—Sé lo que piensas —murmuró el chico—. En que estoy muerto y en que quizá parezca mentira lo que digo. Claro que desearía estar vivo. Desearía que todo hubiese sido distinto en mi vida y en mi familia. Pero, al final, cuando soy sincero con lo que siento por ti, me doy cuenta de que, si no estuviese muerto, esto entre nosotros no existiría. Y, por más egoísta que suene, para ti y para mí, yo te quiero conmigo.
Ella apretó los labios y contuvo las ganas de llorar. Muchas otras veces durante ese largo año Zack le había dicho que preferiría haberla dejado al margen de los problemas, a pesar de que eso hubiese significado que jamás en la vida hubieran tenido una relación. Zoey lo había entendido, porque comprendía que él la quería lo suficiente como para pensar por encima de lo que podía sentir. Estar sanos y salvos era lo primero y, para alguien que había muerto y vuelto a la vida con la única misión de protegerla, era lógico.
Pero ahora, que él pronunciaba esas palabras, ella también comprendía que él la quería lo suficiente como para decirle que no se imaginaba la vida sin ella. Zoey derramó una lágrima, aunque no supo si de pena o de emoción, porque se sentía exactamente igual. Ya no podía configurar su vida sin él.
—No quería hacerte llorar —susurró Zack, pero Zoey negó—. Es que, pase lo que pase, sea como sea que termine esto, yo siempre voy a quererte conmigo.
—Yo te quiero conmigo también —contestó ella, apretándose contra él—. A pesar de todo y con lo que eso significa. No podemos cambiar lo que ocurrió.
Zack suspiró.
—No… —Apoyó su frente contra la de ella una vez más
y sonrió—. Te amo, ¿lo sabes?
Ella asintió.
—Yo también te amo.
En algún punto, cuando empezaron a besarse como hacía mucho tiempo no hacían, Zoey se preguntó en qué iba a terminar su situación y si, algún día, tendrían otra oportunidad. No podía responderlo porque, cuanto más se pegaba a su pecho, más su corazón intentaba convencerla de que así sería.
Sin embargo, en el fondo, ella sabía que no era cierto. Que no había posibilidades.
Zoey comió menos y caminó menos. Se sentía agotada mientras avanzaban por el camino de piedra y adoquines, entre las laderas de unas montañas rocosas. Llegado un momento, Zack la cargó sobre su espalda.
Cranium iba a su ritmo, como siempre, y ellos, con afán de ser cuidadosos, más atrás.
Zoey apoyó el mentón sobre el hombro de Zackary y bostezó. Comenzaba a extrañar dormir sobre un buen colchón y tener una mullida almohada, pero en esos últimos dos días dentro del extraño mundo sin sol, cuya única fuente de luz era tenue y parecía venir de la nada misma, había optado por poner la bolsa de dormir sobre Zack para acurrucarse entre sus brazos.
Era lo más cómodo que conseguiría y en la escuela ya había dormido muchas veces así.
—Extraño a Jess —dijo ella, bostezando una vez más—. Extraño oírla hablar sin parar y me decirme qué hacer. Y extraño también a James, con sus tonterías… —suspiró.
Zack no le contestó, siguió caminando, ajustándola sobre su espalda con un movimiento de los brazos, de los cuales colgaban también los dos bolsos llenos de cosas. El pobre chico parecía una mula.
—¿Qué crees que estén haciendo? —insistió Zoey.
—Mmm… No lo sé. ¿Quizá están viendo televisión en sus casas? Podemos imaginarnos en su lugar, ¿no? Mirando The Walking Dead, para reírnos un poco de la situación.
Zoey puso los ojos en blanco y luego se los frotó. Estaba destruida.
—A Jessica no le gusta y creo que a James le daría miedo.
—Qué aburridos.
Siguieron a Cranium hasta que el animal se detuvo de golpe, alzó el hocico y comenzó a olfatear el aire. Desde donde estaban, los dos jóvenes se quedaron quietos y evaluaron su actuar hasta que, como si nada, la criatura bajó la nariz y siguió correteando hasta desaparecer detrás de una curva poblada por árboles viejos y grises.
—Vaya, me asustó —dijo ella, abrazándose al cuello de su compañero—. ¿Viste cómo se detuvo de la nada? No había hecho eso antes.
—No… —Zack frunció el ceño—. Me huele raro.
—¿Ves magia por algún lado?
—Para nada, pero hay algo en este lugar…, no sé, no me confío. El bicho ese puede ser el único en la zona, pero llevamos tres días de caminata aquí dentro, si no me equivoco.
—Tres y medio. Hoy sería el cuarto en realidad.
—Tres y medio —repitió él—. Dejamos atrás una ciudad y hemos atravesado, al menos, dos montañas. O sierras o lo que sean.
Zoey giró la cabeza y miró ladera abajo. Lo poco que se podía ver dejaba en evidencia cuánto camino habían atravesado. La primera ciudad, cerca del portal, se había dejado de apreciar hacía tiempo.
—Y quedan todavía muchas montañas al frente —musitó ella cuando alcanzaron la curva y vieron lo que todavía les deparaba el trayecto: numerosos picos rocosos y una larga línea que se perdía en la lejanía y que marcaba el camino—. Al menos se tomaron el trabajo de construirlo…
Continuaron en silencio, atentos a Cranium y a su actitud. La criatura volvió a detenerse de golpe, de forma violenta, y a olfatear el aire sobre sus cabezas. Zack miró hacia arriba, cuando se frenaron para mantener una distancia segura, y Zoey lo imitó.
Por encima de ellos no se veía un cielo, pero tampoco roca, como si estuvieran debajo de la tierra. Era algo inexplicable a lo que ya habían dejado de buscarle sentido.
—Ey, Cranium —llamó el muchacho, cuando no encontró nada extraño—. ¿Qué pasa?
El bicho se volteó y corrió hacia ellos como si fuesen amigos de toda la vida.
—Huele a fuego, fuego —contestó, sentándose frente a ellos, que se miraron extrañados y luego tuvieron que escudriñar su alrededor. No había ni siquiera humo en el aire—. ¿No tienen huesos?
—No —contestó Zoey—. ¿Cómo que fuego?
—Fuego, fuego que atacó.
Zack arqueó una ceja, en el único momento de silencio que hubo antes de que Cranium empezara a correr de nuevo.
—Sí, ¿sabes qué? Está pirado7.
Ella ahogó una risa con la mano y luego suspiró.
—Mira, estos árboles están tan grises y secos que quizás hace mucho tiempo sí se quemaron. Quizá él huele el fuego de esa época, así como huele mi magia y sabe que no estás vivo.
Ante la teoría, Zack puso los ojos en blanco y también rio.
—¿El fuego de hace siglos? Tú también estás pirada.
Esa noche, cuando llegaron a la cima de la siguiente montaña y Cranium se revolcó entre la tierra suave y sedosa, comprobaron que sí había existido un incendio. El polvo bajo sus pies estaba mezclado con cenizas y llevaba tanto tiempo allí que no tenía el color que hubiesen esperado. Prometieron confiar más en el perro y tomarse la delicadeza de preguntarle cosas más seguido. Sin embargo, cuando Cranium marchó hacia ellos, completamente sucio —hasta el punto de que sus partes blancas se veían grises—, para preguntar si tenían huesos, los chicos le pidieron que mantuviera distancia.
—No podemos acampar aquí —replicó ella. Las zapatillas se le estaban empolvando, aun cuando estaba parada sobre los adoquines del camino—. Tenemos que buscar un lugar más firme.
Zack asintió.
—Vamos a tener que seguir por un rato más. Súbete a mi espalda otra vez. Si tienes sueño, solo duérmete.
La opción le pareció buena, pero resistió el cansancio. Zoey permitió que él la cargara, aunque no se durmió ni por un instante. Él continuó caminando, adentrándose cada vez más en la zona del incendio antiguo.
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