De Schutter afirma que hemos llegado al tope del sistema económico de las políticas de los precios bajos y de los alimentos a bajo precio, si a estos se les puede llamar aún alimentos, pues ahora podemos decir con certeza que no solamente no alimentan, sino que además enferman, matan. De Schutter dice que debemos salir de esas ideas y preguntarnos más bien, cómo permitir el acceso a la calidad, y no solo de alimentos, a toda la gente pobre del mundo. Mejor que buscar «alimentar al mundo», De Schutter piensa que la soberanía alimentaria debe ser permitida y desarrollada en cada región; cada región debe ser libre de definir sus necesidades, libres de producir todo lo que necesitan, libres de poder alimentarse. La soberanía alimentaria es la necesidad fundamental que las políticas de bajo costo rechazan. La agricultura orgánica, más que un sistema agronómico, es una puerta para llegar a sistemas de alimentación durables, a precios abordables, que garanticen ingresos decentes a los productores, que garanticen una alimentación de calidad —una alimentación real, debo agregar— además de contribuir al dinamismo rural. La agricultura orgánica, en consecuencia, permite lograr un verdadero bienestar en las poblaciones. De Schutter dice que se debe crear una política de alimentación integrada, pasando de un enfoque sectorial a un enfoque territorial en el que las sinergias se multiplican, donde numerosos y diversos actores logran vivir en una real y saludable interdependencia.
El exrelator especial de las Naciones Unidas para el derecho a la alimentación piensa que hay que revertir la lógica del sistema alimentario. Es muy interesante ver cómo, al buscar salir del modelo de producción actual —que es centralizado y jerárquico— se llega a la conclusión evidente de que la soberanía local es necesaria. Muchas comunidades en el mundo desean recuperar su soberanía, pero el discurso público, manejado por quienes tienen poder, les quitan valor y legitimidad calificándolas de nacionalistas, de populistas, de fascistas, de separatistas, etc. Por otra parte, los Estados tienen enormes dificultades para cubrir los gastos ligados a los numerosísimos problemas de salud pública; si la gente puede alimentarse realmente, respirar un aire sin pesticidas, beber líquidos no contaminados, vivir en lugares en los que hay muchos árboles, mirar paisajes naturales cada día, trabajar con calma, etc., muchas enfermedades dejarían de existir. Abandonar definitivamente el modelo industrial de producción de «alimentos» tóxicos es una solución real a los problemas de salud pública y de gastos públicos, pero quienes pierden, si se deja el modelo, son todas esas personas que tienen mucho poder y que han invertido y que invierten enormes capitales en las industrias de «alimentos», de pesticidas, de medicamentos convencionales, de materiales, de tecnologías, tractores, etc.
_________
59 Dufumier, 2019.
60 Durante la reunión en París para las, « 11è Assises nationales de l’agriculture biologique: mobilisation des territoires pour développer des filières de qualité , 11as. reuniones nacionales de la agricultura orgánica: movilización de los territorios para desarrollar canales de calidad ». Solana, Pascale. 2019. « Nourrir le monde, une idée périmée ! » Magazine, Culture(s) Bio, N.º 103. Enero-febrero.
«El éxito económico se traduce en mejor calidad de vida»
Uno de los hijos de una familia muy pobre de los Estados Unidos resultó ser muy brillante para los estudios académicos; diploma tras diploma, un día —aquel hombre— llegó a trabajar para la NASA. Esto ocurrió a mediados del siglo pasado, cuando el sueño americano parecía todavía posible. Luego de separarse de su primera mujer, aquel hombre de «éxito», decidió dejar la NASA y crear su propia empresa junto a su nueva esposa. Tuvieron dos hijos. Igual que sus progenitores, esta nueva pareja —de orígenes muy modestos—, soñaron para sus propios hijos: éxito económico y grandes diplomas; el hijo mayor, sin embargo, escogió para él un camino totalmente distinto. Terminados con éxito los años de preparatoria universitaria en los Estados Unidos, decidió donar a un organismo no gubernamental todos sus ahorros, que no eran pocos, quemó los últimos dólares que le quedaban en los bolsillos y se dedicó a vivir del modo más auténtico posible. Como muchos soñadores, se instaló en la parte más salvaje de Alaska y la muerte le llegó tempranamente por causa de inanición 61 .
Muchos podríamos criticar la actitud de ese chico rebelde diciéndonos que se trataba de un niño mimado, caprichoso, que —como nunca le hizo falta nada— tiró sin el menor remordimiento todo el dinero que tuvo y dejó en los suelos los anhelos de su padre y de su madre que tanto lucharon para salir de la pobreza y poder brindarle a él, una vida «mejor». Pensemos, sin embargo, en esto: la infancia de ese chico fue muy difícil porque su padre y su madre vivían metidos en oficinas trabajando duramente para poder sacar adelante la empresa que habían creado.
Para alguien que siempre ha necesitado dinero, entender lo que vivió aquel muchacho es muy difícil pues en general se cree que el dinero puede solucionarlo todo. Asimismo, se suele creer que los «países en desarrollo» vencerán todos sus males cuando el dinero no les falte, cuando se conviertan en países productivos, cuando se transformen en países «ricos». Se sueña con tener carreteras impecables, se quiere maquinaria con tecnología de última generación; se desean sistemas de transporte subterráneo y aéreos de punta, agricultura industrial y organismos transgénicos... Se quiere sentir que se pertenece al «Primer Mundo» pero, muy rara vez, la gente está consciente de que, en los «países desarrollados», toda esa alta tecnología, todas esas infraestructuras, no han logrado hacer felices a sus pobladores. Los niveles de depresión son altísimos, la gente es violenta y agresiva, muchos enloquecen, otros se suicidan. ¿Será que es el síntoma de todo niño sobreprotegido? ¿Será que el hecho de tener y tener, hace que la gente se vuelva incapaz de medir sus «privilegios»? ¿Será que realmente se trata de privilegios?
_________
61 Krakauer, 1998.
«Los avances tecnológicos mejoran las relaciones humanas»
La tecnología moderna lamentablemente no nos junta, nos aísla, nos llena de aparatos que distraen nuestra vista, nuestros oídos, nuestros pensamientos; nos dejan cada vez más solos, nos deshumanizan cada vez más. Pero todos esos aparatos se mejoran y se siguen vendiendo porque la infelicidad de la gente sigue creciendo, la soledad es cada vez más rotunda, más masiva. Niños y niñas pequeñitos crecen totalmente rodeados de aparatos, ajenos del calor humano, del contacto familiar, de los seres vivos.
Todo aquello que hace realmente felices a los seres humanos no cuesta nada, es gratuito. Pero en el sistema en el que vivimos se nos exige hacer circular dinero para que las economías se sostengan. La gente, muy obediente, gasta y gasta; gasta tiempo y dinero para cumplir con lo establecido. Si un padre y una madre dejan de trabajar para cuidar a sus hijos, la sociedad les critica porque lo que ellos hacen no genera dinero, y en este sistema, si no se genera dinero, lo que ellos hacen, no sirve. Pero si ese padre y esa madre contratan a alguien más para que les cuide los hijos y ellos mismos toman el cuidado de otros niños para ganar dinero, el sistema les paga, la gente les felicita. Una chica murió a los diecisiete años por sobredosis de droga, después de haberse siempre lamentado de que sus padres, ambos educadores franceses, se ocuparan mejor de los hijos ajenos que de sus propios hijos.
Читать дальше