RECUERDOS DE UNA VIDA
LOIDA MORALES RUIZ
RECUERDOS DE UNA VIDA
EXLIBRIC
ANTEQUERA 2018
RECUERDOS DE UNA VIDA
© Loida Morales Ruiz
Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Exlibric
Iª edición
© ExLibric, 2018.
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ISBN: 978-84-17334-24-6
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LOIDA MORALES RUIZ
RECUERDOS DE UNA VIDA
Me encuentro sola en casa, en un piso de sesenta metros cuadrados de algo mas de sesenta años de antigüedad. Lo compramos mi marido y yo por 90 000 euros. Entre el cambio de banco y nuestra situación económica, con todo el papeleo ahora la deuda asciende a 116 000 euros. Le he cogido apego, para mí es un templo, mi hogar, donde reina el amor, la felicidad, la paz, la vida; donde comparto mi vida con los seres que más amo: mi hija y mi marido. Somos felices, más de lo que muchos lo son y desearían serlo. Me siento muy afortunada de tenerlos conmigo, los amo con locura. El piso está reformado. A pesar de sus años, en general, está perfecto. Dicho esto, voy a contar mi vida, que no ha sido muy buena que digamos, pero doy gracias por todo, pues tuve muchas cosas buenas, mucho amor por parte de mi familia y valoro mucho más lo bueno, y dejo atrás lo malo. Creo que la vida es como las rosas que, aunque tengan espinas que te dañen, son flores hermosas que merecen la pena oler, tocar y contemplar. Tengo muchos recuerdos y quiero contar cómo viví todas las malas y buenas experiencias que me hicieron lo que ahora soy, y deciros que por muchas barreras que encontremos en nuestro camino, podemos llegar a ser felices de una manera u otra. Solo hay que encontrar qué es lo que nos hace felices, conseguir nuestras metas, sueños e ilusiones, y jamás rendirnos. Luchar, levantarnos siempre que caigamos, pues siempre habrá tropiezos en la vida.
Piensa que nuestros cuerpos son soportes de nuestras almas, nuestras vidas son prestadas. Goza de lo que tienes y no envidies nunca. Ama, sé feliz, disfruta y vive la vida, nunca sabes cuándo se acabará todo.
Estoy sentada a la mesa, junto con mi hermano y hermana. Estamos comiendo albóndigas con salsa de tomate. Es casera y tiene rodajas de zanahoria y guisantes. La cocinó mami y está muy rica. Mami está dando paseos de un lado para otro, no sé lo que hace. Se acerca a la mesa y, al ver que me lo comí todo, me pregunta si quiero repetir. Sentada en mi silla, asiento con la cabeza, inquieta, porque noto tensión en el ambiente, y feliz, porque estoy disfrutando de la comida. Mami me vuelve a echar, esta vez menos cantidad. Cojo un poco de pan para mojarlo en la salsa (qué rico cocina mi mami). Mami sale de la cocina, se acerca a la mesa donde mis hermanos están casi acabando de comer, a mí me queda un poco todavía. Mami tiene los ojos rojos y brillantes (¿estará malita? No lo sé). Solo tengo algo más de 2 años. Mami le dice a mi hermanito que, cuando llegue papi, le explique que se acostó, porque está malita, que no la moleste. Mami se va a su cuarto, apaga la luz y se acuesta. Papi no tarda en llegar. Entra en casa, suelta la cartera y las llaves en un mueblecito que hay en la entrada, nos mira a los tres y mira a todas partes y le pregunta a mi hermanito:
—¿Dónde está, mamá?
Está enfadado, y mucho, se lo noto en la cara. Permanece de pie, muy rígido, con las manos a ambos lados del cuerpo, los brazos estirados hacia abajo, las manos cerradas. Mi hermano le contesta:
—Mami está malita, se ha acostado a dormir. Dice que no la molestemos.
Mi hermanito está asustado y yo no entiendo qué está pasando, pero tengo miedo, hay mucha tensión en el ambiente. Papá suspira muy enfadado, niega con la cabeza y se dirige bruscamente al cuarto de ambos refunfuñando cosas, no sé lo que dice. Papá enciende la luz de la mesita de noche. No sé qué pasa, miro a mis hermanos como preguntándoles, pero no me dicen nada. Se escucha a papá llamar a mamá. A ella no se la oye. Papá sale muy rápido de la habitación con mamá en uno de sus hombros, como un saco. Ahora sí escucho lo que papá le dice a mamá:
—¿No te da vergüenza emborracharte así con tus hijos ahí?
Papá se mete en el cuarto de baño sin cerrar la puerta. Enciende la luz, y se escucha abrir el grifo de la bañera.
—Así verás cómo se te pasa la borrachera.
Mamá protesta con sonidos, sin palabras, porque le está cayendo agua, seguramente fría, y está vestida. Mamá comienza a llorar. Llora mucho (¿qué le pasa?). Quiero ir, pero tengo miedo. Papá sale del baño, sigue muy enfadado. Nos mira a los tres y le dice a mi hermano:
—No entréis, dejadla ahí.
Papá no se ha parado ni un momento.. Ahora se dirige a la puerta. Se va, papá se va. Escucho a mamá llorar, llora mucho. Está desconsolada (¿está malita?, ¿qué tiene?, ¿qué le duele a mami?). Me levanto de la silla, quiero ir a ver a mamá para consolarla. Mi hermano se da cuenta de lo que quiero hacer y me frena en seco, diciéndome:
—Lola, no. Papá ha dicho que no vayamos, que la dejemos. Agacho la cabeza, callada y asustada. Quiero llorar, pero no me atrevo. Me quedo mirando el piso, todo: la puerta de entrada está a la derecha; el salón se extiende hacia la izquierda desde la puerta de entrada; en frente, a mitad de la pared del salón, comienza el pasillo que conduce a las habitaciones y el baño. Mamá se había envenenado con pastillas. Una amiga de mamá y papá vino a casa y la llevó al médico. Ahora mamá está bien, pero sigo sin saber qué pasó para que mamá hiciera eso.
Tengo seis años. Mamá, mi hermanito, mi hermanita y yo ahora vivimos en Barcelona y vamos de viaje a Antequera, a casa de la abuelita, la mamá de mi mami. Mami siempre está triste. Hoy nos sonríe, pero tiene los ojos rojos. Mamá me dice que me duerma, que es un viaje largo. No sé dónde nos encontramos, pero estamos sentados, yo junto a mami. Me recuesto en sus piernas, ella me agarra el brazo con cariño, me quedo dormida.
A la mañana siguiente, mis hermanos y yo jugamos en la calle, en la puerta de mi abuelita, cada uno en lo suyo. Mi abuelita está barriendo la puerta y baldea la acera con un poco de agua que tiene en un cubo. Nos avisa cuando pasan coches o motos para que nos apartemos. Mamá ha salido temprano, no sé a dónde. Llega a la hora del almuerzo, comemos y dormimos la siesta. Por la tarde llega, mi abuelito. Es muy bueno, me llama su gorda cariñosamente, me quiere mucho y yo a él. Cenamos al fresquito en la puerta y jugamos después. Con mis abuelitos viven tres de mis tíos, dos hermanos de mi mami y una hermana. Ahora, con mami y nosotros tres nos juntamos nueve en una casita muy pequeña, en la que la mayoría de las paredes son de chapa como las de los tejados.
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