Ann Rodd - El Arca

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Zoey dejó su vida atrás. Debió huir y abandonar a su familia, a sus amigos y todo aquello que alguna vez conoció; un ser maligno e inmortal la persigue para asesinarla y para robar sus poderes, por lo que encontrar las respuestas a los misterios del dije puede ser la única forma de sobrevivir.
A través de leyendas antiguas y de confusas profecías, ella se aventura a un mundo olvidado que puede contarle innumerables historias.
Con la ayuda y con el apoyo de Zack, Zoey deberá superar sus propios límites, desentrañar los secretos del pasado que no debían ver la luz y hallar así la forma de salvarse a sí misma y a su propio mundo.

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Eran pasadas las once de la noche en su mundo.

—Tenemos que mantener los horarios para no perder la noción del tiempo —sugirió Zack, cuando comprendió que ella no iba a dormir—. Hoy estamos a, ¿8 de diciembre? ¿No?

—Supongo —replicó Zoey, dejando caer los brazos a los costados y anclando el mentón en el cuello de él.

—Llevamos lejos de casa más de una semana. Y estaríamos armando el arbolito de Navidad de no vivir todo esto. El año pasado le tocó a mi hermana elegir los adornos. Era un año cada uno. Este hubiera sido el mío —contó Zack, con un tono neutro.

Para Zoey no pasó desapercibido el anhelo contenido que él se esforzaba por ocultar.

—Tienes razón, en eso estaríamos —afirmó. Ella no quería recordar otra vez lo mucho que extrañaba su vida. Esa hubiera sido la primera Navidad con su hermanito—. Pero, si son las once, ya casi es nueve de diciembre. ¿Cuántos días más pasaremos aquí? ¿Faltará mucho para llegar al supuesto reino?

Cranium volvía a revolcarse en la tierra con ceniza cuando lo buscaron con la mirada.

—Ni idea. —Zack se encogió de hombros—. Correría, pero él no sigue mi velocidad y, además, no conozco el terreno. No es como correr por nuestro mundo. Aquí no sabemos nada, ni qué pasó ni qué tan peligroso es este camino. Quizás, en otra ciudad podamos avanzar un poco más rápido. Dependerá del lugar.

—Si es que hay otra ciudad.

Pasado un rato, arribaron a una especie de valle y les sorprendió encontrar el cauce de un río seco. En verdad, todo estaba muerto allí. Decepcionados, continuaron el viaje con una sensación de desasosiego, preguntándose si el mundo había perecido antes de que la gente se fuera, obligándolos por eso a huir, o después, cuando ya no quedaba nadie.

Zack caminó por tres horas más, con Cranium siguiéndolos esta vez. Zoey se dejó vencer por el sueño, dormitó sobre la espalda de él hasta que se detuvieron.

El muchacho la bajó y la sentó en el suelo con cuidado. Ella se despabiló de repente y se tambaleó, comprendiendo unos segundos después que estaba apoyada contra una piedra.

—El suelo no está limpio —susurró él—, pero tienes que descansar de una vez.

Zack preparó todo y la metió dentro de la bolsa de dormir. Zoey pidió un poco de agua antes de acurrucarse dentro y, por primera vez en esos días, la bolsa le pareció cómoda. Prácticamente se desmayó y solo se despertó cuando le gruñó el estómago, recordándole que no había cenado.

En ese momento se sentó, envuelta por la bolsa como una oruga, y miró a su compañero, sentado a su lado.

—¿Cuándo te convertirás en mariposa? —bromeó él—. Buen día, dormiste como un tronco. Más que estos —señaló con el dedo a un árbol petrificado—. ¿Tienes hambre?

Ella asintió y se frotó la cara.

—¿Qué hora es?

—Casi el mediodía —respondió él mientras le pasaba el bolso con comida.

Ella tomó los sándwiches de miga por puro antojo. A pesar de todo lo que había decidido sobre la supervivencia, se comió el paquete entero sin arrepentirse.

—Así me gusta —bromeó él, tendiéndole la botella de agua que ella enfrió en un instante—. Me agrada que comas bien. Sé que hay que guardar lo que queda, pero tampoco puedes dejar de alimentarte.

Zoey bebió con apremio y le sonrió al bajar la botella de su boca.

—Tienes razón, no puedo dejar de comer, pero tengo que ser cuidadosa. Y necesito energía si quiero continuar porque estoy hecha percha8. —La muchacha estiró las piernas y los brazos. A pesar del sueño reparador, le seguía doliendo el cuerpo entero.

Zack se rio y la ayudó a guardar la bolsa de dormir. Justo cuando se preguntaba dónde estaba Cranium, este apareció por detrás de una roca. El chico lo saludó con la mano y el bicho ladeó la cabeza, sin entender.

Zoey se puso de pie y pidió caminar por un rato para estirar los músculos; enseguida, Cranium los siguió casi a la par, hasta que se metió entre otras rocas y sacó de allí un yelmo.

—Ey, ¿de dónde salió eso? —replicó Zack, deteniéndose en seco.

Zoey frunció el ceño, pero se alejó de un salto cuando la criatura se giró y reveló que, dentro del yelmo, había un cráneo humano.

—¡¿Qué demonios?! —exclamó ella.

Los muchachos se giraron y se taparon los rostros, más por la sorpresa que por el pavor. Eso no era peor que ver a Adam muriendo en manos de Peat, pero no lo habían esperado.

—Huesos, huesos —canturreó Cranium, feliz.

—¡Cómetelo lejos de aquí! —exclamó Zoey mientras empezaba a caminar velozmente por los adoquines para alejarse—. ¡Por Dios, qué horror!

Zack cogió los bolsos y corrió detrás de ella.

—¿De dónde demonios salió eso?

Se sorprendieron cuando escucharon extraños sonidos a sus espaldas, pero ninguno se volteó. Se miraron con una mueca de asco, Zoey tenía deseos de vomitar. Se tapó la boca con las manos y trató de concentrarse en otra cosa.

Se alejaron bastante, hasta que Zack decidió detenerse. Con una expresión contrariada, dejó los bolsos en el suelo y se giró. Notó que Cranium caminaba hacia ellos, simplón y tranquilo.

—Ricos huesos —dijo.

—Es un asco —murmuró ella mientras Zack se plantaba delante de la criatura.

—¿Qué hacía un yelmo de un templario aquí? —le preguntó.

—Eh, Zack —Ella tiró de la remera9 de él y logró recuperar su atención.

Cuando él se giró y vio hacia donde la chica señalaba, se quedó mudo. Fuera del camino, un poco más abajo en el valle, entre las rocas, había dos o tres restos más, armaduras enteras y telas raídas con una cruz roja.

7Pirado: persona que ha perdido el juicio hasta caer en la locura. Término del lunfardo, una jerga de Buenos Aires que deriva del cocoliche.

8Estar «hecho percha»: expresión que se utiliza para decir que el cansancio es insoportable. Similar a «estoy agotado», pero con mayor exageración.

9Remera: camiseta o playera, prenda de vestir.

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Capítulo 10

Ambos guardaron silencio y trataron de controlar sus emociones, las dudas que esos cuerpos les generaban. Cranium levantó el hocico y marchó, corriendo, a buscar nuevos huesos mientras ellos seguían estupefactos.

—Templarios —dijo Zack, boqueando.

—¿Aquí? —susurró ella, aferrándose a su torso—. ¿Cómo llegaron tan lejos?

—No lo sé.

Observaron cómo la criatura se metía entre una cota de malla y arrancaba una costilla del esqueleto. Hicieron una mueca de disgusto y se alejaron al notar que la criatura regresaba a ellos como si llevase un juguete entre los dientes.

—Cranium, ve a comer eso lejos —pidió Zoey.

—Regalo para Lapis Exilis —dijo la criatura, soltando la costilla sobre las zapatillas de la chica.

Ella apretó los dientes. No sabía qué demonios hacer, pero de una cosa estaba segura: no iba a tocar eso con las manos.

—Ah, ¿gracias? Pero yo como comida para humanos. No puedo comer huesos —dijo ella y empujó la costilla con el pie hacia él.

Pero Cranium insistió y lo acercó de vuelta las zapatillas de la chica.

—Regalo, regalo.

—Zack… —Zoey suplicó por ayuda.

El muchacho, que había estado parado a su lado con una expresión contrariada también, se agachó para agarrar la costilla del difunto caballero templario con la punta de los dedos.

—Es un muy lindo detalle. Cranium, amigo —dijo, agachándose—. Y Zoey ahora te lo regala de nuevo a ti, por ser tan buen guía. Ten.

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