alegres parecen vivir sus vidas “en un cálido borde donde ningún viento penetrante se abre paso”. Son como el azafrán de la primavera, bañándose, floreciendo y regocijándose a la luz del sol.
Ve el azafrán cerrado firmemente mientras “las nubes regresan después de la lluvia”, pero abierto y lleno de gloria cuando el sol vierte sus rayos en su copa de oro puro como en un cristal transparente. En esos momentos, ¿alguna vez notaste la suave llama dorada que parece arder en el fondo de la copa,—una especie de ardiente brillo de luz líquida? ¡Cuán parecido al júbilo y éxtasis que disfrutan algunos miembros de la casa de nuestro Señor! Un sol claro, cálido y constante es el ambiente del azafrán; bajo tal influencia arroja una llamarada de color. 46
Otros parecen inclinados al lado sombrío de la vida, y se pueden comparar con la prímula nocturna. Esta paciente flor se ve bastante descolorida y monótona al lado del azafrán a plena luz del sol, pero espera hasta el ocaso,
y la verás abrir gradualmente sus fragantes flores, y mostrar sus colores amarillo pálido. Es la alegría de la tarde y de la noche: el estridente sol la corteja en vano, ella ama el bello rostro de la luna. Todos conocemos mujeres piadosas que nunca se verían de la manera más favorable entre las actividades públicas de nuestras iglesias, y sin embargo, en la habitación de los enfermos y en la hora de la aflicción, están llenas de belleza, y arrojan una fragancia encantadora por todas partes. 47
La lección que presenta Spurgeon es que Dios ha ordenado Su creación y Su iglesia de tal modo que todo fuera hermoso en su tiempo. No debe haber conflicto entre los santos o las flores sobre cuál es mejor: el Creador los ha dispuesto deliberadamente para diferentes épocas, estaciones y suelos. Hay una flor, sin embargo, que todo cristiano debería tratar de emular: la margarita, que se cierra a la oscuridad y solo despliega sus pétalos para recibir el sol.
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