La criatura ladeó la cabeza, un poco confundida. Olfateó la costilla como si nunca la hubiese visto y pareció alegrarse.
—¿Regalo de huesos para mí?
—Claro —sonrió Zack—, te los mereces. Puedes comer todos esos de por allá. Claro, si nos cuentas después qué demonios hacían aquí.
Cranium agarró la costilla con suma alegría y correteó hasta donde estaban los esqueletos. En ese momento, Zoey se relajó y Zackary se sacudió las manos, con un poco de asco.
—Por favor, vayamos más allá, donde no lo veamos triturar los esqueletos —pidió ella.
Se alejaron tanto como pudieron, pero, para su desgracia, descubrieron otra armadura tirada en el suelo, con un posible muerto adentro, y tuvieron que avanzar todavía más.
Recién cuando estuvieron a unos doscientos metros de Cranium, allí donde valle comenzaba a ascender hacia una nueva montaña, se sentaron sobre una roca y suspiraron. La criatura tendría para entretenerse durante un buen rato y ellos no podían continuar sin él. El bicho ese seguía siendo el único que conocía los recovecos de ese mundo.
Zoey bebió un poco de agua para sacarse el malestar que los cadáveres le habían provocado. Luego, miró la botella, que tenía menos de la mitad del contenido, y apretó los dedos sobre el plástico, pensando gráficamente en llenarla con agua fría.
La magia del dije funcionó y la botella quedó fresca y helada en sus manos.
—¿Te resulta difícil? —preguntó Zack.
—No, para nada.
Él miró hacia la lejanía.
—A pesar de que sé que esto se debe a que el dije y tu están funcionados, sin dudas hay que reconocer que tienes una conexión especial con él. Puede que siempre hubieses estado predispuesta a la magia, no como yo —agregó el muchacho con una sonrisa.
—De seguro no eras tan malo —reconfortó ella, aún incapaz de creer que él no hubiera podido hacer magia bien—. ¿Crees que Adam era mago?
Zack arqueó una ceja hacia ella.
—No sé, supongo que sí. ¿Por qué esa pregunta ahora?
Zoey se encogió de hombros.
—Me quedé pensando en todos aquellos que murieron por el dije. En los templarios, en Adam, en Lucas, en ti e incluso en Jude.
Él negó con la cabeza.
—Algunos de esos no hay que lamentarlos.
Se quedaron en silencio hasta que notaron que Cranium avanzaba hacia ellos por el camino. Al menos, ya no llevaba huesos en la boca. Sin embargo, mientras Zack guardaba la botella de agua, el perro se distrajo con el siguiente templario muerto.
Zoey apretó los labios.
—¿Qué hacían esos templarios aquí?
—No sé. Podrían haber muerto de hambre o de sed. Cranium sugirió que ellos habían guardado el arca. Lo que no pensé era que el viaje podría haberlos dañado tanto.
—Sí —aceptó Zoey, apoyando la cabeza sobre el hombro de él—. Si ellos guardaron cosas en este mundo, es de esperarse que hayan pasado por aquí.
—Es probable que encontremos otros. Hay que tener el estómago preparado.
Ella asintió y se puso de pie. Cranium parecía haberse aburrido del último esqueleto y se acercaba a los humanos con prisa.
—Nada es peor que lo de Adam, la verdad —replicó ella. Y, cuando la criatura estaba a solo unos metros, se dirigió a ella—. ¿Terminaste?
Cranium estornudó.
—No hay más huesos. Traje regalo —contestó y escupió una piedra redonda y pulida.
Zack se estiró para verla y Zoey la levantó con menos terror que el hueso.
—Ah, gracias.
—Y otro regalo —añadió la criatura, escupiendo otra cosa, sin saliva ni nada.
Esta vez, Zack se puso de pie y se acercó a revisar el objeto. Era una cruz pequeña de oro y con piedras preciosas incrustadas. De seguro se trataba de alguna pertenencia de uno de los cuerpos de los templarios.
—Se ve que para ti el asunto de regalar cosas es importante, eh.
Cranium se rascó una oreja con la pata trasera y se irguió para contestar su pregunta.
—Los soldados regalaban muchas cosas, yo regalo también.
—¡Qué tierno! —exclamó Zoey, guardándose la piedra redonda en el bolsillo. Prefería mil veces eso antes que las pertenencias de un hombre muerto—. Gracias.
Recogieron las cosas y retomaron el viaje. Zack se proponía entrevistar más seriamente a Cranium. Incluso comenzó a hablar como él, a ver si así podía obtener respuestas. Durante varios
minutos, el bicho solo respondió a lo que quiso y afirmó cosas como que los templarios daban huesos, que guardaban cosas, que eran buenos, que le palmeaban la cabeza y que le daban más
huesos.
—No te pienso palmear la cabeza —replicó Zack, irguiéndose y dejando de lado su tono amigable.
Zoey rodó los ojos y decidió intentar otra técnica, porque no era que Cranium no quisiera hablar, sino que no llegaba a comprenderlos por completo. No era una persona, después de todo.
—Cranium —saludó ella. Se detuvo y se colocó a su altura—. ¿Estaban ricos los huesos?
—Ricos, ricos, sí.
—¿Y no sabías que estaban ahí?
—No, no —aseguró la criatura.
—Así que no comías huesos desde que los templarios cerraron el portal, ¿verdad? —inquirió ella.
—Muchos, muchos, muchos años. Tengo panza llena, llena.
—Ah, sí, ahora debe estar llena —replicó ella, mirando de reojo a Zack, que sacó la lengua para fingir asco—. Entonces, ¿qué crees que estaban haciendo esos templarios aquí cuando murieron? ¿Estaban llevando el arca a ese lugar que dices?
Cranium levantó el hocico hacia ella.
—Lapis Exilis no sabe, no sabe.
—¿Qué no sé? —insistió Zoey.
El bicho se sentó sobre sus patas traseras y la miró, ladeando la cabeza.
—¡Templarios venían de más allá! Más y más allá de las montañas, más y más allá del reino.
En ese momento, Zack soltó los bolsos y ella se quedó viéndolo, con la boca abierta.
—¿Más allá? —preguntó Zack.
—¿Qué hay más allá? —siguió ella.
—¿Te refieres a otra ciudad? —Zack se acercó—. Pero los templarios son de nuestro mundo, no de este.
Cranium miró a uno, luego al otro, y no se inmutó ni un poco por la ansiedad que crecía en los humanos.
—Los templarios vienen del otro mundo, sí, sí, sí. Mundo con muchos huesos, más que aquí.
—Sí. —Zoey alzó las manos—. Eso nos queda claro. Pero ¿a qué te refieres con que vinieron de más allá del reino? —añadió—. ¿No vinieron por donde entramos nosotros?
Cranium negó lentamente.
—Por el portal se fueron y nunca más volvieron.
Los chicos se miraron, con varias ideas fluyendo por sus mentes. Intentaban decidir si creerle o no. Si Cranium no mentía, los templarios podrían haber entrado a ese mundo por otro sitio y haberlo recorrido en la dirección contraria que ellos llevaban.
—Puede ser —dijo Zoey, pensativa, después de que Zack dijera en voz alta justo lo que ella estaba pensando—. Porque puede haber más portales. El del colegio era uno, este sería otro.
—¿Y podría haber uno en Europa? —musitó Zack—. ¿Un portal que haya traído a los templarios desde Europa, hace siglos, para sacar de allí todas las reliquias religiosas: el arca, el santo grial y el dije?
Ella comenzó a caminar de un lado a otro.
—No sería tan descabellado, después de todo. Ellos podrían haber dejado esa arca en el reino, tal y como dice Cranium, y luego haber buscado una salida diferente —dijo.
—Y en Europa no eran recibidos porque el papa disolvió la organización, así que sí huyeron…, pero por el lugar menos pensado —continuó él, acercándose a Cranium—. ¿Y se llevaron
a Lapis Exilis cuando se fueron por el portal? —preguntó.
Cranium estornudó.
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