EL ACCIDENTE
EL ACCIDENTE
© Adolfo Pascual Mendoza
© De la ilustración de portada, Youngdoo via photopin Diseño de cubierta: Dpto. de Diseño Gráfico Editorial La Calle
Iª edición
© Editorial La Calle, 2014.
Editado por: Editorial La Calle
C.I.F.: B-92.041.839
Avda. El Romeral, 2. Polígono Industrial de Antequera
29200 ANTEQUERA, Málaga
Teléfono: 952 70 60 04
Fax: 952 84 55 03
Correo electrónico: editoriallacalle@editoriallacalle.com
Internet: www.editoriallacalle.com
Reservados todos los derechos de publicación en cualquier idioma.
Según el Código Penal vigente ninguna parte de este o cualquier otro libro puede ser reproducida, grabada en alguno de los sistemas de almacenamiento existentes o transmitida por cualquier procedimiento, ya sea electrónico, mecánico, reprográfico, magnético o cualquier otro, sin autorización previa y por escrito de EDITORIAL LA CALLE; su contenido está protegido por la Ley vigente que establece penas de prisión y/o multas a quienes intencionadamente reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica.
ISBN: 978-84-16164-08-0
Nota de la editorial: Editorial La Calle pertenece a Innovación y cualificación S. L.
ADOLFO PASCUAL MENDOZA
EL ACCIDENTE
Editorial La Calle
ANTEQUERA 2014
Índice
Portada
Título ADOLFO PASCUAL MENDOZA EL ACCIDENTE Editorial La Calle ANTEQUERA 2014
Copyright EL ACCIDENTE © Adolfo Pascual Mendoza © De la ilustración de portada, Youngdoo via photopin Diseño de cubierta: Dpto. de Diseño Gráfico Editorial La Calle Iª edición © Editorial La Calle, 2014. Editado por: Editorial La Calle C.I.F.: B-92.041.839 Avda. El Romeral, 2. Polígono Industrial de Antequera 29200 ANTEQUERA, Málaga Teléfono: 952 70 60 04 Fax: 952 84 55 03 Correo electrónico: editoriallacalle@editoriallacalle.com Internet: www.editoriallacalle.com Reservados todos los derechos de publicación en cualquier idioma. Según el Código Penal vigente ninguna parte de este o cualquier otro libro puede ser reproducida, grabada en alguno de los sistemas de almacenamiento existentes o transmitida por cualquier procedimiento, ya sea electrónico, mecánico, reprográfico, magnético o cualquier otro, sin autorización previa y por escrito de EDITORIAL LA CALLE; su contenido está protegido por la Ley vigente que establece penas de prisión y/o multas a quienes intencionadamente reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica. ISBN: 978-84-16164-08-0 Nota de la editorial: Editorial La Calle pertenece a Innovación y cualificación S. L.
Índice
PARTE 1 - LA AMISTAD
LA CRISIS
LA ENTREVISTA
EL ACCIDENTE
EL DETONANTE
MI TRAGEDIA
CAMBIO DE HOSPITAL
PARTE 2 - EL AMOR
EL ENCUENTRO
LUÍS
CONVERSACIÓN ENTRE EL TÍO LUÍS Y JORGE
LA VISITA DEL PRIMO JOSITO
LA HABITACIÓN 212
LA DECEPCIÓN
EL REENCUENTRO
EL COMPROMISO
NUEVO PROYECTO DE VIDA
PLANIFICANDO EL FUTURO
JOSITO
LA MUDANZA
PARTE 3 - 20 DÍAS
EL MIÉRCOLES
EL VIERNES
EL JUEVES
LA SALA ROJA
LA PRIMERA NOCHE
UNA SEMANA DECISIVA
EL DÍA CLAVE
EL RITUAL
PARTE 4 - EL AMOR Y LA AMISTAD
EL ALTA
LA CELEBRACIÓN
Luís me acababa de abrir la puerta. Entre susurros me comenta que, en los últimos días, Raúl no se encuentra de muy buen humor. Me indica el salón y se aleja camino de la cocina. Antes de llegar a la puerta y desaparecer en su interior, se gira y me dice:
—Richard, tengo la esperanza de que tu visita le mejore el ánimo.
Le respondo con una sonrisa y me introduzco en el salón de manera sigilosa.
Al traspasar la puerta de la estancia, vislumbro al trasluz su silueta, sempiterna estampa sobre su silla de ruedas. Está de espaldas a la puerta, pero lo percibo difuminado entre los rayos de sol templados de finales de invierno e imbuido en la música, su música, esa música llena de tragedia y osadía de su autor favorito, Verdi. En esta ocasión es Nabuco, y mi entrada casi coincide con los primeros compases de los Coros de la Libertad. Sonrío, giro la cabeza y veo de nuevo a Luís saliendo de la cocina, le guiño un ojo. Con los impulsos renovados de la música, me encamino hacia la cristalera y, elevando la voz, me hago notar.
—¿Cómo está el gruñón hoy?
Raúl gira la cabeza al oír mi voz y, sin disimular su alegría, su cara se ilumina. Antes de contestarme nada, se abraza a mi cuello, un abrazo tenso, fuerte, casi desesperado, un abrazo como el de un nadador salvado a última hora, segundos antes de ser engullido por el agua.
Siento correr por sus mejillas sus lágrimas de agradecimiento. Mis ojos también se turban con mis primeras lágrimas, y callamos, nos dejamos llevar por nuestro silencio, me siento a su lado, nuestras manos aferradas, una sobre la otra.
Miro el horizonte como tratando de ver lo mismo que él y, aunque el paisaje es idílico, no me imagino que estemos apreciando lo mismo. Sé que no vemos lo mismo, pero del mismo modo valoro el momento, un momento especial, un momento esencial como este, con nuestras mentes evadidas, pero disfrutando del mismo instante, del mismo momento juntos aunque en espacios distintos. Él en su mundo, yo tratando de entrar en el de él.
Sé que es todo un ritual, que nos llevará tiempo comenzar a hablar, que tal vez pasen horas y nos tengamos que despedir sin tan siquiera haber cruzados unas frases, pero yo lo necesito, necesito visitarlo, necesito verlo, necesito compartir con él estos minutos, aunque sea compartirlos en silencio, y a la vez sé que cada visita mía le da nuevo bríos, le anima a seguir adelante, y a veces incluso a hacer cosas, esas cosas espontaneas, creativas, directas del corazón que tan solo él sabe hacer.
—¿Sabes? —lancé al aire, sin saber que me escucharía, unos segundos después de que la música se silenciara—. Pensaba en nosotros —me levanté y cogí el marco con la foto que siempre tiene en la mesita de al lado del ventanal.
En ella, dos niños. Él, alto y fuerte, yo desvalido y pequeño. A pesar de no tener ninguno de los dos aún los ocho años cumplidos, él estaba mucho más desarrollado que yo. Nuestras familias se conocían de tiempo atrás. Sus abuelos y los míos eran vecinos en la casa de la sierra y nuestros padres ya jugaban juntos de pequeños.
Esa fotografía era muy importante para explicar nuestra amistad. Nos habían preparado una merienda especial, pasteles y horchata. Esa misma mañana, jugando en la puerta de la casa, un coche que pasó a todo trapo había atropellado a Ros, su gatita.
Al principio del verano, la recogimos abandonada en la entrada del bosque de pinos. Mis padres no me autorizaron a quedarme con ella, pero los de Raúl eran más tolerantes, mucho más permisivos, y durante todo aquel verano Ros nos unió con mucha fortaleza. Aquella tarde, el sentimiento de orfandad que nos unía fue un juramento de hermandad.
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