Gracias por comprar este ebook. Esperamos que disfrute de la lectura.
LAS ALMAS ROTAS
Patricia Gibney
Libro 7 de la inspectora Lottie Parker
Traducción de Luz Achával para Principal Noir
Portada
Página de créditos
Sobre este libro
Dedicatoria
Prólogo
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Carta al lector
Agradecimientos
Sobre la autora
Página de créditos
Las almas rotas
V.1: diciembre de 2020
Título original: Broken Souls
© Patricia Gibney, 2019
© de la traducción, Luz Achával Barral, 2020
© de esta edición, Futurbox Project S.L., 2020
Todos los derechos reservados.
Publicado mediante acuerdo con Rights People, Londres.
Diseño de cubierta: Taller de los Libros
Imagen de cubierta: Maria Heyens - Arcangel | Jan Lambert Photography - Shutterstock
Publicado por Principal de los Libros
C/ Aragó, 287, 2º 1ª
08009 Barcelona
info@principaldeloslibros.com
www.principaldeloslibros.com
ISBN: 978-84-18216-07-7
THEMA: FH
Conversión a ebook: Taller de los Libros
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.
LAS ALMAS ROTAS
Dos muertes, una desaparición y un secreto que pondrá a todos en peligro
Una mañana de diciembre, Cara Dunne aparece colgada en su cuarto de baño. Va vestida de novia y todo apunta a que se trata de un suicidio, pero esa misma tarde la policía encuentra otro cuerpo, el de la enfermera Fiona Heffernan, frente al hospital del pueblo de Ballydoon. Fiona iba a casarse al día siguiente y también llevaba un vestido de novia en el momento de su muerte.
La inspectora Lottie Parker intuye que estas muertes no son meros suicidios y, al comenzar la investigación, descubre otra pieza del inquietante puzle: la hija de ocho años de Fiona ha desaparecido. A partir de ese momento, Lottie se embarca en una búsqueda frenética por encontrar al asesino y salvar a la niña. Sin embargo, los habitantes de Ballydoon guardan un peligroso secreto, y cualquiera podría ser el culpable.
«Con más de un millón y medio de ejemplares vendidos, Gibney es uno de los mayores fenómenos literarios del año.»
The Times
El nuevo fenómeno del thriller internacional
Más de un millón y medio de ejemplares vendidos
Best seller del Wall Street Journal y del USA Today
A Marie Brennan, por todo.
El pequeño de cuatro años arrancó el papel y se metió el caramelo en la boca. El tofe se le adhirió a los dientes de leche. Trató de sacarlo con un dedo, pero se le quedó pegado y comenzó a llorar.
El golpe de la regla en los nudillos lo cogió por sorpresa y, durante un momento, el llanto cesó. Cuando sintió el dolor que le subía por la mano, gritó.
—¡Quiero irme a casa!
—Cállate, no digas ni una palabra más. Molestas a los demás. Mira a tu alrededor. Eres un niño malo y, si no paras, te quedarás fuera bajo la lluvia. Ya sabes que hay gente malvada, y esa gente viene a llevarse a los niños que se portan mal. ¿Quieres que te pase a ti?
El pequeño sorbió, contuvo las lágrimas y se mordió el labio; aún tenía el caramelo pegado en el diente.
—Te he hecho una pregunta, contéstame. —Otro golpe de regla, esta vez sobre el pupitre.
—No. —Sacudió la cabeza vigorosamente. No quería sentir la regla en la mano de nuevo o en ninguna otra parte. Sería un niño bueno.
—Tira ese papel en la papelera y abre el silabario.
El pequeño no tenía ni idea de cuál era su silabario.
—¡Ven aquí!
Mientras avanzaba hacia el frente de la clase, trató sin éxito de despegarse el papel del caramelo de la mano.
—Está pegado. —Con el trozo de papel adherido a sus dedos palpitantes, miró a la profesora.
Una vez más, la regla cayó con fuerza sobre su mano.
—Vuelve a tu silla.
Su primer día de colegio era incluso peor que la vida en casa. Mientras regresaba al pupitre, sintió que algo cálido le goteaba por la pierna y se encharcaba en su calcetín blanco. Sin duda, la regla volvería a visitarlo muchas veces, hoy y en los días venideros. No quería quedarse allí a esperarla. Pero ¿dónde más podía ir?
Se pasó la mañana sentado sobre los pantalones mojados; ni siquiera salió al patio cuando los demás niños se marcharon al recreo. Permaneció en el pupitre, abrió la fiambrera y mordisqueó el plátano maduro. La profesora estaba en su escritorio a la cabeza del aula; sus ojos parpadeaban con cada movimiento de la mandíbula del pequeño.
—Ven aquí —ordenó cuando regresaron los demás.
El niño levantó la vista con temor; el plátano se le atascó en la garganta.
No quería sentir de nuevo la madera de la regla, así que dejó la fruta y fue hacia la profesora. Cuando llegó al escritorio, tan alto que casi no veía por encima del borde, la mujer se inclinó hacia delante y lo agarró del pelo. El pequeño chilló al ver las largas tijeras que tenía en la mano.
—Tienes el pelo demasiado largo, casi no ves nada. Necesitas un corte.
Intentó decir que no, pero las palabras se le pegaron al paladar como el caramelo a los dedos. Le encantaba su pelo, largo hasta los hombros. Le recordaba a la foto de su madre. Tenían la misma melena.
La profesora agitó las tijeras frente a él antes de tirarle del flequillo. Lo miró triunfante mientras sostenía un mechón de pelo en la mano.
Читать дальше