En este trayecto, esperamos que el lector se ubique también él como un emisario de su cultura, y pueda adentrarse en la riqueza y el significado de esta diversidad. Desde esta perspectiva, éste es un diálogo incompleto a la espera de ser continuado por las competencias del lector. El texto está plagado de intersticios, de oscuridades, de espacios en blanco que le dejan a quien lo lea la tarea de colaborar con él.
Si el psicoanálisis del siglo XXI es multicultural y multilingual, el de familias y parejas no es una excepción a la regla. Pero el deseo de acercarnos a las diversas caras que adopta el malestar en la cultura, bien vale este esfuerzo. Para quienes pensamos que el lazo social conlleva un inevitable e intrínseco sufrimiento, la exploración de éste en el marco del encuadre psicoanalítico con familias y parejas resulta un desafío pujante e inquietante, guiado por los mismos anhelos de Freud cuando aspiraba a trocar la miseria neurótica en sufrimiento ordinario.
Aún hoy, cuando se declara a diario que la familia moderna está en riesgo de extinción o que la pareja estable resulta de dudosa estabilidad, sigue resultando enigmático atender a preguntas sencillas y complejas: ¿por qué se junta la gente? ¿Por qué no pueden juntarse o permanecer juntos? ¿Qué se esconde detrás de los reproches y recriminaciones? ¿Cómo comprender la conformación del lazo social?
Preguntas éstas que no surgen de una reflexión general acerca de la condición humana, sino que provienen de la observación e intervención en el campo clínico mediante ese instrumento extraordinario que nos provee la disciplina psicoanalítica. Por eso, son estos, diálogos clínicos. Porque se interrogan a su vez por la acción terapéutica del método, porque rescatan el valor de la palabra en el marco de esa relación tan especial que es la relación analítica en la que confluyen la investigación y la cura, en la cual el deseo de analizar constituye el único deseo que le cabe al analista en su imperativo de abstenerse de influir sobre su paciente según sus propios anhelos o ideales.
Quien se adentre en la lectura encontrará familias y parejas que han llegado a los consultorios de analistas en busca de aliviar sus sufrimientos.
Haciendo historia, es el capítulo que abre el libro, en el cual Roberto Losso y Rodolfo Moguillansky trazan sus personales recorridos por los acontecimientos conceptuales, clínicos y políticos que contextualizan el estado actual del psicoanálisis con familias y parejas en Latinoamérica, especialmente en Argentina. También con un estilo personal Guillermo Bigliani nos hace partícipes de su propia perspectiva sobre cómo han llegado a él, en Brasil, los aportes locales e interregionales de la clínica vincular.
El capítulo 2 describe el abordaje que Anna Nicolò implementó en el tratamiento de una familia cuyo hijo permanecía aislado y reticente a los tratamientos individuales. Ella destaca la importancia que le asigna al trabajo sobre la narrativa biográfica compartida durante sesiones de terapia familiar; esto cobra especial relevancia, a juicio de Nicolò, en relación a las memorias traumáticas que, cuando se desmienten bajo la forma de secretos, pueden dificultar la organización de la historia individual de cada miembro en la familia, alterando la singularidad, no menos que la dinámica familiar. En su comentario del caso, Janine Puget señala sus divergencias, especialmente en lo referido al uso del pasado histórico que puede operar como resistencia e instalar a la familia en un pasado circular que les impida ver el presente. Cuando se interroga por el uso de los sueños en el análisis de familias entrevemos la riqueza que puede sedimentar al poner en contacto dos miradas diferentes. El lector se encontrará aquí con un vívido ejemplo de la brecha que el libro deja abierta como exigencia de trabajo de pensamiento para el clínico y teórico del psicoanálisis vincular y esperamos que le despierte resonancias personales para continuar este diálogo incompleto. Richard Zeitner, estimulado por el caso, hace un ejercicio en esta dirección, al evocar los aportes desde el pensamiento sistémico a la concepción del aglutinamiento agregando a su comprensión, a propósito del material, sus hipótesis de la dinámica inconsciente basándose en su modelo de las relaciones objetales y recalcando la importancia de la transmisión transgeneracional que se congela en mitos familiares que afectan las relaciones interpersonales.
El sugerente título que encabeza el siguiente capítulo, “Cuando 1 + 1 > 2 pero nunca 3”, nos hace partícipes de las reflexiones de Mary Morgan y Lissy Abrahams al tratar en co-terapia una pareja con dificultades en la capacidad de saber que en la relación hay dos y sugieren que cuando la función de tercera posición, o de “estado mental pareja” falta en la relación, con suerte, la pareja podrá internalizarla como parte del proceso analítico de pareja. Caroline Sehon y Sonia Kleiman comentan el caso desde miradas diferentes; la primera, refiriéndose a las ansiedades y defensas efecto del hecho de estar relacionados, como así también la curiosidad narcisística, entre otros tópicos de interés. Kleiman discute desde la teoría vincular las pre-concepciones que pueden pre- determinar el campo de observación, recalcando la importancia de lo que denomina “la situación”, con hincapié en el presente y el “hacer con” en el campo vincular.
Patrick y Margaret son una pareja mayor cuyo caso relatan Timothy Keogh y Cynthia Gregory Roberts en el capítulo 4, para ilustrar la dificultad en la elaboración de un duelo prohibido y el trabajo con la repetición traumática. Asistimos a la experiencia de co-terapia y a la introducción del artificio técnico que ellos denominan “conversación reflexiva” entre los miembros de la pareja terapéutica, como herramienta que colabora en la deconstrucción del bastión defensivo que mantenía a la pareja en un duelo congelado que los llevaba a interminables peleas. Con humor, Guillermo Bigliani comenta seriamente su propia lectura del caso, introduciendo la perspectiva transgeneracional; allí se pregunta de qué modo la historia de Australia puede haber impactado en los progenitores de los integrantes de esta pareja y aventura que podría inconscientemente estar siendo re-actuada por ellos; podemos observar en su comentario uno de los aportes rioplatenses a la comprensión de lo vincular, la inclusión de la dimensión transubjetiva; asimismo, él acentúa la importancia de la actualidad –y no sólo la historia– en la producción de subjetividad y en la constitución de lo inconsciente, un inconsciente abierto a los efectos instituyentes del vínculo y no sólo determinado por el pasado histórico, infantil y singular. Así, quizás inadvertidamente, propone considerar una “neurosis actual matrimonial”. Silvia Nussbaum, en su comentario, nos lleva de la mano para que podamos seguir de qué modo se posiciona ella para comprender un material. En el estilo de su texto, comparte con el lector las preguntas que se formula y las respuestas tentativas que va encontrando, aportando perspectivas a veces divergentes con los autores. De este modo, nos ilustra cómo a su parecer, las teorías implícitas que los terapeutas tienen condicionan el despliegue ulterior del material asociativo. Un ejemplo de ello es la hipótesis del determinismo traumático infantil en el que se apoyan Keogh y G. Roberts que los conduce a intervenir inicialmente con preguntas dirigidas a cada uno de los miembros de la pareja, lo que a su juicio, prefigura el material posterior.
Al arribar al capítulo 5, los niños ya han entrado al consultorio y también otro estilo de comunicación por parte de Regina Rahmi, quien nos presenta el caso de una familia con niños, sus acciones lúdicas, el movimiento, sus dibujos coloridos. El material hablará por sí mismo, ya que la analista se abstiene de sus comentarios. Serán Ricardo Rey y Zuli O’Neill quienes nos propondrán sus hipótesis teóricas. El primero, acentuando su comprensión etiológica de la dinámica familiar, la determinación de la conflictiva parental en la sintomatología del niño por quien consultan, y sobre quien los padres transfieren un objeto tiránico proveniente de sendos pasados, lo que dificulta, a su entender, el lugar del niño como enigmático; esto le permitiría un desarrollo en el que su subjetividad tuviera espacio de emerger. La segunda, haciendo hincapié en su entendimiento del aquí y ahora de la sesión de análisis, propone cómo el síntoma por el cual el niño es diagnosticado –su déficit atencional– puede ser comprendido, paradójicamente en la extrema atención que el pequeño presenta a la interacción familiar en la sesión, acentuando la importancia de comprender la producción subjetiva que tiene lugar en la situación analítica.
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