Rubén Vélez - A esa fea no se le abre la puerta
Здесь есть возможность читать онлайн «Rubén Vélez - A esa fea no se le abre la puerta» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:A esa fea no se le abre la puerta
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
A esa fea no se le abre la puerta: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «A esa fea no se le abre la puerta»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
A esa fea no se le abre la puerta — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «A esa fea no se le abre la puerta», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
La piscina ahogada
En la Universidad de Antioquia, antes de empezar cualquier carrera (la mía era la de Derecho), había que hacer un año de cultura general que se llamaba Ciencias y humanidades. Como esa ciudadela estaba en manos de la izquierda maoísta, uno aprendía mucho de las ciencias del maoísmo y el marxismo. En el curso de la carrera, dado el comportamiento fascista de los dueños de la situación, aprendíamos a leer entre líneas los sermones que se apoyaban sobre las palabras sagradas Revolución y Hombre Nuevo. Los hijos locales de Mao odiaban las prácticas democráticas. Eran buenos maoístas. El embeleco burgués de la democracia estaba llamado a desaparecer. Se impondría la dictadura del proletariado, y bajo ese régimen, se acabaría la historia. Todos íbamos a ser iguales y felices. A mí, la única revolución que me desvelaba era la de mi cuerpo. Quería tener un buen físico, lo que podía conseguirse en la lucha diaria con el agua de la piscina medio olímpica de la universidad. Yo sabía nadar, pero no lo hacía con estilo. Me fue bien con el crol, regular con el pecho y el espalda, y mal con el mariposa. El último es muy exigente. No se trataba de matarse. En mi agenda revolucionaria no estaba la utopía de un cuerpo de dios griego. Me contentaría con un cuerpo siete u ocho. Un marica sin un buen físico tenía todas las de perder. Ahora, todo el mundo debe tenerlo, hasta la gente de la tercera edad. Se impuso la dictadura de la belleza exterior. La otra, la interior, es un embeleco de los gurúes. Mientras en el campus de la universidad se abrían las flores carnívoras del emperador de China, en sus aguas prosperaba el materialismo olímpico. Ser era tener un cuerpo de campeón de natación. Ser era ser un doble de Aquaman. Algunos alcanzaron esa meta. Pero tenían que vivir en el agua para conservar su nueva naturaleza. Si dejaban de ser acuáticos, dejaban de ser mármoles griegos. Yo me quedé en la mitad del camino. Ni hablar del caso titánico del Hombre Nuevo (léase El hundimiento del Titanic, de Hans Magnus Enzensberger). Cuando me planto desnudo ante el espejo, a veces me pregunto qué habría sido de mi vida sexual y sentimental si hubiese sido un buen revolucionario en la piscina de la Universidad de Antioquia, si hubiese renunciado a la ley del menor esfuerzo para que el alevín se volviera un héroe del estilo mariposa. Esa sesión de metafísica barata, pequeñoburguesa, termina con un encogimiento de hombros. A partir de cierta edad, en el espejo siempre se cuela la sombra de ese dios o esa diosa sin físico que los líricos llaman La Parca y Elías Canettí, durante ochenta años, desde la temprana muerte de su padre hasta la muerte de él, miró con ojos de enemigo jurado.
¿Capilla o piscina?
Un 24 de diciembre de fines de los años cincuenta o principios de los sesenta, el primo bohemio de mi papá se apareció manivacío en Arabia, la finca de clima templado donde entonces vivíamos. El hombre que siempre andaba con libros (se decía que la mayoría de ellos caían en su poder gracias a un vuelo de manos inconfesable), dijo que le pusieran una canción lacrimógena que el anfitrión detestaba (por lacrimógena) y que habría horrorizado a Borges. “Para qué los libros, para qué Dios mío”. Mi papá le advirtió que si pedía esa canción en San Marcial, la finca de al lado, no le darían aguardiente, sino aguarrás. No era una advertencia gratuita. Los dueños de esa finca, los Naranjo Villegas, se alimentaban de libros. Hablar con ellos era como hablar con una enciclopedia. San Marcial proponía un programa no apto para muchachos. Además de una gran biblioteca, tenía una capilla. Y no una cualquiera, pues se le había confiado una custodia. Era el escenario ideal para que San Marcial se apareciera, pero ese santo no existió. No puede hacer milagros. Los Naranjo Villegas, tan leídos ellos, tan sabidos, vivían en un error. En más de un error vivimos todos. Nos vamos con uno o ambos ojos vendados, autoengañados o engañados por los otros. Esto va para arenga del Siglo de las Luces. No más. Hasta aquí la arrogancia intelectual. Volvamos a la finca que no tenía capilla, pero sí el bien que bastaba para convertirla en un buen patio de recreo. Señor descreído, señor bohemio, usted, que se las sabe todas, ¿qué es más conveniente para la educación de una familia, una finca con capilla o una con piscina? Ese dilema tiene fácil solución. En la primera, los niños aprenden a ser sumisos. En la segunda, a defenderse por su propia cuenta. ¿Qué coge un niño en una capilla? Miedos. ¿Y qué coge en una piscina? Agallas. Si yo hubiese tenido hijos, no los habría animado a sumergirse en una biblioteca ni una capilla, sino en una piscina con mucho fondo. El primo bohemio de mi papá chapoteó en la primera, para nada. No escribió ni un solo libro. Pensándolo bien, para qué. La canción que él pidió un 24 de diciembre ya me llega más que la cantaleta de la secta que preside la viuda de Borges.
Hijo mío, te lo ordeno: no mires hacia el desierto
Para medio Alepo esa relación era anómala. Los demás pensaban que era apenas normal que ese “muchacho” no se despegara de su madre. ¿Qué habría sido de él sin ella? Ella no solo aportaba sus ojos. Madre, criada, secretaria, lazarillo… Medio Alepo pensaba que ya era hora de que ese sesentón se casara y su madre se sentara a soñar con el destino de abuela. Muchas mujeres jóvenes estaban dispuestas a casarse con el cuentista que todos, hasta sus colegas, equiparaban con Sherezada. ¿No sería como casarse con la magia y la fama? La mujer de… ¿Qué puertas no abriría esa condición?, ¿a qué experiencias de cuento no llevaría? La madre del ciego prodigioso meneaba la cabeza. Ninguna mujer como yo, ninguna…
Él, por su parte, pensaba que le convenía unirse a una “buena mujer”. Una buena mujer que no le recordara a su madre. Estaba harto del ángel que también era un ave prensora. Había días en que le decía que quería vivir solo, en una cueva del desierto, entre las palabras que allá le susurrarían los ángeles y los demonios. Hablaba de unas criaturas en las que él no creía. ¿En qué creía él?, ¿en el poder de las palabras espejo, tigre y espada? Su madre le advertía que el desierto impone la ascesis del silencio. ¿Además de ciego, mudo? Hijo mío, recuerda que el verbo ha sido tu tabla de salvación. Gracias al verbo te has mantenido en pie y has sido una luz. Las madres, tan sabidas ellas. Y cuanto más viejas, más seguras de sus tres verdades.
Para medio Alepo, la mujer de ojos rasgados que ocupó el lugar de la mujer que parecía irremplazable era una bruja. Por eso, porque tenía ojos de un mundo remoto. A los demás les pareció apenas normal que su mago predilecto hubiese caído bajo el poder de una mujer que practicaba la magia. “Tal para cual”. Bruja o no, lo cierto es que la forastera de mirada ilegible lo hizo perfectamente como madre sustituta, y, no bien quedó viuda, como médium del hombre que hechizaba a la manera de Scherezada.
No todo olía a Christian Dior
(Un cuento de navidad)
Un 23 de diciembre, a eso de las diez de la mañana, me entró una llamada de Miami. Era el doctor Ocampo, para decirme que los Londoño, los propietarios de Cafarnaúm, la inmensa finca de al lado, querían que me sumara a su fiesta de navidad. Yo no conocía a esa gente. El exitoso abogado la calificó de “muy bien”. En Miami, alguien más bien descreído que a veces me prestaba una de sus fincas, se preocupaba por la salud de mi espíritu navideño. Nos conocimos en la facultad de derecho de la Universidad de Antioquia. Él se dedicó a asesorar a la mafia local, y yo, a impartir justicia en juzgados de pueblos caribeños del departamento, como Turbo y Apartadó. Durante muchos años preferí el mar a las montañas. Me intrigó lo de “muy bien”. Yo había tratado a gente bien, más o menos bien y maluca, pero jamás a la muy. Para hacerlo, es necesario ser socio de los clubs más exclusivos de Medellín. El doctor Ocampo no salía de esas estratosferas. Sin duda, fue en El Campestre o en El Unión donde conoció a los Londoño. El mayordomo de la finca donde me hospedaba (solo, como siempre), me confirmó la apreciación de su patrono. “Gente muy bien, pero también muy amarrada”. El espíritu navideño me infundió una idea ruinosa. Me fui para mi centro comercial favorito, a comprar regalos de categoría. Los centros comerciales son nuestra segunda casa. En El Tesoro, uno no se siente en Medellín, sino en Miami. Hasta los precios son miamenses. Me decidí por diez perfumes de la casa Dior, que estaban en realización. Cinco para hombres y cinco para mujeres. Como mi informante de turno me dijo que los mayordomos de Cafarnaúm tenían una niña y un niño, también compré una Barbie y un superhéroe. Muñecos de primera. Cuando uno se mete a rey mago (detesto a Papá Noel), hay que renunciar al espíritu del ahorro, como hacen los mafiosos. Me recibió la dueña de casa. Muy peripuesta y muy analítica. Me sentí escaneado. A ella le sorprendió que me supiera los nombres de sus criados. Esto para don Arnulfo, esto para doña Luz Dary, esto para la pequeña Yesica, esto para el pequeño Yeison… El cuarto rey mago se apareció con doce regalos que hicieron la felicidad de doce personas que no pertenecían al estrato muy. A los anfitriones no les gustó mi performance de personaje de pesebre. El señor dijo que mi insólita generosidad era un tarjeta navideña que había que leer entre líneas, y la señora, que prefería las tarjetas de un solo sentido, así fueran de mal gusto. Doña Luz Dary, ahora despidiendo el mismo aroma de su ama, medio arregló la situación. Quédese, quédese, que la natilla está muy buena. No solo la natilla. También los buñuelos, las hojuelas, el chicharrón y las empanaditas de papa y de carne. Very, very. El feliz propietario del Hombre Araña no se apartó en ningún momento del forastero que había viajado desde Oriente.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «A esa fea no se le abre la puerta»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «A esa fea no se le abre la puerta» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «A esa fea no se le abre la puerta» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.