En este punto quise retarla un poco y le pregunté acerca de la posible oportunidad perdida por no estudiar en EEUU, si no perdió un tren que solo pasa una vez. María me mira a los ojos y con voz firme me dice: «Creo que si eres bueno haciendo lo que haces te abrirás camino allá donde estés. En este sentido creo que es más importante encontrar tu sitio donde realizarte como persona que el hecho de estudiar en una determinada universidad». María tiene confianza plena en que conseguirá llegar a buen puerto siempre que siga el camino marcado por su corazón, por su intuición y por su buen hacer; es su forma particular de proporcionarse confianza, motivación y suerte. Aquello no fue una oportunidad perdida. Aquello no fue un tren al que había que subirse simplemente porque pasaba. ¿Sabes? Los trenes están pasando constantemente, a todas horas. Más importante que subirte al primer tren que se cruce en tu vida es preguntarte: ¿a dónde quieres ir? Y luego súbete al tren que va en esa dirección.
Proyecto Inakuwa4
Era mayo del 2017. Estando todavía en Estados Unidos, María recibió una llamada. Al otro lado del teléfono estaba Jesca, una abogada tanzana que había dado con ella a través de una conocida común que sabía de su experiencia educativa en Ghana. Jesca tenía una propuesta para María: liderar un proyecto ese mismo verano que perseguía aumentar la independencia de un grupo de unas setenta mujeres utilizando la educación como medio para conseguirlo. La idea de organizar esas formaciones cautivó a nuestra protagonista: «Tuve la sensación de que aquello era importante, así que acepté la propuesta. Para llevarlo a cabo tenía claro que no solo necesitaba volver a Madrid para darle verdadera forma a ese proyecto, sino que también haría falta más tiempo para montar un equipo serio y competente que afrontase ese reto con garantías; finalmente le propuse a Jesca tenerlo todo listo para el verano del año 2018». A su regreso a España en septiembre del 2017, nuestra protagonista se matricula en Medicina y a su vez siente la necesidad de reconectarse con el mundo de la cooperación directa: «Aunque había colaborado puntualmente con Cruz Roja en EEUU, quise volver a vivir una experiencia como voluntaria así que pasé varios días en el centro BASIDA de un pueblecito de Ávila donde reconecté con la Humanidad a través de historias asombrosas, y algunas también trágicas, pero que representan el mundo en el que vivimos». María me cuenta por ejemplo que en aquel centro conoció el caso de una persona de Burundi que atravesó toda África, cruzó el Mediterráneo y al llegar a España contrajo el SIDA y terminó en una silla de ruedas. Historias como esta avivaron en ella la llama del voluntariado y la cooperación, así que tras aquella temporada como voluntaria decidió volcarse en el proyecto de formación en Tanzania que posteriormente daría nacimiento a Inakuwa.
En todas sus experiencias previas –África, EEUU, Bachillerato o BASIDA– se había percatado de que a la hora de resolver un problema, siempre surgen más ideas, enfoques diferentes y más soluciones trabajando conjuntamente con otras personas: «Cuando trabajas en equipo todo se multiplica; la energía que se genera es mucho mayor así que el impacto que consigues ahí fuera es mucho más grande. Además, trabajar en equipo hace que no te sientas solo y convierte la experiencia en algo mucho más enriquecedor y divertido. Solo le veo ventajas». Con esta filosofía lo primero que hizo María fue reclutar gente para su proyecto de formación en Tanzania: «Empecé a explicar el proyecto a un montón de personas de confianza y me alucinó la aceptación que tuvo –cambia la voz a un tono más agudo y hablando más rápido me dice–: Yo no entendía nada, ¿cómo podían confiar en mí cuando les decía que íbamos a impartir formación en materias de las que todavía no teníamos ni tan siquiera temario y a través de una organización que por entonces era inexistente? Ante mi sorpresa muchas personas se sumaron al proyecto». Esta es otra de las cualidades de los protagonistas de este libro: inspiran. ¿Por qué? Porque la causa a la que sirven es tan importante para ellas que consiguen convencer –y conmover– a otros para que los acompañen en el viaje. Son 100% pasión y energía, y eso basta para embelesar a las personas y conseguir animarlas y hacerlas partícipes del proyecto.
En uno de mis viajes a Madrid tuve la oportunidad de compartir una comida con algunos de los vocales de la ONG y les hice esa misma pregunta: «¿qué hizo que os subieseis al carro?». He aquí la respuesta: «Por un lado me parecía una locura, aunque por otro veía a María tan entregada y entusiasmada que quise unirme al proyecto». Una vocal me dijo: «Me parecía todo un tanto precipitado, una locura, aunque viniendo de María ni me lo pensé. Si María creía que aquello era factible es que efectivamente se podía llevar a cabo». Así, una vez que aunó un equipo mínimo, comenzaron a presentar el proyecto en clases de la universidad para captar a voluntarios que los ayudasen a dar los primeros pasos: constituir la ONG, crear la web, captar y gestionar fondos, administrar redes sociales y un largo etcétera.
Durante la creación de la ONG, María tenía claro que los formadores tenían que ser jóvenes estudiantes: «Parte de lo que quiero demostrar es que los jóvenes podemos aportar mucho a la sociedad; con este proyecto ponemos en valor y en el centro del mapa la función de los jóvenes ya que siento que en general no nos tienen demasiado en cuenta –y continúa–: la acogida desde la universidad fue fantástica y nos dejaron presentar el proyecto en Madrid, Barcelona y otras ciudades donde contábamos la importancia de la educación para conseguir sociedades más libres. Era alucinante ver cómo las personas se acercaban tras la presentación para saber más y ofrecerse para colaborar». María hace hincapié en que su objetivo era no solo implicar a estudiantes, sino también demostrar que se podía hacer una labor profesional y directa: «Creo que el problema actual con la cooperación es que no se sabe muy bien lo que se hace cuando donas dinero; en organizaciones como Inakuwa damos la posibilidad de hacer una cooperación directa, bien haciendo trabajo de campo como formador o bien como gestor de alguno de los departamentos».
¿Qué labor hace exactamente Inakuwa? En muchas culturas, la mujer juega un papel vertebrador: es quien cría a las nuevas generaciones y, si consigue mejorar su calidad de vida a la par que gana confianza y autonomía –por ejemplo, aprendiendo a leer y escribir o accediendo a un trabajo digno–, estas mejoras se proyectarán también sobre el resto de la comunidad. En el momento en que escribo estas líneas
–verano del 2019– María se encontraba en el pueblo de Rau, en Tanzania; «Les damos formación básica en aquellos ámbitos que, tras una investigación previa con Jiendeleze, una ONG local, consideramos que pueden tener más impacto en la vida de estas mujeres y de la sociedad en general en el corto plazo. Por ejemplo, educación sexual para que comprendan mejor su cuerpo, alfabetización y matemáticas para que puedan gozar de un grado mínimo de independencia y confianza en sí mismas, nutrición para que mejoren su dieta con los productos que tienen a su alcance, clases de cerámica para que puedan tener utensilios de cocina básica con la tierra de su propia aldea, o clases de costura, para que aprendan un oficio y ganen autonomía accediendo a un trabajo digno». María me habla de otras formaciones como la agricultura, importantísima para el sustento de la población: «Hasta el año pasado los huertos se echaban a perder en la época de lluvias; tras una investigación previa, decidimos enseñar la técnica del bancal profundo y la comunidad la aplicó al huerto común; su rendimiento ha mejorado muchísimo y esto ha animado a más mujeres a asistir al curso este año para que esos conocimientos los puedan aplicar a sus huertos individuales –continúa animada–. Estamos muy contentos, la verdad. El primer año estuvimos un mes en Tanzania, pero este año, el 2019, ya hemos tenido que crear dos grupos para cubrir julio y agosto. El trabajo del primer año generó mucho interés en las mujeres y este segundo año muchas más se han interesado por los cursos que ofrecemos, incluso ya estamos instruyendo a personas locales para que continúen la formación en algunos aspectos críticos que impactan en su economía y confianza personal como son la alfabetización, las matemáticas, la costura o la economía básica para montar un negocio». En realidad, Inakuwa consigue algo maravilloso: crear un lugar de encuentro entre las mujeres –más allá de un espacio de formación–, donde hablan de sus verdaderos problemas, inquietudes y necesidades que a su vez se materializan en nuevas iniciativas y proyectos.
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