Ann Rodd - El Arca

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Zoey dejó su vida atrás. Debió huir y abandonar a su familia, a sus amigos y todo aquello que alguna vez conoció; un ser maligno e inmortal la persigue para asesinarla y para robar sus poderes, por lo que encontrar las respuestas a los misterios del dije puede ser la única forma de sobrevivir.
A través de leyendas antiguas y de confusas profecías, ella se aventura a un mundo olvidado que puede contarle innumerables historias.
Con la ayuda y con el apoyo de Zack, Zoey deberá superar sus propios límites, desentrañar los secretos del pasado que no debían ver la luz y hallar así la forma de salvarse a sí misma y a su propio mundo.

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El paso de las horas fue tortuoso. Zoey se movió, inquieta, por el hall mientras controlaba la antecámara a cada rato. En algún momento, le pareció escuchar voces, ecos lejanos que supuso pertenecerían a algún guía o grupo de excursionistas. Sabía que ninguno se metería allí porque, al parecer, estaba fuera de recorrido y ella solamente tenía que temerle a la gente con magia. O a Peat, pero, por lo que el dije había sentido la noche en la que huyeron, creía que todavía les quedaba algo de tiempo.

Para pasar el tiempo, volvió al gran arco de piedra y sacó los cuadernos de la mochila para ver si podía traducir algo más. Sin embargo, al igual que ocurrió antes, le resultó difícil. Anotó cosas sueltas que no tenían ni pies ni cabeza y se preguntó si lo que decía allí estaba asociado con la profecía del templo.

Además, incluso del templo mismo Jessica había traducido solo una parte; era enorme y se había destruido por completo. Tal vez se habían perdido frases importantes, y en ese arco podía pasar lo mismo. Por eso, decidió empezar por otro extremo, donde tampoco obtuvo un texto lógico. Pudo ordenar apenas una oración que, para ella, no significaba nada importante.

—El árbol… —murmuró, mirando sus hojas escritas—,

¿tiene semillas? ¿Ah?

El estómago le rugió, desesperado, en ese momento. No le encontraba sentido a la frase, por lo que se dejó caer de espaldas al suelo y abandonó las hojas de traducción para acariciarse la barriga. Ya no sabía qué hacer para aguantar hasta que Zack volviera.

Observó el elaborado techo de recinto y buscó formas al azar entre los dibujos. En algún momento, antes de adormilarse, aún en el suelo duro, le pareció que uno de los grabados se veía como un árbol.

—Nah —dijo cuando espabiló unos minutos después—. Debo ser yo que estoy buscándole sentido a la frase.

—¡Zo!

Escuchó que alguien gritaba. Se puso de pie de un golpe y corrió hasta la antecámara. Zack apareció unos segundos después, con el bolso lleno de cosas y otro bolso extra, nuevo.

—Ya estoy aquí —dijo él, quitando el escudo y la ilusión.

Zoey se echó a sus brazos antes de que realmente entrara en el hall y él dejó las cosas en el suelo para corresponderle.

—¡Tardaste un montón! —gimió ella.

—Lo sé, perdón. Tuve que ir y venir, tener cuidado con la gente… robar una tienda.

Ella se separó, con una expresión contrariada, hasta que bajó la vista al bolso extra.

—¡¿Robaste?!

Zack hizo una mueca.

—No tenemos mucho dinero —explicó, mientras ella trataba de recuperar el aire que acababa de soltar—. Intenté ahorrar lo más posible, pero comencé a gastar mucho en comida y…, no me alcanzaba para otras cosas vitales y más caras —añadió, agachándose para sacar un cilindro esponjoso y brilloso—, como la bolsa para dormir.

—¿Tenías que robarla? ¿De verdad? ¡Eso está hipermal!

Él asintió y le puso la bolsa en las manos. También tenía elementos de aseo, una nueva manta y dos botellas de agua de dos litros que, al parecer, no habían entrado en el primer bolso.

—Lo sé, pero pensé, para sentirme mejor, que en nuestras manos está que Peat no destruya a todo el mundo. Así que, haber robado la bolsa de dormir y la manta, no es nada comparado con que explote el mundo entero, ¿no?

Cuando él lo ponía así, era lógico, pero no se sentía cómoda.

—Vamos a devolver el dinero —dijo ella, dando vuelta a la bolsa de dormir en sus manos—, cuando podamos.

Ella revisó la comida que Zack había traído. Encontró paquetes de galletas de agua, saladas y dulces, cajitas con cereales, muchísimas más botellas de agua y dos cajas de leche larga vida. Después, encontró cosas más frescas, como pan, sándwiches de miga empaquetados, comida elaborada bien envasada y medialunas6 en un sobre de papel.

—Deberé comer lo fresco primero.

—Sí —corroboró él, señalando los paquetes de plástico transparente con la comida envasada—. Yo te diría que empieces por esto. Los sándwiches tienen una fecha de vencimiento posterior, aunque sin frío no vayan a durar más que unos días, claro.

Zoey agarró uno de los paquetes y se quedó pensando en lo dicho. Giró el envase y se dio cuenta de que, si podía hacer fuego de la nada, seguramente podría congelar algo. Con esa idea en la cabeza, impulsó su magia en el objeto, esperando no destruirlo en el proceso. Enseguida, el envase se cubrió con una fina capa de escarcha, débil, pero era un comienzo.

—¡Ey! —exclamó Zack, quitándoselo de las manos para verlo—. Excelente idea, lavagirl —dijo, con una sonrisa—. Podemos congelar algunos productos. Estás mejorando mucho, eres increíble.

Ella le sonrió en respuesta, halagada y bastante satisfecha. Desde la pelea con Peat, perecía no tener problemas para usar la magia, incluso la que nunca había practicado antes. Si podía congelar parte de la comida y se alimentaba con lo justo y necesario, tendría para un montón de tiempo. Podrían llegar lejos.

Después de mirar sobre su hombro, Zack señaló la antecámara.

—Hoy sí hay turistas.

—Me pareció oírlos —contestó Zoey mientras cerraba la compuerta secreta de piedra casi sin pensarlo.

Guardaron las cosas y marcharon por el hall. Conversaron sobre lo que Zack había tenido que hacer para salir del fuerte, ir a Las Grutas y volver en medio de las excursiones que se estaban dando.

Acomodaron la ropa revuelta en el nuevo bolso y congelaron la comida que faltaba. Y, luego de un rato, Zoey volvió a abrir el portal. Al otro lado, se encontraron con el extraño animal. Estaba sentado, rascándose; había esperado, como ella le había indicado.

—Pensé que se iría —admitió Zack.

Zoey se rascó la frente, sorprendida por la orden acatada del animalito.

—Parece bastante obediente. No creo que sea agresivo en absoluto. Salió del portal para olfatear mis cosas.

—¿Y no te hizo daño?

—Para nada —contestó Zoey, cruzando el umbral del portal y deteniéndose a pocos metros de la criatura—. Solo corrió de vuelta aquí.

Bajaron las escaleras después del animal, que tomó la delantera, y miraron hacia atrás varias veces. Dudaban sobre su decisión, pero ninguno se animó a decir qué era lo mejor. Podían estar metiéndose en una trampa terrible; en ese caso, cerrar el portal los dejaría atrapados, quizá para siempre.

—Si Peat nos está siguiendo… —dijo Zack, apretando los labios. No terminó la frase.

Ella asintió y regresó hasta el portal. Puso la mano sobre el aire que se veía ligeramente de otro color. Empujó sus poderes hacia allí y el espacio se transformó en roca sólida un segundo después. Ya estaban jugados, se encontraban en otro mundo.

Zoey volvió a bajar las escaleras y le tendió la mano a su compañero, que no dudó en estrechársela. Se sonrieron, a pesar de los miedos, para darse la confianza mutua que a cada uno le faltaba.

—Podemos hacerlo —dijo ella, dando un paso decidido hacia delante.

Zack le besó el dorso de la mano y la siguió.

La criatura se los quedó viendo hasta que llegaron al puente. Allí, empezó a correr lejos, sin preguntar nada ni tampoco hablar. Los chicos suspiraron y cruzaron los dedos para que realmente pudiese ayudarlos y no los estuviese abandonando. Pero, cuando empezaron a cruzar el puente, despacio, fijándose dónde pisaban, notaron que el bicho se frenaba un poco más allá.

Escucharon un par de crujidos, aunque el puente parecía sólido. Zack caminó por delante y le indicó a Zoey que lo siguiera. Cuando estaban por la mitad, se les ocurrió asomarse por la gruesa barandilla de piedra tallada.

El abismo era impresionante y los dos se quedaron sin aire.

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