Nietzsche fue el campeón de la valoración, al punto de que su superhombre era el transvaluador de todos los valores, el que se iba a atrever a ponerlos a todos al revés, de cabeza. Pero este mismo pensador cayó en valores tan extraños como buscar la inmortalidad a través del eterno retorno, quitando así la libertad que tanto apreciaba, para dar cabida al destino, a la fatalidad, de la que no hay escapatoria.28
La mejor compañía para los valores es, entonces, las virtudes. Una educación en valores conlleva una en virtudes. Éstas se aprenden con la práctica, formando en la persona un carácter que lo haga realizar las acciones correspondientes de manera fácil, agradable y sin error.
Hay mucho material sobre formación en valores, lo hay menos en formación de virtudes; pero ambas modalidades son complementarias, y pueden acompañarse. La axiología precede a la ética. Y tal vez siempre la acompaña, pero entre los valores se encuentra el moral, y es el que lleva a la ética. Creo que la antropología filosófica fundamenta la ética, y lo hace a través de la axiología, porque según la naturaleza del hombre son los valores que establece y son los que llevan a plasmarlos en la conducta ética, la cual, a su vez, se vale de las virtudes para encarnar los valores. Así tenemos el círculo completo. Y no es un círculo vicioso, sino virtuoso, precisamente porque se elabora por medio de las virtudes.
Ya cayó la acusación de falacia naturalista a ese fundar la ética en la antropología, ya que ahora se considera que debemos saber al menos medianamente lo que es el hombre, la persona, para saber qué le vamos a normar tanto en la ética como en el derecho y en la misma política. Si no nos ponemos a estudiar al hombre, a la persona, ¿cómo podremos saber qué le resulta conveniente y adecuado?
La persona es, pues, un sujeto moral, jurídico y político. Vive en comunidad, por eso se trata de un personalismo comunitario, que proviene de Maritain, pasa por Mounier, y llega hasta nuestro momento a través de Carlos Díaz y de Juan Manuel Burgos.
Los valores están presentes en todos esos ámbitos. La ética realiza valores, los norma a través de la conciencia. El derecho también realiza valores, por eso se habla de una axiología jurídica que es cada vez más importante a la hora de comprender los derechos y las leyes. De modo que, si el derecho no va de acuerdo con la ética, dará leyes injustas que ahora no se consideran como obligatorias, sino como malas. Y la política realiza valores, que plasma en la vida social, tanto a partir del estado como de la sociedad civil.
Pues bien, los valores éticos necesitan de las virtudes, ya que la prudencia es imprescindible para llevarlos a la práctica. La templanza y la fortaleza la ayudan a cumplirlos. Los valores jurídicos también requieren de la prudencia, pues las leyes tienen que interpretarse para ser bien aplicadas. Y a eso se añade la justicia legal. Los valores políticos también requieren de la prudencia para ser llevados a la práctica, y de la justicia distributiva, así como de otras virtudes cívicas (según se las llama ahora), para que haya igualdad en la sociedad.29 E incluso de la justicia conmutativa, para que haya equidad en la vida económica. Lo mismo en cuanto a la dimensión religiosa del hombre, la virtud de la religión es la que nos hace rendir el culto debido a Dios.
Como se ve, una educación en valores va bien acompañada con una educación en virtudes, ya que son éstas las que realizan a aquéllos, los llevan a la práctica concreta. Por eso es igualmente necesario educar en valores y en virtudes, para que tengan una aplicación conveniente.
Y en esto ayuda mucho el concepto de analogía, porque las virtudes son analogía hecha carne, llevada a la práctica, a la vida. Es el sentido de la proporción, aplicado a cada acción, dándole el término medio prudencial, que es el que nos hace vivir y sobrevivir en el mundo de la cotidianidad.
Conclusión
Ésta es la autorrealización que buscamos en la filosofía personalista. El personalismo es individual y comunitario. Por eso pensamos en una realización tanto a nivel de la persona como de la sociedad. Y para ello es necesaria la sensibilidad analógica, pues es la que nos abre el camino para la formación de valores y de virtudes.
1Antropología filosófica. Hacia un personalismo analógico-icónico, Madrid: Fundación Emmanuel Mounier, 2004, 112 pp. 2a. ed., México: Universidad Anáhuac Sur, 2015.
2El símbolo y el hombre desde un personalismo analógico-icónico, México: Démeter Ediciones, 2011.
3C. Díaz, “Raíz hermenéutica: Paul Ricoeur”, en Treinta nombres propios. (Las figuras del personalismo), Madrid: Fundación Emmanuel Mounier, 2002, pp. 163-167.
4J. M. Burgos, Para comprender a Jacques Maritain. Un ensayo histórico-crítico, Madrid: Fundación Emmanuel Mounier, 2006, pp. 151 ss.
5J. Maritain, Los grados del saber o distinguir para unir, Buenos Aires: Club de Lectores, 1983, pp. 653-658.
6Ch. S. Peirce, “La crítica de los argumentos” (1892), en Escritos lógicos, ed. P. Castrillo, Madrid: Alianza, 1988, p. 202.
7Esto se lo dijo en varias conversaciones al P. Victorino Rodríguez, el cual lo pone en la Introducción a su edición de la obra de J. M. Ramírez, De analogia, Madrid: CSIC, 1970, t. I, p. XIII.
8J. M. Burgos, op. cit., p. 152.
9J. Marías, Persona, Madrid: Alianza, 1996, pp. 55-60.
10A. M. T. S. Boecio, Liber de persona et duabus naturis, c. III.
11J. F. Sellés, “La distinción entre persona y naturaleza humana según Nédoncelle”, en Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida, año 5, núm. 9 (ene.-jun. 2013), pp. 26-27.
12Como “relación subsistente” llegó a definir a la persona J. R. Sanabria, Filosofía del hombre. (Antropología filosófica), México: Ed. Porrúa, 1987, pp. 252-253.
13F. Brentano, Psicología, Madrid: Revista de Occidente, 1935 (2a. ed.), pp. 27-28.
14M. Beuchot, “Aristóteles y la escolástica en Freud a través de Brentano”, en Espíritu (Barcelona), 47/118 (1998), pp. 161-168.
15A. de Muralt, La idea de la fenomenología. El ejemplarismo husserliano, México: UNAM, 1963, p. 5.
16H. Putnam, Representación y realidad. Un balance crítico del funcionalismo, Barcelona: Gedisa, 1990, pp. 119 ss.
17E. Tugendhat, Antropología en vez de metafísica, Barcelona: Gedisa, 2008, pp. 17 ss.
18C. Geertz, La interpretación de las culturas, Barcelona: Gedisa, 1987, p. 20.
19P. Ricoeur, “La simbólica del mal”, en el mismo, Finitud y culpabilidad, Madrid: Taurus, 1969, p. 251.
20J. Habermas, “El resurgimiento de la religión, ¿un reto para la autocomprensión de la modernidad?”, en Diánoia (UNAM), LIII/60 (2008), pp. 3-20.
21R. Wolin, Los hijos de Heidegger. Hannah Arendt, Karl Löwith, Hans Jonas y Herbert Marcuse, Madrid: Cátedra, 2003, p. 130.
22J. López Santamaría, “La ética de las virtudes”, en Estudios Filosóficos, LVII/164 (2008), pp. 145-151.
23F. Ovejero Lucas, “Republicanismo: el lugar de la virtud”, en Isegoría, n. 33 (dic. 2005), pp. 99-125.
24J. A. Montmarquet, “Virtud epistémica”, en M. M. Valdés y M. Á. Fernández (comps.), Normas, virtudes y valores epistémicos. Ensayos de epistemología contemporánea, UNAM, México 2011, 299-321.
25D. Carr, Educating the Virtues. An Essay on the Philosophical Psychology of Moral Development and Education. London – New York: Routledge, 1991, pp. 8-9.
26A. MacIntyre, Tras la virtud, Barcelona: Ed. Crítica, 1987, p. 239.
27G. Gurvitch, Las tendencias actuales de la filosofía alemana. E. Husserl - M. Scheler - E. Lask - N. Hartmann - M. Heidegger, Buenos Aires: Losada, 1939, pp. 89 ss. T. Urdánoz, Historia de la filosofía, VI) Siglo XX: De Bergson al final del existencialismo, Madrid: BAC, 1988 (2a. ed.), p. 417: Para Scheler, “los valores son irreductibles al ser; los valores valen, pero ‘no son absolutamente’”.
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