ETNOGRAFÍAS NÓMADES constituye una reflexión metodológica y filosófica sobre la etnografía a partir de la propia experiencia de campo de la autora durante trece años en la zona del “desierto” del noreste y conurbano de la provincia de Mendoza, y de una constante conversación teórica con la deconstrucción y la crítica biopolítica. A partir de ese ensamblaje empírico-abstracto considera y aborda la etnografía en tres dimensiones: la del texto, la del proceso y la de la experiencia.
La autora sostiene como premisa central que la etnografía más que una herramienta es un “modo” cuya orientación la da no solo el posicionamiento teórico e ideológico del etnógrafo, sino fundamentalmente su sensibilidad, su estilo de relación, su manera de conectarse sensiblemente con el entorno de estudio. Es decir, lo que compete al orden de la experiencia, objeto central de análisis. En el orden textual y procesual, Leticia Katzer remarca la dimensión comunitaria y colaborativa del trabajo etnográfico mostrando cómo la etnografía define maneras de pensar y estar en-común que delimitan un espacio comunitario, un espacio político.
Este libro es una apuesta a una etnografía que pone como eje de construcción la sensibilidad y la creatividad, ponderando el valor caminante de los espacios desérticos y nómades. La etnografía desértica, la etnografía nómade predica el valor de la huella, del rastro como ámbito fundamental de registro y construcción de saber.
LETICIA KATZER. Licenciada en Antropología, doctora en Ciencias Naturales por la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, investigadora del Conicet. Profesora titular de la cátedra Antropología Aplicada, en la carrera de Turismo de la Universidad del Aconcagua. Coordinadora de la Red Latinoamericana de Antropología de la Biopolítica, organismo miembro de la Asociación Latinoamericana de Antropología. Autora de los libros Lavalle diverso (2017) y Hacia una antropología de la biopolítica (2018).
LETICIA KATZER
ETNOGRAFÍAS NÓMADES
Teoría y práctica antropológica (pos)colonial
Eduardo Restrepo
Este libro de Leticia Katzer puede ser transitado, como la metáfora del desierto que lo anima, de múltiples maneras. Con este prólogo no busco obliterar tal multiplicidad de posibles recorridos. Confieso que para muchos de los posibles recorridos no tengo el bagaje conceptual para emprenderlos, otros simplemente no me seducen. Prefiero asumir la parcialidad de mi recorrido en este prólogo-recorrido. Campearlo , como lector nómade que no busca dar cuenta de este, sino como síntoma de mis goces y taras.
Empiezo mi recorrido resaltando lo acertado de considerar la etnografía en tres dimensiones: la del texto, la del proceso y la de la experiencia. Esta tríada de texto-proceso-experiencia interrumpe concepciones del sentido común disciplinario que refieren a la etnografía como una técnica de investigación. Al contrario de esta visión de manual bien limitada de lo que está en juego con la etnografía, la autora propone que la pensemos en clave de estas tres dimensiones. Como texto, la etnografía refiere a unas prácticas escriturales que no son nada inocentes teórica o políticamente.
En su libro, Leticia Katzer apunta esta dimensión textual de la etnografía retomando las discusiones de las políticas de la representación etnográfica de los años 80 de la writing culture , complementándolas y complejizándolas con sus apropiaciones derridianas y de la teoría poscolonial. La etnografía como texto, como práctica escritural, supone discusiones ético-políticas sobre la figura del autor-etnógrafo y sus efectos de verdad. Para Katzer, es indispensable un desplazamiento hacia autorías colectivas e interrupciones de los efectos de verdad ontologizantes. Lo nomádico, acá inspirado en la experiencia espectral de los trazos del desierto, inspira estas autorías y desontologizaciones.
La etnografía como proceso se desmarca de la etnografía como resultado o producto. Nos invita a entender esta dimensión procesual en clave de los múltiples ritmos, agencias y disputas que articulan la etnografía. Es un proceso que enfatiza las trayectorias múltiples antes que un proceso terso y teleológico propio de la imaginación historicista. La etnografía como proceso también introduce una visión que va más allá de un proyecto de investigación concreto, para ubicar la labor etnográfica en una relación de mucho más largo aliento, que supone compromisos y afectos de años, que no se circunscribe a productos y demandas académicas. La etnografía como heterogéneo devenir, enmarcado en las contingencias, avatares y conflictividad que suelen constituir el mundo social del cual el etnógrafo no se puede sustraer, que lo preceden y que lo interpelan.
Finalmente, al plantear la experiencia como otra de las dimensiones de la etnografía, se abre un horizonte en donde la figura del etnógrafo no es simplemente la de intérprete o traductor, como ha sido argumentado desde las tradiciones hermenéuticas, sino que el etnógrafo es implicado por la experiencia etnográfica, argumento que resuena más con elaboraciones fenomenológicas o de teorías como la performatividad. La etnografía construye el sujeto etnográfico (no solo el etnógrafo sino también lo etnografiado) desde la experiencia vivida, lo que supone no solo unas estructuras de sentimiento (a lo Williams), sino que unas materialidades que insisten y se imponen (como el desierto). La epistemología nómade, el énfasis en los trazos y las presencias espectrales ilustran esta dimensión de la experiencia en este libro. Desde el contraste, tomar en serio la experiencia como constitutiva del sujeto etnográfico, puedo comprender mejor por qué mi propia etnografía, en un contexto de selva húmeda tropical con afrodescendientes, implica tonos, categorizaciones y sensibilidades distintas a las del campear.
Ahora bien, es importante no perder de vista que Leticia Katzer habla de estas tres dimensiones no de manera separada sino como una articulación de texto-proceso-experiencia. No es que por un lado está la dimensión de texto y por otro la de proceso o experiencia. En esta propuesta, que se despliega a lo largo del libro, es donde radica una de las posibles rutas de lectura que radicalmente interrumpe las comodidades y certezas de una etnografía de manual. En esto radica, a mi manera de ver, que este libro nos hable de discusiones teóricas y filosóficas junto a cuestiones de método sin separarlas de la gente (los huarpes) y las materialidades de la etnografía como lo es el desierto. Desde esta perspectiva, no se puede hablar de etnografía en abstracto, descorporalizada, deslugarizada.
En este punto me gustaría llamar la atención sobre uno de los rasgos más particulares del libro: la pertinente insistencia en articular la etnografía con la filosofía. Confieso que no puedo seguir gran parte de las elaboraciones de la autora, por mi aversión a cierta práctica escritural que transita con un estilo argumentativo que me gustaría llamar derrideano. Esto no significa que no comprenda que en este estilo radica parte importante de sus contribuciones. Pero más allá de las específicas articulaciones con ciertos autores (con los que uno puede estar o no identificado), este libro nos invita a trascender la miseria filosófica que opera en las versiones más empiristas de la etnografía, pero también permite desangelicalizar las elucubraciones filosóficas desde las mundanalidades etnográficas.
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