En el Viejo Continente, el fútbol llega a Copenhague en 1876, de la mano de residentes británicos, y a partir de ahí se populariza en los países escandinavos.127 El decano de los clubes alemanes de fútbol se funda en Hamburgo en 1887,128 mientras que los primeros equipos del Imperio austrohúngaro ven la luz en Praga y Viena en los años 1890.
En Italia, el esférico se desarrolla a partir de los grandes centros industriales del norte de la península. En Turín, Eduardo Bosio, un comerciante italiano que había trabajado en la industria textil en Gran Bretaña, funda en 1891 la Internazionale Foot-Ball Club Torino. El fútbol milanés se practica entre gentlemen ingleses, que se reúnen en 1899 para dar vida al antecesor del Milan AC, el selectísimo Milan Cricket and Football Club. En España, un pequeño grupo de ingenieros ingleses de la región de Sunderland que trabajaban en el puerto industrial de Bilbao funda en 1894 el Bilbao Football Club —predecesor del Athletic Club de Bilbao (1898)—, mientras que en una Barcelona en pleno desarrollo industrial Hans Gamper, un suizo que se dedica a la importación y exportación, reúne en 1899 a expatriados ingleses, suizos y alemanes para crear el FC Barcelona. En cuanto a Portugal, es el aristócrata Guilherme Pinto Basto quien, tras formarse en la Downside Scholl de Inglaterra, organiza en 1888 un primer partido, reuniendo en las selectas playas de Cascais a jóvenes de la alta sociedad lisboeta.
El fútbol se implanta en París tras un viaje académico de los alumnos de la École Monge al Eton College, y también gracias a los ingleses venidos a trabajar en la Exposición Universal de 1889. Pero el primer club francés, Le Havre Football Club, ya había sido fundado en 1872 por trabajadores británicos del puerto normando, bajo el patrocinio de Francis-Frederic Langstaff, director de la South Western Railway.129
Ante el creciente éxito del fútbol en Europa, Édouard Pontié, redactor jefe del semanario deportivo francés Armes et Sports, escribe a comienzos del siglo xx: «Los equipos de football-association se multiplican por todo el viejo continente. […] Alemania y Austria, al igual que los pueblos bohemio y húngaro, han adoptado el juego. Lo mismo ha hecho Suiza, e Italia tiene buenos equipos en Turín, en Milán, en Roma y en Nápoles; en España, Madrid y Barcelona se suman por fin a esta tendencia. Dentro de poco, el sol invernal no brillará más que sobre jugadores de fútbol».130
88. Nicolas Bancel y Jean-Marc Gayman, o. cit.
89. Paul Dietschy, o. cit.
90. James Walvin, o. cit., p. 45.
91. Ib.
92. Citado en Charles Korr, «West Ham United, une rhétorique de la famille», Actes de la Recherche en Sciences Sociales, vol. 103, n.º 1, 1994, p. 57.
93. Nicolas Bancel y Jean-Marc Gayman, o. cit.
94. Tony Mason, Association football and English society, 1863-1915, Harvester Press, Brighton, 1980.
95. Citado en James Walvin, o. cit., p. 69.
96. Ib., p. 79.
97. Eric Hobsbawm, «La culture ouvrière en Angleterre», l. cit.
98. Charles Burgess Fry, «Football», en Badminton library of sports and pastimes, Londres, t. 1, 1895.
99. La vie au grand air, 24 de diciembre de 1899.
100. Aunque en la temporada 1873-1874 se creó una Scottish Cup, algunos clubes escoceses fueron invitados a participar en la Copa de Inglaterra durante cierto tiempo.
101. Bell’s Life in London and Sporting Chronicle, 18 de diciembre de 1869.
102. Richard Sanders, Beastly fury. The strange birth of British football, Bantam, Londres, 2009, p. 66.
103. Charles Alcock, Football: Our winter game, Nabu Press, Londres, 1874, p. 83.
104. James Walvin, o. cit., p. 83.
105. Jean-Claude Michéa, Le plus beau but était une passe, Climats, París, 2014, p. 62.
106. Paul Dietschy, o. cit.
107. Citado en Keith Warsop, The early FA Cup Finals and the southern amateurs, SoccerData, Nottingham, 2004.
108. The Morning Post, 2 de abril de 1883.
109. Hunter Davies, Boots, balls and haircuts. An illustrated history of football from then to now, Cassell Illustrated, Londres, 2004, p. 36.
110. James Walvin, o. cit., p. 85.
111. Charles Korr, «Angleterre: le “foot”, l’ouvrier et le bourgeois», L’Histoire, n.º 38, octubre de 1981.
112. James Walvin, o. cit., p. 84.
113. Ib., p. 87.
114. Ib., p. 85.
115. Ib., p. 90.
116. John Harding, Football wizard. The Billy Meredith story, Robson Books, Londres, 1998, p. 130.
117. Claude Boli, «Le premier syndicat de joueurs. La création du syndicat des footballeurs professionnels anglais», WeAreFootball (), 2007.
118. John Harding, o. cit., p. 126.
119. Ib., p. 135.
120. Ib., p. 143.
121. Citado en Stefano Pivato, Les enjeux du sport, Casterman, col. «xx siècle», París, 1994.
122. Pierre Lanfranchi, «La réinvention du foot en Italie», Football et Sociétés, n.º 7, diciembre de 1998.
123. Fabien Archambault, «L’autre continent du football», Cahiers des Amériques Latines, n.º 74, 2014.
124. Peter Alegi, African soccerscapes. How a continent changed the world’s game, Ohio University Press, Athens, 2010.
125. Allen Guttmann, Sports. The first five millennia, University of Massachusetts Press, Amherst, 2007, p. 241.
126. James Walvin, o. cit., p. 105.
127. Ib., p. 98.
128. Ib.
129. Alfred Wahl, Les archives du football. Sport et société en France (1880-1980), Gallimard Julliard, col. «Archives», París, 1989.
130. Citado en Joseph Mercier, Le football, puf, col. «Que sais-je?», París, 1966, p. 13.
4
Las Munitionnettes
La epopeya de las primeras futbolistas británicas
«El fútbol es un juego adecuado para muchachas ásperas, pero poco indicado para chicos delicados.»
Oscar Wilde131
«Desde el punto de vista futbolístico, el partido fue un fiasco, a pesar de que algunas parecieran comprender el juego». Este fue el mordaz comentario del Glasgow Herald tras el primer partido internacional de fútbol femenino, que enfrentó el 9 de mayo de 1881 a Escocia e Inglaterra en el Easter Road Stadium de Edimburgo. El diario escocés prefiere concentrar su atención en la vestimenta de las futbolistas: «Las jóvenes, que debían tener entre 18 y 24 años, estaban muy bien vestidas. Las escocesas llevaban camisetas azules, pantalones cortos de color blanco, leotardos rojos, cinturón rojo, botas de tacón y una capucha azul y blanca. Sus hermanas inglesas vestían camisetas blanquiazules, leotardos azules y cinturón a juego, botas de tacón y una capucha blanca y roja».
Aunque en Carstairs, en el Lanarkshire, existen referencias a juegos de balón entre mujeres solteras y casadas que datan de 1628, y más tarde también en Inverness, en los Highlands, en el siglo xviii,132 en los años 1880 el fútbol moderno, codificado hacía apenas veinte años, era un asunto exclusivamente masculino. Mientras que el golf, el tenis o el hockey empiezan a ser practicados por las jóvenes de la élite burguesa como símbolo de distinción social,133 en el seno de la sociedad victoriana el fútbol sigue siendo un feudo exclusivamente masculino y sigue estando profundamente marcado por una estricta división de sexos.
Bajo el yugo de la dominación masculina
A finales del siglo xix, la condición femenina está estructurada por la institución del matrimonio, dentro del cual toda mujer, cuyos derechos jurídicos son similares a los de un niño, debe obediencia ciega a su esposo y está obligada someterse a su papel social de protectora del hogar. Las mujeres de la working class están reducidas desde su más tierna infancia a un estado de semiesclavitud, mientras que entre la burguesía el género femenino está obligado al aprendizaje en régimen de internado de los accomplishments —«artes recreativas» como el bordado, el canto o la acuarela— con el fin de convertirse en esposas respetables y buenas madres de familia. En cuanto al cuerpo femenino, es propiedad absoluta del marido y se considera como un verdadero santuario de pureza consagrado exclusivamente a la procreación. Esta desposesión del cuerpo femenino fruto del puritanismo victoriano redunda, entre otras cosas, en un código vestimentario extremadamente estricto, sobre todo dentro de la upper class, cuyas mujeres están obligadas a llevar pesados e incómodos miriñaques, unas amplias faldas que incluían una estructura de aros metálicos.
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