Tan apreciaba era por la reina, que le buscó a Beatriz ¡un marido! Se llamaba Fernando y era un gran capitán del ejército, aunque desafortunadamente, fallecería temprano en una de tantas batallas de la época.
Beatriz se quedó entonces muy triste. Continuó prestando sus servicios fielmente a su reina, pero dedicó su esfuerzo intelectual a la escritura de textos «humanísticos» y a impulsar fundaciones religiosas donde seguía unas normas muy estrictas: ayudar a personas desfavorecidas, pobres y sin recursos. ¡A nadie más!
Hoy, en Madrid, en homenaje a esta mujer adelantada a su tiempo y una de «las damas más inteligentes del momento», se conserva el barrio de La Latina. Un distrito céntrico, ¡justo donde estaba el hospital que ella creó!
4 DE MARZO DE 1465 – 23 DE NOVIEMBRE DE 1535
SALAMANCA – MADRID
ESQUIADORA
Blanca nació después de cinco hermanos varones. Luego vendrían un hermano y una hermanita más. Toda su familia se trasladó a vivir a un precioso pueblo en las montañas. Estaba tan alto, que la nieve cubría el puerto una buena parte del año. Permanecían muy unidos y ella pasaba el tiempo jugando por las calles a «indios y vaqueros».
Allí, sobre un manto blanco, empezaron a vivir la experiencia del esquí. Bajaban unos y otros... Como Blancanieves y sus 7 «hermanitos» .
Su hermano mayor, Paco, era el más veloz. Llegaría un día a ser campeón olímpico de invierno. ¡El único de la historia de España!
Blanca no se iba a quedar atrás. Con ocho años, la entrevistaron:
—¡Seré campeona cuando sea mayor! ¡Voy a ganar!—dijo.
Al principio no le gustaba esquiar. Sentía frío y le daban miedo las pendientes heladas. Seguramente le hubiese gustado convertirse en veterinaria, pero con once años se trasladó a un centro de entrenamiento en el Pirineo. Los otros chicos y ella competían hasta que llegaba el calor y la nieve desaparecía. Descansaban unas semanas y viajaban muy lejos, allí donde nuestro verano es invierno y existe la nieve perpetua.
Años después, Blanca participó en unas Olimpiadas de invierno. Cuando estaba casi acariciando la medalla de oro—¡horror!— perdió el control de un esquí y rodó ladera abajo. ¡Qué mala suerte!
Blanca rompió a llorar... pero era tenaz. En Albertville, se convertiría en «la primera española en conseguir una medalla en los juegos de invierno». Era de broncey la consiguió en la disciplina de eslalon.
¡Ella nos hizo soñar que aquello era posible!
Ganó muchas copas, pero echaba de menos a su familia, sus amigos... Cuando se retiró, volvió a su pueblecito a vivir y reencontrarse con la niña que un día se fue para poder cumplir sus sueños de «grandísima campeona».
22 DE ABRIL 1963 – 25 DE AGOSTO DE 2019
MADRID - CERCEDILLA
CHEF Y COCINERA
Érase una vez un pueblo muy bonito en el que había una casa donde vivía Carme y su familia. En la parte baja tenían una tienda de «tocinos». Vendían butifarras, embutidos elaborados en la propia casa y alimentos de la comarca. Era como una tienda de delicatessen .
Cuando Carme se levantaba, veía frente a su ventana «una torre». Iba al colegio y, al regresar, ayudaba a sus padres en la tienda. Pero un día dijo:
—¡Compraré ese lugar frente a mi casa y montaré un restaurante!
Conoció trabajando a quien sería su marido y transformaron aquel viejo inmueble. Abrían al mediodía y ofrecían una selección de platos cuidados: quesos, patés, algún guiso, canelones, ensaladas... ¡Todo con mucho «amor» y calidad!
Lo llamaron Sant Pau. Entonces, ella era como una mujer «orquesta». ¡«Dirigía» todo! El restaurante disponía de diez mesas y era modesto, pero muy, muy coqueto. Tenía vistas a un jardín, al mar y a un apeadero del tren.
Ella había aprendido todo por sí misma. Hacía comidas con los alimentos de temporada y cuidaba a las personas que allí acudían. Una vez llegó un crítico gastronómico y realizó una valoración muy buena y se lo dijo a sus jefes, que le otorgaron a su restaurante un simbolito distintivo en forma de «estrella». Más tarde, otros inspectores le otorgaron dos estrellas, ¡y luego tres!
Carme fue cimentando su fama en un mundo —el de los grandes chefs— en manos de hombres. Recibía comensales de todos los «rincones» del planeta. Abrió otro restaurante en Japón y —¡ voilà !— tuvo el mismo éxito.
Carme es la primera española en tener esas tres «estrellitas»y solo hay cuatro mujeres en el mundo que posean esa preciada distinción.
Una noche, tras más de treinta años trabajando, reunió a amigos y les dijo que iba a servir «la última cena» y que justo después, cerraría.
¡Así lo hizo!, y hoy sigue trabajando en cumplir «otros» sueños.
NACIÓ EN 1952
SAN POL DE MAR
PERIODISTA, ESCRITORA Y ACTIVISTA
Érase una vez una niña que nació en un lindo pueblecito andaluz y recibió la misma educación que sus hermanos varones.
Carmen se casó joven con un pintor bohemio y periodista mayor que ella. Su suegro era el propietario de la empresa que imprimía el principal diario de Almería, y esto le permitió familiarizarse con ese mundo periodístico.
Un día, tras fallecer uno de sus hijos, decidió «alejarse». Se marchó a vivir a Madrid con su hija y comenzó a estudiar, al tiempo que trabajaba y se titulaba como «maestra».
A comienzos del siglo XX, colaboraba con un periódico en el que escribía la columna titulada Notas femeninas . Luego, sería contratada por otras publicaciones y se dio a conocer bajo el pseudónimo de «Colombine » . Su columna trataba de «modas y modales», introducía ideas populares de otros países, hacía campaña para legalizar el divorcio, el sufragio femenino…
Cuando viajaba, regresaba aún más «determinada y reformista».
Así creó en Madrid una reunión semanal: La tertulia modernista . Acudían escritores, periodistas, músicos, artistas... Se relacionaba con la flor y nata: Galdós, Juan Ramón Jiménez, Sorolla…
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