Sociologías de la violencia
Estructuras, sujetos, interacciones y acción simbólica
Nelson Arteaga Botello
Javier Arzuaga Magnoni
Introducción Introducción En esta obra se analizan las aproximaciones más relevantes al estudio de la violencia desde la reflexión teórica en las ciencias sociales, en particular desde la sociología. [1] Es, por tanto, una revisión de las fórmulas generales o las declaraciones abstractas —no sujetas al escrutinio de casos particulares o concretos— que ordenan los discursos racionalmente estructurados y de alcance científico que tratan de comprender y explicar la violencia. En tanto abstracciones, las teorías sociológicas se construyen a partir de presuposiciones generales sobre aquello que hace que las personas actúen, pero también apuntan a esclarecer por qué el orden social se mantiene y cómo es posible que cambie (Alexander, 2005; Joas y Knöbl, 2010). [2] Dichas presuposiciones se caracterizan por fungir como principios a priori que operan organizando la estructura y funcionamiento teóricos y pocas veces se les cuestiona en su validez. Alexander (1982) sugiere que los presupuestos generales o apriorísticos en el discurso sociológico tienden a generar dos tipos de explicación de la acción: aquellos que oponen subjetivismo versus objetivismo, y libertad versus constreñimiento; lo que en última instancia puede resumirse en la dicotomía orden normativo/orden estructural. [3] En el primero estarían los componentes no racionales, normativos y afectivos de la acción, en el segundo, las vías instrumentales y racionales de la acción. Por eso Alexander (1982) considera que el primero abre los senderos de ciertos pensamientos idealistas, y el segundo, los de carácter materialista del pensamiento sociológico. El primero da pauta a las explicaciones de la acción y el orden centradas en los aspectos normativos, el segundo, a la estructura colectiva que se expresa por medio de las lógicas materiales y externas que funcionan presionando la acción y el mantenimiento del orden. Como sugiere Joas (1993), Alexander entiende este conflicto entre aproximaciones sociológicas como una oposición entre teorías centradas en la estructura —que incluyen a toda la familia de aproximaciones economicistas, utilitarias, hedonistas y behavioristas— y aquellas de naturaleza normativa. [4]
Primera parte El orden normativo y estructural de la violencia Primera parte El orden normativo y estructural de la violencia
1 Asimetrías del poder y mitologías de la violencia
2 Estructuras sociales y simbólicas de la violencia
3 La violencia en el pensamiento social clásico
Segunda parte Sujeto, interacción y acción simbólica
1 Violencia: sujetos, actores, interacciones
2 Más allá del sujeto y la interacción
Conclusiones
Referencias
Notas
Créditos
En esta obra se analizan las aproximaciones más relevantes al estudio de la violencia desde la reflexión teórica en las ciencias sociales, en particular desde la sociología. [1]Es, por tanto, una revisión de las fórmulas generales o las declaraciones abstractas —no sujetas al escrutinio de casos particulares o concretos— que ordenan los discursos racionalmente estructurados y de alcance científico que tratan de comprender y explicar la violencia. En tanto abstracciones, las teorías sociológicas se construyen a partir de presuposiciones generales sobre aquello que hace que las personas actúen, pero también apuntan a esclarecer por qué el orden social se mantiene y cómo es posible que cambie (Alexander, 2005; Joas y Knöbl, 2010). [2]Dichas presuposiciones se caracterizan por fungir como principios a priori que operan organizando la estructura y funcionamiento teóricos y pocas veces se les cuestiona en su validez. Alexander (1982) sugiere que los presupuestos generales o apriorísticos en el discurso sociológico tienden a generar dos tipos de explicación de la acción: aquellos que oponen subjetivismo versus objetivismo, y libertad versus constreñimiento; lo que en última instancia puede resumirse en la dicotomía orden normativo/orden estructural. [3]En el primero estarían los componentes no racionales, normativos y afectivos de la acción, en el segundo, las vías instrumentales y racionales de la acción. Por eso Alexander (1982) considera que el primero abre los senderos de ciertos pensamientos idealistas, y el segundo, los de carácter materialista del pensamiento sociológico. El primero da pauta a las explicaciones de la acción y el orden centradas en los aspectos normativos, el segundo, a la estructura colectiva que se expresa por medio de las lógicas materiales y externas que funcionan presionando la acción y el mantenimiento del orden. Como sugiere Joas (1993), Alexander entiende este conflicto entre aproximaciones sociológicas como una oposición entre teorías centradas en la estructura —que incluyen a toda la familia de aproximaciones economicistas, utilitarias, hedonistas y behavioristas— y aquellas de naturaleza normativa. [4]
Si se toma como criterio de organización analítica la propuesta de Alexander, a reserva de las críticas que se le han formulado, podremos observar que una parte importante de los trabajos sobre la violencia, desarrollados sobre todo a finales del siglo xix y durante buena parte del xx, estuvieron marcados por distintos esfuerzos por explicarla y hacerla comprensible tanto desde el orden normativo como desde el estructural. Los análisis pioneros enmarcados desde cierta perspectiva de la filosofía social, como los de Georges Sorel, Walter Benjamin y Frantz Fanon, apuntaron a considerar que la violencia en las sociedades modernas tenía un origen estructural —la sociedad capitalista moderna— y normativo —los mitos y las narrativas sobre la violencia sedimentados en sus clases sociales—. Y autores como Émile Durkheim y Max Weber, desde una narrativa sociológica, pensaron la violencia como un fenómeno ligado a las lógicas de la estructura social y sus normas. Para el primero, era indispensable entender las lógicas de los sentimientos colectivos —relacionados en gran parte a las estructuras de solidaridad mecánica y orgánica— a fin de comprender la producción de la violencia. Para el segundo, los sentimientos y referentes simbólicos de las comunidades políticas y el ejercicio del poder eran el punto de partida que explicaba las formas de la violencia en las sociedades tradicionales y en las modernas. En la revisión funcionalista que Talcott Parsons hizo de estos autores, la violencia será vista, en tanto expresión de las lógicas del sistema social, como una reserva estructural y normativa del poder cuando los sistemas sociales se encuentran en crisis. Incluso, para algunas perspectivas críticas dentro del propio funcionalismo, como la de Lewis Coser, la violencia será también un reservorio de orden estructural y normativo que poseen los sistemas para su mantenimiento y reproducción.
Aun cuando las perspectivas filosóficas y sociológicas definieron un orden normativo y otro estructural de la violencia, carecieron de un planteamiento que mostrara cómo se articulaban el uno con el otro. Lo mismo habría de suceder con otros campos de la sociología, pues no será posible, pese a distintos esfuerzos, articular adecuadamente los determinantes subjetivos y objetivos de la acción violenta. Así, los posicionamientos de Sorel, Benjamin y Fanon se harán siempre en un plano filosófico que no es proclive al desarrollo de un aparato analítico cuyo propósito fuera enlazar los planos subjetivos y objetivos de la acción.
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