Ann Rodd - El Arca

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Zoey dejó su vida atrás. Debió huir y abandonar a su familia, a sus amigos y todo aquello que alguna vez conoció; un ser maligno e inmortal la persigue para asesinarla y para robar sus poderes, por lo que encontrar las respuestas a los misterios del dije puede ser la única forma de sobrevivir.
A través de leyendas antiguas y de confusas profecías, ella se aventura a un mundo olvidado que puede contarle innumerables historias.
Con la ayuda y con el apoyo de Zack, Zoey deberá superar sus propios límites, desentrañar los secretos del pasado que no debían ver la luz y hallar así la forma de salvarse a sí misma y a su propio mundo.

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Zoey hizo una mueca y codeó a Zack.

—Si nos cayéramos, ¿podrías ser un héroe sin accidentes y salvarnos?

Zack arqueó las cejas.

—¿Qué clase de referencia es esa? Te estuve salvando todo el año —contestó él, pero ella solo negó con la cabeza.

Siguieron caminando, a pesar de haber perdido de vista al perro del infierno. Solo cuando terminaron de cruzar el largo puente y estuvieron en lo que parecía ser una calle principal rodeada de casas abandonadas, con la misma estética arquitectónica, lo vieron de vuelta. Estaba por allí, correteando.

Avanzaron por el centro, mirando a su alrededor, aunque sin atreverse a acercarse a las casas. Se mantuvieron en la calle, esquivando piedras rotas y algún que otro yelmo vacío.

—Oye —dijo él cuando el bicho apareció de la nada y se sentó en el camino, a verlos, a esperarlos—. ¿Habrá más como él?

—Ni idea. Dices que aquí dentro está todo muerto.

—Si, pero a él no lo sentí —explicó Zack—. Como decíamos antes, es probable que esta cosa tampoco esté viva y que haya muchas iguales.

—¿Y si le preguntamos?

Llegaron hasta la criatura e intercambiaron miradas. La verdad era que, aun siendo tan feo, era simpático después de que uno se acostumbraba a verlo. La forma en la que corría podía parecer hasta graciosa.

—¡Ey! —Zoey llamó su atención—. ¿Tú eres el único por aquí?

—Todos muertos —resumió la criatura—. Me comí todo.

—Qué agradable —musitó Zack—. ¿No hay otros como tú?

—No, más para mí. Muchos huesos, huesos, huesos.

—Ya. —Zoey se rascó la frente—. Y…, este… ¿Tienes un nombre?

La criatura ladeó la cabeza, estornudó y luego se rascó con la pata trasera. No sabía qué contestar o no había entendido.

—Los soldados, ¿te llamaban de alguna manera? ¿Te decían de alguna forma? —siguió Zackary, inclinándose un poco hacia él.

El bicho estornudó, otra vez.

—Cranium —respondió.

Zoey alzó las cejas.

—Eso es latín, ¿no?

—Cráneo —respondió el muchacho—. Qué original.

—Al menos, suena mejor que en español —replicó ella, agachándose y juntando las manos sobre sus rodillas—. Bueno, Cranium. Dijiste que más allá de las montañas está esa arca y que hay cosas allí. Entonces, ¿qué hay detrás de las montañas?

—El reino.

—¿No estamos en el reino ahora? Digo, cruzamos el puente y esto parece ser una ciudad —insistió ella.

Cranium miró a su alrededor, como buscando entender qué era una ciudad.

—En el reino está el arca, todos los secretos, secretos —replicó—. Más allá de las montañas, lejos, lejos, está el reino y el trono roto.

Zack le tocó el hombro a Zoey.

—Puede que no sepa lo que es una ciudad en sí y que todo lo que diga sean cosas que recuerda de los templarios. Si ellos trajeron el arca aquí, aunque no sabemos cómo, es probable que hablasen sobre el lugar. Quizá se refiere a un reino por algún tipo de… capital. Este mundo puede ser enorme, tal vez esta es solo una ciudad limítrofe.

—Si hay un trono, puede referirse a un palacio, un lugar importante donde esconder un arca, ¿no? —contestó ella, mirando de reojo a Cranium—. Puede ser el trono que vi en mis sueños.

Zack suspiró y se rascó la cabeza antes de dirigirse a la criatura que, como siempre, no había participado de su conversación.

—Cranium, ¿podrías llevarnos hasta allí? Suponemos que no tienes otra cosa que hacer, ¿verdad?

—Sí, por el camino, por el camino —contestó antes de darse vuelta y echarse a caminar.

Los chicos se apresuraron a seguirlo. Durante el siguiente tramo del trayecto, entre casas y calles que se bifurcaban en la oscuridad y el silencio, lo perdieron de vista otra vez. Notaron que el ambiente parecía suspendido en el aire. Allí abajo no hacía calor, tampoco frío; no había viento que moviera ni una rama seca y muerta en el suelo. Todo era gris y sombrío.

Zoey trató de imaginar cómo hubiese sido ese lugar en su época de gloria. Imaginó gente yendo y viniendo, imaginó las paredes con colores, con luces. Pero era solamente una idea alegre de algo que ahora se veía destruido. Se detuvo a mirar una columna, apreciando el trabajo de construcción en ella. Pasó los dedos por los grabados en la piedra. Era magnífica y diferente a todo lo que había visto antes, como si hubiese una columna por debajo y cintas ornamentadas, o decoraciones festivas, la envolvieran por encima, solo que todo en sí era de piedra.

—¿No es increíble? —le dijo a Zack—. Mira cuántas cosas hay aquí que muestran qué grandes artistas eran.

Él observaba una curva de la calle en la que Cranium andaba husmeado entre los restos.

—Lo cierto es que no parece que la ciudad haya sido atacada…, ¿o sí? —Dejó caer los bolsos al suelo por un momento—. O sea, sí, hay escombros, pero… no es como si las casas estuviesen destruidas.

Zoey se separó de la columna y miró a su alrededor.

—Sí, es como si todos hubiesen huido —murmuró ella.

Zack se agachó a recoger algo del suelo. Zoey se acercó y notó que era un objeto de metal, con forma de pluma, que en algún momento habría tenido piedras, seguro preciosas. Era un prendedor; lo tomó e inspeccionó el reverso, la parte del alfiler, ya rota hacía tiempo.

—Es como si todo hubiese sido abandonado de golpe, de repente —insistió Zoey.

Zackary suspiró.

—Me da un poco de impresión, la verdad. Esta es una de las cosas más raras que hemos hecho —dijo él, agarrando los bolsos otra vez para seguir a Cranium, que había empezado a moverse y que ya se encontraba a más de cien metros de distancia.

Ella se quedó allí un poco más, viendo el prendedor que después regresó al suelo, donde le parecía que debía estar. Alcanzó a Zack y estuvo muy de acuerdo con él. Estar en otra dimensión, en un mundo muerto y con un extraño perro, era extraño.

—A ver —siguió diciendo el muchacho—, enumeremos las cosas raras que sucedieron este año.

—A ver —contestó ella.

—Número uno, estoy muerto —puntualizó.

—Es lo más raro —replicó ella—, pero a veces me olvido de eso.

Zack ignoró lo último y siguió enumerando:

—Dos: en Villa Helena había una logia, mafia o lo que sea. Descubrimos túneles que ellos construyeron. Tres: aprendimos que existen los demonios y los fantasmas —añadió, arqueando las cejas—. Cuatro, puedo convertirme en conejo.

—Ay, Zack —replicó Zoey, tapándose la boca con las manos para no reír—. Eso ya no es raro. Y, en cualquier caso, la pondría como número dos porque viene justo después del punto de que estás muerto.

—De forma objetiva, sí es raro.

—Está bien —contestó ella.

Alcanzaron finalmente a Cranium, que mordisqueaba algo. Los dos se detuvieron y pensaron que se trataría de un hueso, pero no era más que una vara de metal que parecía ser un viejo bastón.

—En forma objetiva, lo es. ¿Qué sigue? —preguntó Zoey.

—Estás viva.

—¿En serio? ¿Esa es la quinta?

—Creo que, con el ataque de los demonios, ya deberías estar muerta —confesó él, aunque más de una vez había asegurado que nunca permitiría que ella muriera bajo su cuidado.

El hecho de que lo estuviese admitiendo hablaba de lo mucho que habían cambiado las cosas. Por eso mismo, Zoey no discutió.

Siguieron caminando en silencio hasta que la calle comenzó a subir. La ciudad se trasladaba ladera arriba. A lo lejos vieron otro puente, que tenía forma curva y que cruzaba hacia otro sitio que no podían ver. Sin notarlo, se relajaron un poco más al comprender que el camino sería, en verdad, muy largo.

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