Por último, la tercera casona y última en terminar su construcción, está ubicada al sur y su portal despide al sol, como también las otras dos obras de ingeniería. La diferencia de este lugar es su clima cálido, al contrario del resto de la región. Emplazado en el centro, se alza un laberinto de puzzlegrass, acompañado por una vertiente que adorna el final del verde pasadizo. La historia familiar cuenta que los hombres pueden ver a las náyades bañarse en sus aguas, un hermoso espectáculo mientras no se acerquen a ellas. Esto se encuentra resguardado por un murallón de piedra cubierto de verde moho.
Estos maravillosos lugares fueron desde el siglo XIII la escuela formadora de la encapsulada modalidad educativa familiar, luego se acoplaron a una educación externa que cambió y derribó la antigua normalidad que se mantenía hasta ese entonces. Así se enseñó a cada heredera a manejar el gran poder que llevaba en su sangre.
Nacimiento de un legado
Era el día primero del siglo XIII. Con jolgorios se recibió el nuevo año, tanta felicidad hacía que Nisa Dottirgulbrand, la trastatarabuela de Alana, se sintiera poderosamente incentivada a encontrar pronto el amor. Para esto, siguió al pie de la letra los rituales que sus amigas acostumbraban a realizar. Su padre la observaba divertido y con una sonrisa generosa en su rostro, mientras ella comía pétalos de una flor, en la cual había escrito con miel símbolos rúnicos y el nombre de su platónico amor, un hombre mayor que ninguna había podido atrapar y que sin duda deseaba para sí.
Al poco tiempo, aquel hombre inalcanzable para muchas pidió su mano en matrimonio. La complicidad de la pareja era tan dulce como la miel con la que talló aquellos pétalos en esa mágica noche; sin embargo, no duró largo tiempo. Él sentía debilidad por su mujer y por todas las otras, incluso sus amigas más cercanas. Obsesionada de rencor al enterarse de que había sido víctima de infidelidad y enceguecida por el dolor, Nisa se embarcó en una aventura que cambiaría su destino para siempre y el de toda su descendencia.
La magia era conocida en cada rincón de Escandinavia, se decía que en aquel lugar floreció desde lo más profundo de los infiernos. En el pueblo se conocía a una de sus oscuras creaciones, un ser horripilante de iracunda personalidad, pero con un poder capaz de controlar las siete leyes que convierten a cualquier ser en invencible. Poseía el poder de convertir el bronce en oro y los corazones en piedra, habitaba los rincones más profundos de la soledad, en un lugar que ni el mismísimo Odín se atrevería a visitar. El camino hacia la criatura era difícil, pero más aún encontrarla. Para esto se debía realizar un ritual de conexión previo para que el puente se mostrara. Para tal efecto era necesario seguir algunas exigencias especiales, comenzando con la escritura detallada de una carta que explicara los deseos que impulsaban el contacto; luego, durante la noche, se dejaba junto a uno de los dos candiles que permanecerían encendidos en ambos costados de la cama, solo se permitía la compañía del menguante de la luna. Bajo su luz, se elevaba una oración pautada en uno de los más antiguos lenguajes desprendidos del puente del conocimiento, llevado por Odín de su travesía por los mundos. Al realizar la invocación, una de las doce deidades discriminaba si la petición era sincera y se encargaba de realizar el paso conector hacia el oscuro ser.
Nisa, llegado el momento, a medianoche y con el destello de la luna a media luz, impulsó con lentitud el brote de las palabras de sus fríos labios y roto corazón, para cobijarse confiada en el blanco nido. Luego, besó la carta para acomodarla y dormir serena con la ilusión de una respuesta.
Esa noche, mientras la consciencia de Nisa vagaba entre sueños, recibió una visita en su habitación. Aquella presencia se sorprendió al ver su exuberante belleza, recorrió su enmarcada silueta, cubierta por sábanas de seda blanca, y sintió un enlace poderoso hacia su alma. Aquel mágico ser, alucinado de aquella sensación, comenzó a leer la carta. A medida que avanzaba entre oraciones y líneas, se ancló a los sueños de Nisa para desencadenar recuerdos de felices y amargos episodio de su vida: infancia, amores, primer beso. Hizo esto ante un impulsivo deseo de conocerla, ya que al verla tan hermosa, entre blancos y luces bajas, recibió un sentimiento palpitante de un esperanzador salvataje.
Al amanecer, Nisa descubrió que la carta no estaba. En su lugar encontró una pluma negra y la ventana abierta de par en par, mientras avanzaban hacia ella los recuerdos de un sueño extraño y se desprendían en retazos de imágenes y sensaciones ocultas tras registros borrosos.
La mañana siguiente a esa, tras un luminoso sueño, se le entregaron indicaciones para la preparación de un viaje. El puente había sido mostrado y abiertas las puertas del camino, así que tras aprovisionarse de lo necesario, montó su caballo y emprendió una aventura sin saber con exactitud cuánto duraría. La situación era bastante incierta, pero la locura cegadora de la traición, propiciada por el deseo intenso y desenfrenado de venganza, no la hicieron dudar.
Emprendió la aventura galopante, avanzaba ciega de indicaciones hasta frenarse ante dos caminos. Ambos se internaban en maravillosos parajes verdes, aunque uno de ellos lucía menos frondoso. Lo eligió, pero al darle la instrucción a su caballo para que avanzara, una pluma negra cayó frente a sus ojos con un sutil vaivén, hasta posarse en la cabeza del animal, que relinchó con brusquedad y se elevó en un acto inexplicable que casi la tumba. En cuanto logro tranquilizarlo, advirtió que era una señal y eligió el otro camino.
Continuó cabalgando durante horas con la incertidumbre de estar perdida. No obstante, percibía una extraña sensación, como si pudiesen sentir su corazón. Al verse sin rumbo de nuevo, otra pluma descendió frente a ella, haciendo que su caballo retrocediese; frente a esto, cogió con fuerza las riendas y apresuró el galope.
Cansada y bajo ruidosas hojas que se movían con el viento en lo alto de gruesas ramas, el sonido de una cristalina corriente la llamó a refrescar su sed. Reflejada en el agua, pensaba en lo poco agraciada que se veía y se culpaba por ser engañada. “¡Cómo alguien podría amarme!”, exclamaba, golpeando el agua con fuerza. Con amargura caían sus lágrimas desbordadas, al reprocharse sus historias y experiencias, mientras un amargo sabor cubría su boca. Entre tal oscuro desahogo, se durmió rendida con el alma en el infierno.
En su sueño recibió una visita, pero solo podía escuchar una voz que le dio las indicaciones sobre la segunda parte del camino, además de llevarla a un oscuro recoveco de su memoria: con catorce años, se encontraba en su habitación observando desde su ventana, muy triste. No quería ser vista, aquel chico a quien le había envuelto su corazón como regalo, la despreció bajo una horrible y lapidaria apreciación. Presa de la angustia, unos brazos cálidos la cobijaron con suavidad por sus hombros, mientras musitaban:
—Esa persona es solo un astro de un vasto universo. Una opinión o acción no es una verdad absoluta, lo que importa es la mirada que tengas de ti misma, tu mundo y la fuerza que eliges entregar para que este gire.
Al día siguiente, luego de tanto andar bajo las directrices entregadas, reconoció la cercanía de su destino. Observó a lo lejos la maravillosa boca de un fiordo y las elevadas laderas. Jamás había estado tan lejos de casa y sintió que un miedo gélido se apoderaba de su cabeza ante el reconocimiento de tan enorme belleza que, de no ser por la infortunada carta amorosa que le tocó jugar, nunca hubiera descubierto. Además, no se había cuestionado lo que en ese momento se abría como alas ante sus ojos, aquella alternativa de una vida que era mucho más que un esposo infiel y un pueblo de mentes cercadas, con costumbres y exigencias heredadas. Dudó si debía continuar, pero en ese preciso momento de cuestionamientos incesantes, escuchó tras de sí una sutil voz que ya le resultaba familiar, pues correspondía con la de sus sueños:
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