Michael Reeves - Spurgeon y la Vida Cristiana

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Spurgeon y la Vida Cristiana: краткое содержание, описание и аннотация

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Charles Spurgeon ampliamente aclamado como el «príncipe de los predicadores», es bien conocido por su poderosa predicación, mente dotada, y personalidad irresistible. En el curso de casi cuatro décadas en la famosa Capilla New Park Street y Tabernáculo Metropolitano de Londres, Spurgeon predicó y escribió palabras que continúan resonando para la gente de Dios hasta el día de hoy.Organizada alrededor de las creencias principales que apoyaron su ministerio—la centralidad de Cristo, la importancia del nuevo nacimiento, la presencia interna del Espíritu, y la necesidad de la Biblia—esta introducción a la vida y pensamiento de Spurgeon desafiará a los lectores a vivir sus vidas para la gloria de Dios."Sin importar si esta es tu introducción a Spurgeon o si ha sido tu héroe durante décadas, serás alentado por este libro." DONALD S. WHITNEY, Decano Asociado y Profesor de Espiritualidad Bíblica, Escuela de Teología, The Southern Baptist Theological Seminary; autor, Disciplinas Espirituales para la Vida Cristiana y Orando la Biblia"Este libro es un magnífico lugar para comenzar: un refrigerio preliminar extraído de los profundos pozos de Spurgeon—justo lo que se necesita en nuestro día." MICHAEL A. G. HAYKIN, Profesor de Historia de la Iglesia y Espiritualidad Bíblica, The Southern Baptist Theological Seminary"Con pinceladas cuidadosas y precisas, Michael Reeves nos pinta un retrato tridimensional del predicador y nos deja cantando con Helmut Thielicke, 'Vende todo lo que tienes y compra Spurgeon." CHRISTIAN T. GEORGE, Curador, La Biblioteca de Spurgeon; Profesor Asistente de Teología Histórica, Midwestern Baptist Theological Seminary; editor,
Los Sermones Perdidos de C. H. Spurgeon.

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Una vida de gozo

Spurgeon era un hombre deliberada e incuestionablemente serio. Con una profunda preocupación por la gloria de Cristo y el destino de los perdidos, él creía que los cristianos deberíamos ser capaces de decir con nuestro maestro: “El celo de tu casa me consume” (Juan 2:17, ver Sal. 69:9). Sin embargo, para Spurgeon, la seriedad y el celo nunca debían confundirse con tristeza y melancolía. Es revelador y completamente apropiado que un capítulo entero de su “autobiografía” (realmente una biografía compilada a partir de su diario, cartas y registros) se titule “Diversión Pura”. Pues, nos dicen, “se sintió que el registro de su vida feliz no estaría completo a menos que por lo menos un capítulo estuviera lleno de muestras de esa diversión pura que era tan característica de él como lo era su ‘preciosa fe’”. 27Es otra razón por la que él fue y se ha mantenido tan atractivo: Charles Spurgeon era divertido.

Trastornando por completo el estereotipo de que la época victoriana fue un período largo y sin encanto de polvorienta formalidad, los escritos de Spurgeon están llenos de alegría. Y evidentemente, ni siquiera estos hacen justicia a lo que él era en persona. 28El editor de sus Discursos a mis estudiantes se veía motivado a insertar intentos de explicar sus diversas imitaciones y “voces”, cuando se hacía pasar por pomposos teólogos y tontos. 29Usualmente, sin embargo, uno todavía puede sentir el humor que no se puede atrapar enteramente sobre una página:

Diría con respecto a sus gargantas—cuídenlas. Tengan cuidado siempre de aclararlas bien cuando estén a punto de hablar, pero no las estén aclarando constantemente mientras predican. Un hermano muy estimado que conozco siempre habla de esta manera—“Mis queridos amigos—ejem— ejem—este es un muy— ejem —importante tema que tengo ahora— ejem — ejem —para traer ante ustedes, y— ejem — ejem — tengo que llamar ante ustedes para que me den— ejem — ejem —su más seria— ejem —atención”. 30

“¡Qué burbujeante fuente de humor tenía el Sr. Spurgeon!”, escribió su amigo William Williams. “Me he reído más, creo ciertamente, cuando estoy en su compañía que durante todo el resto de mi vida”. 31Parece que pocos esperaban reír tanto en presencia del ferviente pastor; pero Spurgeon lo sabía y parecía deleitarse de forma traviesa en distribuir comedia entre aquellos que le rodeaban. La grandiosidad, la religiosidad y la charlatanería podían todas esperar ser quebradas por su ingenio. Algunas veces, muchas más cosas se rompían. Spurgeon disfrutaba contar la historia de cómo, siendo un joven pastor en Park Street, se había quejado con sus diáconos sobre lo sofocante y asfixiante que podía ser el edificio, sugiriendo que quitaran los paneles superiores de vidrio de algunas de las ventanas para dejar pasar más aire. No se hizo nada al respecto; pero un día se descubrió que alguien había destrozado esos paneles de las ventanas. Spurgeon ofreció una recompensa de cinco libras por el descubrimiento del delincuente, a quien se le daría el dinero en agradecimiento. Luego el pastor se embolsó ese dinero, siendo él mismo el culpable. 32

Pero tal vez sea el cigarro de Spurgeon lo que mejor revela su alegre jovialidad al igual que su vivaz disposición a disfrutar las cosas creadas. Personalmente, Spurgeon encontraba un gran placer en los cigarros; argumentaba que la Biblia le daba la libertad de fumarlos, y creía que le ayudaban con su garganta como predicador. Sin embargo, era muy consciente de que muchos cristianos pensaban lo contrario y no deseaba ni ofender ni dejar que tropezaran debido al tema. Cuando su declaración de que fumaba “para la gloria de Dios” se imprimió en los periódicos como si se tratara de una broma irreverente, se lamentó que se le hubiera dado importancia a lo que a él le parecía un asunto pequeño, y rápidamente escribió para explicar:

La expresión “fumando para la gloria de Dios” por sí sola tiene un mal sonido, y no la justifico; pero en el sentido en que yo la empleé, aún la sostengo. Ningún cristiano debe hacer algo en lo que no pueda glorificar a Dios; y esto se puede hacer, de acuerdo con las Escrituras, al comer y beber y en las acciones comunes de la vida. Cuando he tenido un dolor intenso aliviado, un cansado cerebro calmado y un sueño tranquilo y refrescante obtenido por un cigarro, me he sentido agradecido con Dios y he bendecido Su nombre; esto es lo que quise decir, y de ninguna manera usé palabras sagradas trivialmente. 33

Dicho esto, en el contexto apropiado él usaría felizmente su cigarro para reemplazar la religiosidad por el alegre disfrute de la libertad cristiana. William Williams registra un día que tomó para salir con sus alumnos:

Era una mañana hermosa, y al llegar, todos estaban de excelente ánimo—pipas y cigarros encendidos, y ansiosos por un día de gozo sin restricciones. Él estaba listo esperando en la puerta, saltó al asiento privado reservado para él y, mirando alrededor con asombro, exclamó:

“¿Qué, caballeros? ¿No les da vergüenza estar fumando tan temprano?” ¡Aquí estaba un aguafiestas! La consternación era evidente en sus rostros. Las pipas y cigarros uno por uno fueron apagados y guardados. Cuando todo aquello desapareció, Spurgeon sacó su cigarrera, encendió uno y fumó serenamente. Los estudiantes quedaron asombrados. Uno de los que estaban más cerca le dijo: “Creí que había dicho que se oponía a fumar, señor Spurgeon” “Oh, no”, respondió; “No dije que me opusiera. Les pregunté si no estaban avergonzados, y parece que sí, porque los apagaron todos”, y exhaló el humo con bastante serenidad. 34

El humor fluía de Spurgeon de forma natural y libre, pero era sumamente consciente tanto del poder como del peligro que implicaba. Sostenía que en el púlpito “es menor crimen provocar una risa momentánea que el sueño profundo de media hora”; 35sin embargo, sus sermones estaban muy lejos de ser una corriente de humor. Esto a veces podía ser un reto para él, como una vez confesó a un oyente que se oponía a sus ocurrencias en el púlpito: “Si hubieras conocido cuántas otras he guardado, no habrías encontrado fallas en esa, pero me habrías elogiado por la moderación que he ejercido”. 36“Si no fuera vigilante, me volvería demasiado divertido”. 37Sin embargo, explicó, “los siervos de Dios no tienen derecho a convertirse en simples animadores del público derramando un número de chistes rancios y cuentos ociosos sin un punto práctico...Hacer que la enseñanza religiosa sea interesante es una cosa, pero hacer bromas tontas, sin objetivo o propósito, es otra muy distinta”. 38

Por todo eso, sería enteramente inadecuado y superficial simplemente pensar en Spurgeon como chistoso. El humor, creía, es normalmente el fruto de algo más profundo. A veces puede provenir solo de un ánimo excelente—y esto, admitió, era un desafío de carácter para él.

Debemos—especialmente algunos de nosotros debemos— conquistar nuestra tendencia a la ligereza . Existe una gran distinción entre la alegría santa, que es una virtud, y esa ligereza general, que es un vicio. Hay una ligereza que no tiene suficiente corazón para reírse, pero juega con todo; es frívola, hueca, irreal. 39

En otras ocasiones, el humor puede ser el mecanismo de defensa de los tristes, una luz arrojada a la oscuridad. A veces es el arma cruel de los orgullosos o inseguros, ostentado como una mueca o un desprecio sarcástico. 40A veces es el arma brillante de la justicia, cortando tanto la tristeza como el pecado.

Creo de corazón que puede haber tanta santidad en una risa como en un llanto; y que, algunas veces, reírse es el mejor de los dos, porque puedo llorar, y estar murmurando, y quejándome, y pensando toda clase de amargos pensamientos en contra de Dios; mientras que, en otro momento, puedo reírme con la risa del sarcasmo contra el pecado, y así evidenciar una santa seriedad en la defensa de la verdad. No sé por qué la mofa debe ser entregada a Satanás como un arma para usar contra nosotros, y no puede ser empleada por nosotros como un arma contra él. Me arriesgaré a afirmar que la Reforma le debió casi tanto al sentido de lo ridículo en la naturaleza humana como a cualquier otra cosa, y que esas sátiras y caricaturas chistosas, que fueron emitidas por los amigos de Lutero, hicieron más para abrir los ojos de Alemania a las abominaciones del sacerdocio que los argumentos más sólidos y pesados contra el Romanismo. 41

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