La conversación derivó entonces al tema de cómo escoger un buen partido para su supuesta hermana, y Jorad dio gracias por ser hijo único y no tener que preocuparse de esos asuntos. Trató de escaparse en varias ocasiones, pero una vez las mujeres veteranas se unieron a ellos aquella tortura se prolongó hasta lo inimaginable. Por fortuna él no era el único que necesitaba dormir y cuando el jefe de las caravanas decidió que era hora de acostarse todos hicieron lo mismo.
Sus últimos pensamientos del día antes de que el sueño lo abatiera fueron para la muchacha de grandes ojos azules. Aún no sabía su nombre, algo imperdonable dado que viajarían juntos a la mañana si guiente y se prometió que lo primero que haría al despertar sería preguntarle cómo se llamaba.
No bebió mucho la pasada noche, sin embargo sufría de una tremenda resaca como pocas veces antes había sentido. Su tercer día de viaje iba a ser una verdadera tortura si aquel dolor no menguaba.
—Buenos días, Jorad. —Lo saludó Manyou en cuanto lo vio.
—Calla por favor. No sabes cuánto me duele la cabeza.
—¿La cabeza dices? —Puso sus manos en la frente de él, para lo cual tuvo que ponerse de puntillas.
Sus dedos estaban fríos pero no fue por eso por lo que él permaneció estoico, tampoco porque temiese la clase de sortilegio que ella podría usar, simplemente lo cogió por sorpresa. Por fortuna el dolor comenzó a desaparecer poco a poco.
—Gracias —murmuró muy a su pesar cuando ella terminó.
—A veces es bueno tener un mago cerca, ¿no crees? —Él prefirió no responder a aquella provocación—. ¿Vamos a por la muchacha?
—¿Qué muchacha? —No tenía ni la menor idea de lo que estaba hablando la maga.
Ella a su vez lo miró confusa, como si tampoco entendiese muy bien lo que él acababa de preguntarle.
—La de ayer. La que vendrá con nosotros a Eren Joo y nos ayudará a salir de allí.
¿Cuándo le había contado eso a Manyou? No estaba seguro.
—No sé de qué estás hablando —confesó—. Aún no hemos encontrado a la persona a la que se refería mi visión.
—Pero Jorad… Ayer… La chica de la pierna rota… la amenazaste con… ¿De verdad no te acuerdas?
No parecía estar mintiendo; la maga estaba segura de que aquello de verdad había ocurrido. Tal vez bebió más de la cuenta y por eso él no lo recordaba.
—¿Cómo dices que era? —preguntó, confiando en que una descripción le ayudase a recordar.
—Morena, ojos azules, piel blanca, nariz pequeña… Tenía la pierna rota y un libro en la mano: esa chica se pasa el día leyendo —añadió.
Jorad seguía sin recordarla.
—Estoy seguro de que no me habría olvidado de alguien así.
—Pero… —Ella seguía empeñada en que habían conocido a esa joven.
Se fijó entonces en las prendas de la maga: marrones y lisas, sin ningún símbolo que recordase a su oficio. Aquel tono marrón mataba el sutil rojo de su cabello y ocultaba el brillo de sus ojos negros, así que no podía decirse que luciese bonita, pero no era una chica bonita lo que él necesitaba… De repente vinieron a su mente retazos de una conversación sin sentido, ¿por qué había decidido de repente que se marcharían aquella misma mañana si todavía no habían dado con la segunda persona?
—Es posible que la recuerde si la veo. —Cedió finalmente.
Sin embargo por mucho que la buscaron no consiguieron dar con ella, es más, nadie salvo Manyou la recordaba.
—Bduja, le asegudo que no hay nadie en esta compañía que desponda a esa descdipción.
—¿A usted también le duele la cabeza? —preguntó de pronto la mujer.
—Vaya que sí, bduja. Judo que no sabía de la potencia de ese vino, estamos todos molidos.
—¿Todos? —enfatizó ella.
—Ni uno solo se ha libdado —aseguró el hombre.
Jorad creyó entender lo que pensaba Manyou, que alguien ajeno a esa cultura se emborrachara con su vino podía ser normal, ¿pero ellos también, y todos? Aun así esperó a que el jefe de las caravanas los dejara antes de preguntarle a la mujer.
—¿Qué crees que ha pasado?
Ella empezó a reflexionar en voz alta.
—Si no fuera porque tenía la pierna rota diría que fue la joven de la que te estaba hablando: no parecía estar dispuesta a acompañarnos —añadió—. No quiero acusar a nadie sin pruebas pero creo que os drogó a todos para ocultar su huida. Yo no bebí anoche, por eso no la he olvidado.
Era lógico.
—¿Existe una droga así, capaz de hacerte olvidar un detalle específico?
Ella dudó por un momento.
—Soy maga, y he visto cosas mucho más extrañas que esto. No quiero con ello asegurar que sea lo que ha pasado pero no consigo imaginar otra explicación.
La creyó. Por algún motivo ni siquiera se le ocurrió la posibilidad de que Manyou pudiese estar tratando de engañarle, incluso siendo maga.
—Debe estar por aquí cerca.
Ella dejó escapar una carcajada seca.
—Si ha encontrado el modo de drogaros a todos estando inmovilizada, a estas alturas podría estar en cualquier lugar del mundo. Y no, no era maga —añadió antes de que él le preguntara.
Jorad solo pudo pensar en lo útil que les habría sido una persona capaz de hacer todo aquello, ¡y sin magia! Por desgracia, si ya no se encontraba allí estaban perdiendo el tiempo buscándola.
—Vámonos —dijo, refiriéndose a Eren Joo.
—¿No vas a seguir buscando a la persona de tu visión?
—Según tú esa persona era la muchacha que ha desaparecido, y podría estar en cualquier parte del mundo. No permaneceremos aquí buscando a alguien que ya no está cuando podríamos estar de camino a nuestro destino. —Ella puso cara de sorpresa—. ¿Qué pasa?
—Pues la verdad, pensaba que iba a tener que salvarte la vida para que confiaras en mí —aseguró.
No le había dado motivos para dudar de ella. Si cubría con un tupido velo el hecho de que era maga, hasta resultaba ser una buena mujer. Podía permitirse ser amable con ella.
—Me has salvado de un dolor de cabeza terrible, una distracción que podría ser fatal durante el combate. Te he pagado por adelantado pensando que te irías a la menor oportunidad pero sigues aquí. ¿Por qué no iba a confiar en ti?
—Porque soy maga —respondió—, y detestas la magia.
Y era cierto.
Capítulo 03
LA MISIÓN DEL CABALLERO
Habían pasado cinco días desde que se separaron del grupo de caravanas. Junto con los comerciantes, dejaron atrás las cordilleras de la Rohana, y solo las del Cacio les seguían acompañando. A medida que avanzaban el paisaje se fue volviendo más verde y el clima más húmedo, hasta que llegó un momento en el que el segundo sistema montañoso ya no fue visible debido a los árboles que se encontraban por su camino.
Manyou seguía inquieta por los sucesos recientemente acontecidos, aunque estos hubiesen ocurrido cinco días atrás. Era imposible que una persona sin don alguno para la magia hubiese desaparecido sin dejar rastro, y menos que hubiese dejado de existir en el recuerdo de las gentes con las que había convivido. ¿Pero por qué ella sí que la recordaba? El uso de algún tipo de droga era la única explicación que se le ocurría, y aun así dudaba de que ningún brebaje pudiese hacer olvidar a una persona sola. Normalmente se olvidaban días enteros o acontecimientos concretos, no únicamente lo relacionado con un individuo. ¿Y si no era una droga, entonces qué? Manyou sabía de buena tinta que ni la muchacha poseía el don, ni había nadie cerca que lo tuviera. ¿Acaso existía algún modo de hacer magia sin poseer el don?
El estúpido de su caballo tropezó y ella casi se come el suelo a causa de ello. Jorad se acercó, seguramente preocupado, sin embargo no llegó a decir o hacer nada. ¿Por qué tenía la gente tanto miedo a la magia? Para Manyou era una extensión más de sí misma y usarla casi tan sencillo como respirar. Más peligrosa podía ser la bestia que montaba ella misma.
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