Por eso, la historiografía reciente de la colonización antioqueña se debate entre apoyar la “novela rosa” o la “leyenda negra”, dependiendo de la mirada con que se la aprecie. Sin embargo, para hacer un análisis de esa historiografía, no es esta la clasificación estricta que aquí vamos a hacer, es decir, por sus resultados, sino otra diferente, que parte de los enfoques que los historiadores les han dado a sus investigaciones, casi siempre indagando sobre el origen del carácter antioqueño. Veamos a continuación esos enfoques.
La tesis del origen del carácter antioqueño: ¿innato o adquirido?
Los diferentes autores que han tratado sobre las causas que incidieron en los resultados de la gesta migratoria las relacionan con condicionamientos genealógicos, culturalistas o marcadamente económicos.
Daniel Mesa Bernal, uno de los más importantes genealogistas de Antioquia, en su libro Polémica sobre el origen del pueblo antioqueño (1988) trae un completo panorama del debate que se ha desarrollado en torno al origen del carácter de sus habitantes, específicamente desde la visión de su supuesta procedencia étnica. Esta ha sido esgrimida con mucha frecuencia por quienes consideran que los “paisas” tienen particularidades en su comportamiento que los diferencian de otros conglomerados del país por la herencia ‘racial’, como si genes especiales hubieran determinado que esa región fuera relativamente una de las más industrializadas de Colombia en el siglo XX. Y, claro está, a la gran marea colonizadora antioqueña también la explican por una supuesta preponderancia étnica derivada de su origen, la mayoría de las veces tratado de demostrar como judío o vasco. La validez de todos estos argumentos es considerada por Mesa muy débil, y los defensores de uno u otro origen se han encargado de demostrar la falsedad del contrario (Mesa, 1988, pp. 73y ss). Otros, indirectamente, hacen analogías entre la moralidad y la sicología antioqueña con la religión protestante, al igual que con la judía, para demostrar su papel en un supuesto desarrollo moderno capitalista. Al respecto, Mesa Bernal cita a Luis H. Fajardo (1966), quien dice:
Cuando uno lee las descripciones de la familia antioqueña, se encuentra con una serie de características muy parecidas a las encontradas por Sombart en su estudio sobre la familia judía o por Max Weber en su estudio sobre las sectas protestantes. (Mesa, 1988, pp. 24- 25)
Lo mismo sería aplicable, continúa Mesa, a lo relacionado con la vida religiosa de los antioqueños. Y apunta que se tiene la idea de que estas influencias pudieron darse por la contribución de los inmigrantes europeos; pero concluye que, aunque valiosa, “poco influyó en los patrones de comportamiento del paisa, debido a su llegada tardía y en forma aislada” (Mesa, 1988, pp. 24- 25).
Estas tesis genealogistas están cada vez más desprestigiadas y han sido superadas por otras más consistentes que introducen criterios antropológicos, ambientales y de relaciones sociales y productivas que son las que se han impuesto en los últimos años.
La tesis culturalista (la relación con el medio)
El principal exponente de esta posición es Parsons, quien en su obra La colonización antioqueña en el occidente de Colombia (1949) de manera prioritaria define el empuje del carácter antioqueño por las características adversas de la geografía en que se desenvuelve:
Las montañas templadas de los Andes más septentrionales del occidente de Colombia son la morada de los sobrios y enérgicos antioqueños, quienes a sí mismos se titulan ‘los yanquis de Suramérica’. Son sagaces, de un individualismo enérgico, y su genio colonizador y vigor han hecho de ellos el elemento dominador y el más claramente definido de la república. Su aislamiento geográfico, largo y efectivo, en las montañas del interior de Colombia, se refleja en un definido tradicionalismo y en rasgos culturales peculiarísimos. Ser antioqueño significa para ellos más que ser colombianos. (Parsons, J., 1997, p. 21)
Esta visión de Parsons, que es también tenida en cuenta por Everett Haven y Ann Twinam, no es compartida por otros autores. Por ejemplo, Mesa Bernal, reforzando seguramente su visión genealogista, considera que las difíciles características geográficas no son exclusivas de Antioquia. Y aduce que, dado que las condiciones en otras partes son iguales (como en Santander), se habrían presentado las mismas características en otros conglomerados del país (Mesa, 1988, pp. 23- 24).
Claro que Parsons, junto con su visión especializada del medio geográfico característico, introduce otras particularidades que tienen que ver con los desarrollos ancestrales de sus habitantes. Según él, el hecho de “la terrible mortandad que siguió a los primeros contactos de los españoles” pudo influir en que “los sobrevivientes de los primeros cincuenta años de epidemias, trabajos forzados y reajustes fisiológicos agudos fueran un grupo selecto (...) que iba a proveer una porción importante de la cepa de la evolución de la ‘raza antioqueña’” (Parsons, 1997, p. 88). Y concluye que
muchos de los españoles, lo mismo que sus descendientes mestizos, se vieron obligados a emprender labores productivas por su propia cuenta. Esta circunstancia dio desde temprano un impulso a la tradición democrática del trabajo en Antioquia, en contraste con otras regiones del sur y oeste, donde el elemento indígena se ha mantenido más numeroso. (Parsons, 1997, pp. 22- 23)
Y lo lleva a remarcar la idea de que durante los tiempos coloniales “los blancos constituían una aristocracia honorable, aunque sin cultura, cuyo rango era aceptado incuestionablemente por las clases inferiores” (Parsons, 1997, p. 24). Esta concepción de Parsons es la base que utiliza para interpretar el fenómeno de lo que él denomina “colonización moderna” para referirse a la migración antioqueña del siglo XIX, entre cuyos móviles destaca la pobreza de los vasallos durante la Colonia y las malas tierras de la provincia (Parsons, 1997, p. 114 y ss.).
El trabajo de Parsons, además de haberse constituido en la referencia indefectible de todos los trabajos sobre la colonización antioqueña, también fue, junto con los postulados genealogistas, el que principalmente generó la llamada “novela rosa” sobre el tema. Estudios posteriores con mayor profundidad sobre las relaciones sociales y económicas de los antioqueños y sus móviles poblacionales han introducido la polémica a Parsons, sin desconocer en absoluto su valor, que ya es considerado clásico.
El énfasis en la economía
Frank Safford (1965), historiador norteamericano que se ha interesado por los temas hispanoamericanos del siglo XIX, fue uno de los primeros en profundizar sobre la economía en Antioquia, y en ese cometido ha tropezado con las tesis en defensa de que los paisas tienen una predisposición especial por la economía y que tal predisposición se la da su origen vasco o judío, o bien se produce como reacción a las condiciones de aislamiento geográfico, tal como lo sostiene Parsons. Safford las refuta con mucha claridad en su obra Significación de los antioqueños en el desarrollo económico colombiano (1965), enfocada especialmente contra la postura de Everett Hagen, por cuanto este explica el empuje de los antioqueños por su origen vasco, por la experiencia en la minería, como una reacción contra la adversidad física y contra la superioridad de otros centros culturales y políticos (Bogotá, Popayán, Cartagena). Safford explica así su posición:
El argumento del presente ensayo es que el profesor Hagen puede presentar las cosas al revés. Parece más bien que los antioqueños se interesaban en la economía sobre todo porque vivían en un lugar en el cual la economía tenía algo que llamaba la atención. Eso es, la presencia del oro fue un estímulo bastante fuerte que no tenían por lo general las provincias de la Cordillera Oriental. Además, los otros colombianos no tenían a los antioqueños como inferiores, sino que les temían por su poder económico. Y las provincias económicamente más débiles crearon la leyenda de los antioqueños judaizantes como reacción de defensa. (Safford, 1965, pp. 49- 50)
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