María me cuenta que su objetivo no es solo ayudar a la población, sino también crear un protocolo de actuación que se pueda exportar a más lugares del planeta incluyendo el análisis de necesidades de formación, colaboración con autoridades y asociaciones locales y labores de concienciación social. Uno de los aspectos más importantes del programa es conseguir la autosuficiencia de la población en el menor tiempo posible: «Uno de los objetivos es que las labores de desarrollo continúen en nuestra ausencia; por eso formamos personas locales en las competencias clave detectadas de modo que estas a su vez puedan continuar, de forma remunerada, la labor formativa en esa comunidad y también en comunidades vecinas; de ahí la importancia de colaborar estrechamente con las autoridades regionales, para que comprendan la importancia y el impacto positivo de esta intervención y fomenten la expansión del proyecto a otras comunidades». Para Inakuwa, la figura del formador no es un mero transmisor de conocimiento: «Para nosotros va mucho más allá de impartir la materia: los formadores están atentos a la aparición de nuevas necesidades dentro de su especialidad que tal vez solo ellos pueden ver, investigan posibles mejoras, hacen labores de campo para mejorar sobre la marcha el curso o bien crear las bases para otro diferente más potente».
Inakuwa quiere de verdad marcar una diferencia en la autonomía de las mujeres, por eso hace estudios sobre qué oficios o maneras de ganarse la vida pueden ser más viables y accesibles para la comunidad, siempre partiendo de iniciativas de las propias mujeres y poniendo las decisiones importantes en sus manos: «Queremos ser facilitadores, catalizadores; no queremos que la comunidad dependa directamente de nuestra actuación». Así, María me cuenta que plantearon crear una piscifactoría; Inakuwa visitó hasta quince que se encontraban en una zona similar para valorar su viabilidad atendiendo al clima, el terreno o las comunicaciones. Tras el estudio constataron que no solo era viable económicamente, sino que también respondía a una necesidad real como suministro de proteínas de origen animal: «Ya estamos creando la piscifactoría y son ellas quienes deciden el tamaño de las piscinas, las especies de peces o la organización del mantenimiento. Ellas controlan el proceso, nosotros las ayudamos en el camino y nos aseguramos de que esas mismas mujeres locales que están adquiriendo este conocimiento lo pasen al resto de la población cuando ya no estemos». María me cuenta la importancia de trabajar con las autoridades locales: «Evidentemente esto no podría tener tanto impacto sin contar con el apoyo del gobierno local; en este caso, además, las autoridades accedieron a proporcionar el agua para la piscifactoría de forma gratuita siempre y cuando el espacio se utilizase también para dar formación de emprendimiento a otras personas que deseen aprender de su experiencia –continúa más seria–. Son los gobiernos los que deberían estar haciendo esta labor; para concienciarlos creamos sinergias y relaciones profundas donde en reuniones semanales nos pedimos colaboración mutua y aprendemos unos de otros; les damos información de campo sobre las necesidades reales de las mujeres con las que trabajamos a nivel sanitario, económico, etc., para que conozcan mejor el perfil de su población y puedan así planificar políticas de desarrollo útiles».
María me cuenta que uno de los objetivos colaterales de Inakuwa es fomentar la concienciación social en el mundo occidental –en particular en Madrid y en España– a través de diferentes iniciativas: jornadas de puertas abiertas, mostrar África en positivo a través de documentales, «para que la gente sepa que África no es esa imagen oscura; al contrario, África es luz, color, ideas, iniciativas, cultura». Inakuwa también está en contacto con la Universidad Complutense de Madrid para tratar de introducir asignaturas relacionadas con la Agenda 2030 de la ONU para el desarrollo sostenible, así como en colegios e institutos: «Si conseguimos que los jóvenes en particular y la sociedad en general tengan en cuenta otros factores más humanos, conscientes, contributivos además de los económicos, tendremos un impacto muy grande en todo el mundo ya que esa humanidad y ese deseo de contribución lo podrán difundir en los contextos donde ejerzan».
Sí, querido lector, ¡yo también me he enamorado de María! Qué duda cabe de que la sociedad del futuro, como bien dice Jordi Pigem en su libro Buena crisis, será «postmaterialista»… O no será. Construir la sociedad del futuro requerirá ir más allá del fin puramente instrumental de tu profesión; requerirá hacerse la pregunta: ¿en qué sentido el mundo puede ser un lugar mejor a través de mi trabajo?
En una de nuestras últimas entrevistas personales, en mayo del 2019, María estaba terminando el segundo curso del grado de Medicina y habíamos acordado vernos para revisar mis notas de su historia. Había pasado un año aproximadamente desde nuestro primer encuentro en aquella cafetería en Madrid cuando, al poco de comenzar nuestra charla me dice: «Iván, hay algo importante que quiero decirte… ¡Espero que no me mates!». Aquí, sin lugar a dudas, comienza una de las grandes lecciones que nos transmite esta historia: «¿Qué sucede?» pregunté intrigado. «Pues, verás, con todas las vivencias que he tenido en los últimos meses tanto personales como con Inakuwa, he tomado una decisión importante –María continúa con una sonrisa de oreja a oreja–. He decidido comenzar el curso que viene un doble grado de Ciencias Políticas y Filosofía y dejar Medicina en un segundo plano».
¡Bum!
¿Mi reacción? Felicitarla por la decisión. «En cierto modo no me sorprende –le dije sonriendo–; esta es justamente una cualidad que me he encontrado en todos vosotros: estáis constantemente haciendo ensayo y error, reciclando vuestros objetivos y tomando nuevas decisiones acordes a vuestra experiencia. ¡Enhorabuena por la decisión!». María se echó a reír. «No te creas, ¡no ha sido una decisión fácil! Mis allegados me han insistido en que continúe estudiando Medicina; así y todo, la decisión está tomada y ya he movido todos los hilos para comenzar el doble grado en septiembre». Como el lector irá descubriendo, son justamente estas decisiones difíciles las que a la larga hacen que nuestros protagonistas terminen encontrándose a sí mismos y aportando a los demás desde su verdadera esencia como seres humanos.
Las personas de este libro se dedican a lo que aman y son talentosas porque siempre han sabido escuchar a su corazón y centrarse en aquello que sentían que tenía más sentido a cada instante; esto es justamente lo que hace que no les cueste y que hagan fácil lo difícil. Así, María no comenzó a estudiar Medicina solamente porque se le daba bien, ni mucho menos porque tenía salida. A María le apasiona aprender, le encanta trabajar en equipo y, además, a cada momento estudia algo que siente que es importante para marcar una diferencia en el mundo. Esto, amigos, es lo que hace que, en realidad no le cueste estudiar. María había alineado su pasión –aprender– con su deseo de contribuir a través de una profesión de acción directa como ser profesional de la salud. «Al principio creía que estudiando Medicina también podía aportar mi parte al mundo ya que siempre he creído en la acción directa; tenía la sensación de poder salvaguardar directamente el bien más preciado e inalienable: la vida. Finalmente me di cuenta de que si lo que quería era hacer llegar una ayuda de calado a la población debía estudiar algo más enfocado a poder actuar desde instituciones públicas; ahí es donde creo que hay más medios y más rango de maniobra. Hay una cosa de la que estoy convencida: estos dos años en la universidad han sido muy importantes para tener más seguridad en mí misma cuando hago labores de voluntariado de campo». Así, debido al modo tan holístico y abierto que tiene María de ver la vida, no solamente estudia en la universidad, sino que en paralelo se forma en la Escuela de Liderazgo Universitario para aprender más sobre sí misma y cómo relacionarse eficientemente con otras personas a través del conocimiento de la historia, la antropología, los derechos humanos o la espiritualidad.
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