En el capítulo III de “Introducción del narcisismo” (1914) Freud menciona la sublimación y algunos puntos de acuerdo y divergencias.
La sublimación es un proceso que corresponde a la libido de objeto y habría un cambio de meta alejado de lo sexual. El ideal del yo exige sublimación, pero éste sigue siendo un proceso especial cuyo estímulo puede provenir del ideal pero la ejecución será independiente de tal exigencia.
Sin embargo, si la sublimación puede estar presente en la conformación del ideal o no, parecería depender de características propias de cada individuo; indudablemente el carácter podrá devenir con diferentes matices en la medida que predomine la sublimación o las formaciones reactivas.
Freud concluye en el libro mencionado: “La formación del ideal aumenta las exigencias del yo y es el más fuerte favorecedor de la represión. La sublimación constituye aquella vía de escape que permite cumplir esa exigencia sin dar lugar a la represión” (p. 92). La sublimación satisface la pulsión, proponiéndole otro fin.
Freud plantea cómo a veces un carácter puede estar determinado por una pulsión única, como en Leonardo da Vinci, su apetito por saber.
Esa pulsión hiperintensa existiría desde la infancia y la particular intensidad de la misma debería su origen a un refuerzo sexual. También Freud menciona la particularidad de la pulsión sexual que podría sublimarse hacia la actividad profesional torciendo su primitiva meta hacia otra meta no sexual (“Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”, 1910, p. 72).
En el caso de la pulsión de investigar derivaría de la necesidad del niño de preguntar y, sobre todo, de investigar sobre la sexualidad infantil. Un ejemplo de la capacidad de sublimar la libido daría origen en Leonardo a su gran esfuerzo por investigar, convirtiéndolo en un genio, pero con una vida sexual casi nula. Entonces, la sublimación puede dar un matiz al carácter pero restringiendo otro aspecto del yo. Freud, refiriéndose a Leonardo, dice que “la hiperpotente pulsión de investigar estaría en relación con una limitación de su vida sexual (sublimada)” (p. 75). “Entonces, el núcleo y el secreto de su ser sería que, tras un quehacer infantil del apetito de saber al servicio de intereses sexuales, consiguió sublimar la mayor parte de su libido como esfuerzo de investigar” (p. 75).
Freud habla de tres tipos de opciones para la pulsión de investigar en su enlace con la pulsión sexual, luego de la represión sexual. Un primer tipo, donde la represión es totalmente exitosa y se produce una inhibición del pensar, en una inhibición neurótica; un segundo tipo, donde se logra sortear parte de la represión, el desarrollo intelectual unido al impulso sexual, regresa de lo inconsciente como compulsión a cavilar, revistiendo el acto del pensar y el desarrollo intelectual con tintes del placer sexual, reemplaza al quehacer sexual y la misma insatisfacción que tuvo en la sexualidad, la traslada a lo intelectual y por lo tanto no puede llegar a una conclusión.
El tercer tipo más raro y perfecto, dice Freud, es el caso de Leonardo, en donde la sublimación toma el camino más amplio. Si bien la represión sexual existe y el pensar es sustituto de lo sexual, no hay irrupción desde lo inconsciente, sino que hay libido sublimada, al servicio de la pulsión de investigación y en desmedro de la sexualidad. Se angosta la sexualidad y se agranda la pulsión de saber, de conocimiento.
Una particular disposición posibilitaría la mayor o menor capacidad de sublimar y por ende aportar al carácter sus productos.
La sublimación sería una defensa funcional que aportaría al carácter una determinada coloratura, que evidenciaría la influencia del ideal del yo. Pero como la sublimación deviene de una desmezcla pulsional, la pulsión de muerte quedaría liberada, quedando como interrogante si esta situación podría acrecentar, en el carácter del yo, rasgos de sobreexigencia, o una tendencia masoquista.
La pulsión de investigar sería un aspecto de la sublimación en Leonardo, pues también existía la pintura como otra actividad sublimada que sin embargo remitiría a otra naturaleza, que por momentos era sofocada por la pulsión de investigar, como si una de ellas dominase a la otra. Laplanche alude a una incapacidad “de sublimar, de volver, al menos parcialmente, a lo pulsional” (p. 103). Podríamos entonces suponer que lo sublimado a nivel intelectual responde mucho más al ideal del yo mientras que aquello que emerge como un acto creativo se desembaraza en parte de alguna exigencia superyoica para dar lugar al yo en una regresión formal del preconsciente al funcionamiento inconsciente con el aval del superyó.
La creatividad, como un aspecto de la sublimación, aporta también una especial tramitación funcional a modalidades del carácter. Cuando se refería a la creación artística, Freud aludía a aquello más cercano a lo pulsional y que encerraba el deseo de vivir.
En “Conferencias de introducción al psicoanálisis” (5ª Conferencia, 1915-1916) enlaza el aspecto creativo a las fantasías, específicamente a los sueños diurnos agregando que “estos son la materia prima de la producción literaria, pues el artista, tras ciertos arreglos, disfraces u omisiones deliberadas crea a partir de sus sueños diurnos las situaciones que introduce en sus novelas o sus piezas teatrales” (p. 89).
En la Conferencia 23 (1916-1917) “Los caminos en la formación de síntoma” Freud remite al monto de libido que una persona podría mantener “flotante” y la fracción de libido que fuese capaz de desviar de lo sexual hacia metas de la sublimación (p. 341).
Destaca cómo en el arte existiría un camino de regreso de la fantasía a la realidad, evitando la insatisfacción neurótica, al extrañarse de la realidad trasfiriendo su interés y su libido a las formaciones de deseo de la fantasía, un camino que podría llevar a la neurosis. Sin embargo, el artista podría salir airoso en la medida de contener una capacidad sublimatoria y una cierta “flojera de las represiones decisivas para el conflicto” y de esta forma el artista encontraría el camino de regreso a la realidad en una creación. Freud afirma que se daría una facultad de crear y dar forma a un material determinado, a partir de la representación de una fantasía inconsciente con una ganancia de placer, en donde las represiones serían doblegadas o canceladas temporariamente (pp. 342-343).
Hasta aquí Freud se refiere a la creación artística como parte de lo sublimatorio. Sin embargo, habría diferencias con la sublimación si tomamos como modelo el chiste o lo cómico, ya que parecería derivar de que el destino dado a la pulsión responde a un ideal menos elevado y que permitiría la satisfacción inmediata. En “El chiste y su relación con lo inconsciente” (1905) se enlaza lo cómico así como también la elaboración onírica formando parte de la creación. Aludiendo al chiste en “El humor”, dice que un pensamiento preconsciente por un instante es liberado de la elaboración inconsciente. Entonces el chiste es la contribución que lo inconsciente aporta a lo cómico. Homologa en este aspecto al humor cuando refiere que “el humor sería la contribución a lo cómico por la mediación del superyó” (p. 161). En este caso habría una ganancia de placer en el yo, cuando el superyó aminora su severidad y permite que se produzca la actitud humorística rechazando la realidad para permitir una ilusión.
Si bien Freud afirma que este aspecto no es lo esencial en la investigación acerca del humor, lo considera como algo que libera y emancipa. “No todos los hombres son capaces de la actitud humorística; es un don precioso y raro, muchos son hasta incapaces de gozar del placer humorístico que se les ofrece” (p. 162).
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