En palabras de Michael Hardt y Antonio Negri (2002), la reflexión biopolítica contemporánea propone entender que la gubernamentalidad contemporánea asume la forma del Imperio, en el que los dispositivos de control tienen por objeto la constitución de una subjetividad específica: una productividad de productores (la cual implica los consumidores), un diseño amplio de la subjetividad desde modalidades de control difusas, pero efectivas, entre las que se puede incluir la educación. Hardt y Negri (2002) consideran que las instituciones de encierro y de disciplina están por desaparecer y las modalidades actuales del control ya no son las planteadas por las instituciones de encierro. En la actualidad, el control y la sujeción de la libertad están determinadas por el modelo productivo del capital global. Esta perspectiva puede atribuirse al grupo de pensadores que manifiestan ocuparse de la biopolítica, término acuñado por Michel Foucault para señalar el interés del poder por los procesos biológicos y productivos y que terminan estableciendo los modos válidos de la vida social y de la subjetividad (Hardt y Negri, 2002). Esto significa, en primer lugar, que la constitución subjetiva de la sociedad actual está determinada por este modelo productivo en el que se entrelazan la sociedad disciplinar y la sociedad de control y, en segundo lugar, que los procesos económicos actuales devienen espacios para la producción de subjetividades capitalistas.
Por tanto, los análisis biopolíticos presentes permiten sospechar que los modelos y procesos económicos actuales están siendo dirigidos hacia una nueva producción de la subjetividad que ya no pretende señalar los límites cerrados de la producción fabril, propia de las disciplinas, sino llevarla a todos los contextos en los que el sujeto actúa. La producción de subjetividad se desterritorializa de las parcelas de la disciplina para invadir toda la vida social.
Si es comprendida en sentido clásico, en tanto libertad de opinión, la libertad no solo no es negada, sino que al contrario es solicitada por el nuevo régimen de acumulación. Se convierte en recurso productivo indispensable y fuente de identidad para el “creativo” y el knowledge worker. Por lo tanto, solo si se encarna en la autonomía del saber vivo, la libertad se convierte en crítica radical de la explotación y no simplemente de relaciones de poder (Colectivo Edu-Factory, 2010, p. 48).
Al respecto de la Universidad colombiana, Santiago Castro-Gómez, refiriéndose al trabajo La universidad productora de productores: entre biopolítica y subjetividad (Martínez, 2010), dice:
La producción biopolítica de la subjetividad no se trata solo de que las universidades colombianas se estén convirtiendo en empresas capitalistas, sino que los individuos que compran en ellas servicios de educación superior aparecen también como máquinas empresariales. Según Foucault, la racionalidad neoliberal hace del trabajador (y no solo del trabajo) un sujeto capaz de calcular e incrementar al máximo su “capital humano”. Asistimos a la emergencia del sujeto entendido como empresario de sí mismo, en tanto que singularidad maquínica que genera su propia capitalización. Mientras que los programas de maestrías y doctorados son para las universidades colombianas un negocio creciente, para los “consumidores” son la oportunidad para devenir empleable mediante el aumento del propio “capital humano”. Si alguien quiere ser competitivo en una economía del riesgo, entonces debe ser capaz de innovar, de convertirse en un creador de conocimientos nuevos rentables para la empresa. De este modo, la entrepreneurship no es solo patrimonio de las grandes universidades, sino que pasa a convertirse en un modo de existencia individual (Castro-Gómez, 2010, p. 21).
Esto significa que de los procesos económicos devienen espacios para la producción de la subjetividad, “producción de productores” que no se organiza ya solamente desde dispositivos de corte disciplinario, sino desde una captura y un diseño biopolítico de la subjetividad, en el sentido del término construido por Michel Foucault y ampliado por Gilles Deleuze y Antonio Negri, que implica la percepción de la vida misma como empresa y la potencia como “capital humano”. La producción de esta subjetividad desde las técnicas gubernamentales del liberalismo supone entonces la emergencia de una forma vital productiva que no solo está regulada por las leyes del mercado, sino que ahora convierte todo un modelo social capturado por la “empresa”, en el cual la deuda es una inversión en la propia subjetividad en términos de ser o devenir empleable. Se trata de las características del “sujeto competente y competitivo”, desde el cual se entiende la educación como una herramienta constante en la producción y el mantenimiento de la subjetividad (Martínez, 2010).
Asistimos a una transformación de la relación capital/trabajo opuesta, si bien de dimensiones comparables, a la que [Antonio] Gramsci había anticipado, en los años treinta, en Americanismo y fordismo [Henry Ford]. Durante la posguerra, el crecimiento fordista representaba la hegemonía de la lógica del desarrollo del capitalismo industrial fundada sobre tres tendencias principales: la polarización social de los saberes, la separación entre trabajo intelectual y trabajo manual y el proceso de incorporación de los saberes en el capital fijo. La crisis del fordismo ha vuelto a poner en discusión estas tendencias, haciendo aparecer una nueva configuración postindustrial del capitalismo: el capitalismo cognitivo, o más bien un sistema de acumulación en el que el valor productivo del trabajo intelectual y científico deviene dominante, mientras el elemento central de la valorización del capital pasa directamente a través del control y la transformación del conocimiento en una mercancía ficticia (Vercellone, 2010, p. 83).
En este caso, la revolución informática es vista desde un lugar más complejo al encontrar su vínculo con el capitalismo cognitivo. Se aclara que las TIC funcionan correctamente si hay un “saber vivo” que se encuentre en condición de utilizarlas, “ya que es el propio conocimiento lo que gobierna el tratamiento de la información, que de otra manera resultaría un recurso estéril, como el capital sin el trabajo” (Vercellone, 2010, p. 84).
Por esta razón, se encuentra que el capitalismo cognitivo corresponde a una difusión del saber que es posible al implementar la escolarización de masas: “El conocimiento es cada vez más conocimiento compartido. Y la calidad intelectual de la fuerza de trabajo, en ruptura con el capitalismo industrial, ha traído la afirmación de una nueva primacía del saber vivo, movilizado por los propios trabajadores, frente a un saber incorporado al capital y a la organización managerial de las empresas” (Vercellone, 2010, p. 84).
El tema de la flexibilidad se introduce como una forma de comprender o justificar la lógica del capitalismo cognitivo, y se explica al afirmar que
[…] una opción neoliberal, indica la necesidad de poner en discusión la “rigidez” del mercado de trabajo que impide a los asalariados y a las profesiones adaptarse a las fluctuaciones de la actividad económica. Flexibilidad es aquí sinónimo de precarización generalizada y esto puede comportar efectos catastróficos en la utilización de los saberes. La producción de conocimiento necesita, de hecho, de un horizonte a largo plazo y de una seguridad en la renta que permita a los trabajadores invertir en una formación continua (Vercellone, 2010, p. 85).
En general, es como si en el nuevo capitalismo del conocimiento, el tradicional proceso industrial de desvalorización de la fuerza de trabajo fuera sustituido por un proceso de descualificación que pasase de modo masivo por la precarización. La convergencia entre las tres dimensiones de la cualificación (individual, salarial y del empleo) se enfrenta así a una estrategia que apunta a infrarremunerar a los asalariados titulados, clasificándolos en categorías profesionales inferiores respecto a su cualificación y competencia, adquirida o requerida (Vercellone, 2010, pp. 87-88).
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