ANA FRANCISCA DE BORJA
ANA MARÍA DE SOTO ANA MARÍA DE SOTO MARINO MILITAR H ace mucho tiempo, en el recreo de los patios de colegio , las niñas jugaban cantando: « En Sevilla a un sevillano, siete hijas le dio Dios. La mala suerte que tuvo, que ninguna fue varón. A la hija más pequeña, le tiró la inclinación, de irse a servir al rey, vestidita de varón.. .». ¡Pues algo parecido le pasó a Ana María! Quizás por su deseo romántico de ver mundo y vivir aventuras, quizás atraída por el vistoso uniforme de algún infante de Marina… El caso es que un día cualquiera —siendo adolescente— se marchó sin decir nada y emprendió viaje a San Fernando (Cádiz). Se alistó en los batallones de Marina y embarcó en una fragata como «voluntario». Las fragatas eran barcos pequeños, ágiles, llenos de personas... Hacía falta mucha gente para manejar aquel «follón» de cabos y velas. Ana tuvo que hacerse pasar por «Antonio María», un supuesto varón de pelo castaño y ojos pardos … ¡Y pasó desapercibida! Allí recibió la instrucción propia de los infantes de Marina: hacía guardia, rendía honores, combatía a los enemigos por tierra y mar… Estuvo mucho tiempo embarcada e iba de un barco a otro y permanecía días y días sin pisar tierra. Participaba en batallas y ataques, defendía la costa y los cabos… Pero ¿cómo podía Ana guardar su secreto? Un día —pasados los años— en un reconocimiento médico, descubrieron su verdadera identidad. ¡No era un hombre! Fue obligada a desembarcar, pero como había servido durante años con «bravura y heroicidad», la licenciaron. El rey le concedió sueldo y grado de sargento y le otorgó el derecho a que pudiera utilizar en sus ropas de mujer las mismas condecoraciones que «los hombres». Ana María fue ¡la primera mujer española en ser «infante de Marina»! 16 DE AGOSTO DE 1775 – 4 DE DICIEMBRE DE 1833 AGUILAR DE LA FRONTERA – ?
ANA MARÍA MATUTE
ANA PATRICIA BOTÍN ANA PATRICIA BOTÍN BANQUERA É rase una vez un «todopoderoso» banquero que tenía cuatro hijas y dos hijos. A su hija mayor —Ana— se encargaron de darle una formación brillante: educación en colegios en Suiza, Austria, Reino Unido... Aprendió cinco idiomas y estudió entre otras, en la Universidad de Harvard. A Ana le encantaba practicar deportes: baloncesto, yudo, golf, esquí... ¡Era exigente con todo! A los diez años, suspendió un examen y se juró que « Nunca volverían a catearla ». Pensó una vez en hacerse periodista. Pero su abuela le quitó la idea y le dijo: —¡«Anapé», quítate eso de la cabeza, los periodistas se mueren de hambre! Ana destilaba «genes financieros» por los cuatro costados: bisabuelo, abuelo, padre… todos dedicaron su vida «a la banca ». Así que empezó a acumular una experiencia profesional enorme: trabajó en agencias financieras, fue presidenta de otro banco... Siempre con buena reputación, se había ganado una imagen de directiva influyente y ser una de las mujeres de negocios más acreditadas de Europa y del mundo entero. Un día falleció su padre y fue nombrada heredera de la presidencia de su gran banco, el «Banco de Santander». Los anteriores presidentes habían sido ¡siempre hombres! La discreción sobre su vida es completa y prefiere que la llamen solo «Ana». Ella piensa que el momento más importante de su vida es cuando llamó por teléfono a su marido para pedirle « que se casara con ella ». A veces viste de rojo , como los colores de su querido banco y… ¿Sabéis un secreto? ¡Su tatarabuelo y su bisabuela descubrieron las cuevas de Altamira! NACIÓ EL 4 OCTUBRE DE 1960 SANTANDER
ÁNGELA RUIZ ROBLES
ANITA DELGADO ANITA DELGADO BAILARINA Y PRINCESA DE KAPURTHALA É rase una vez unos padres que tenían un pequeño café llamado «La Castaña». En él, pronto revelaría sus inquietudes artísticas su hija. Un día, la familia se vio obligada a recomenzar la vida en una nueva ciudad. Ya en Madrid, Ana y su hermana daban clases de baile. Unos empresarios que buscaban caras nuevas, las vieron bailar y las contrataron para hacer de teloneras en el café-concierto «Central Kursaal » . Allí, «Anita» empezaría a entonar cuplés y sería testigo de movimientos culturales y tertulias entre personalidades. Su desparpajo y espontaneidad hicieron de ella una niña «única». A raíz del enlace real en España de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, la aristocracia de medio mundo viajó para asistir a la boda. En el séquito de la princesa inglesa se encontraba Jagatjit Singh (el «maharajá» —como el rey de ese Estado— indio de Kapurthala. Pensad que, por aquel entonces, la India pertenecía a la Corona británica). Una noche, el maharajá acudió al famoso teatro-café y tras cruzar el umbral y ver a Anita bailar, quedó prendado inmediatamente de ella. Él —veinte años mayor— inició una odisea para enamorarla. Enviaba flores, escribía cartas de amor… Ella finalmente se «dejó querer» y se casaron en París y luego en la India por el rito sigh . La ceremonia de entrada al palacio fue de ensueño : elefantes guiando, súbditos arrodillándose ante la nueva «maharaní» de Kapurthala… ¡Como un cuento de hadas! Anita creía haber alcanzado la gloria en un mundo lejano, pero la realidad no era tan idílica. La joven desconocía la situación sentimental de su marido ¡y él tenía más esposas y había más princesas allí! Además, dentro del palacio, la aristocracia británica no quería aceptarla por sus orígenes. La relación duró catorce años. Anita abandonaría la India y regresaría a España. Aunque se divorció, el maharajá siempre procuró la seguridad, bienestar y felicidad tanto de ella como del hijo que tuvieron juntos y al morir Jagatjit, Anita cayó «en una profunda tristeza». 8 DE FEBRERO DE 1890 – 7 DE JULIO DE 1962 MÁLAGA - MADRID
ARANTXA SÁNCHEZ VICARIO
BEATRIZ GALINDO BEATRIZ GALINDO ESCRITORA Y HUMANISTA É rase una vez una niña de cuyos padres y fecha exacta de nacimiento se tienen dudas, pues sucedió hace muchos años. Se sabe que estuvo bien educada y ya con quice años, era capaz de hablar y traducir idiomas tan difíciles como el «griego» y el «latín». ¿Tú sabes hablarlos? .. . ¡Yo diría que no! Esta habilidad y destreza no era normal en la época y menos, en una mujer. Así, llamó la atención nada más y nada menos que de la propia reina de entonces: ¡Isabel la Católica! Su destino era ingresar en un convento, pero la reina la hizo llamar para que la ayudara en la Corte. Sería camarera real y encargada de enseñarle latín, ¡el idioma de la diplomacia europea! De ahí, el apelativo cariñoso con el que fue conocida: «la Latina». Beatriz era sabia y prudente. Con el tiempo, se convirtió en la consejera de confianza de la reina. ¡Hablaban de todo! Su relación era casi de amigas y ella compartía con la reina las nuevas tendencias del Renacimiento que venían desde Italia y participaba activamente en la política de renovación del país. Tan apreciaba era por la reina, que le buscó a Beatriz ¡un marido! Se llamaba Fernando y era un gran capitán del ejército, aunque desafortunadamente, fallecería temprano en una de tantas batallas de la época. Beatriz se quedó entonces muy triste. Continuó prestando sus servicios fielmente a su reina, pero dedicó su esfuerzo intelectual a la escritura de textos «humanísticos» y a impulsar fundaciones religiosas donde seguía unas normas muy estrictas: ayudar a personas desfavorecidas, pobres y sin recursos. ¡A nadie más! Hoy, en Madrid, en homenaje a esta mujer adelantada a su tiempo y una de «las damas más inteligentes del momento» , se conserva el barrio de La Latina. Un distrito céntrico, ¡justo donde estaba el hospital que ella creó! 4 DE MARZO DE 1465 – 23 DE NOVIEMBRE DE 1535 SALAMANCA – MADRID
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