1 ...6 7 8 10 11 12 ...23 La visión igualitaria y democrática de James Parsons, de unos campesinos descalzos y enruanados que lograron derrotar a los latifundistas, ha comenzado a ser cuestionada por algunos autores. Se ha puntualizado que los comerciantes ricos no sólo cultivaban la tierra de frontera para su propio beneficio, sino que poseían enormes concesiones de tierra, parte de las cuales eran consideradas por ellos como tierras para ser vendidas a los eventuales colonos con un pingüe provecho. (Chistie, 1986, p. 25)
Christie hace además un estudio acerca de cómo las oportunidades económicas están respaldadas por actuaciones del poder oligárquico concentrado en unos pocos apellidos que se han establecido tradicionalmente en la región. Ciertamente, el historiador canadiense se introduce y profundiza en un tema que ya había sido esbozado por Parsons: el de la endogamia que caracterizó particularmente a Antioquia desde la Colonia. En esta misma línea apunta la obra La endogamia en las concesiones antioqueñas, de Vicente Fernán Arango Estrada (2001), la que demuestra, en un riguroso análisis genealógico desprovisto de cualquier interés en el origen del pueblo antioqueño, cómo unas pocas familias han mantenido el control sobre la tierra desde que los soberanos españoles se las concedieron y cómo ese control también se replicó en las zonas de colonización del sur.
Sería interminable reseñar toda la literatura existente sobre la colonización antioqueña. Basta con agregar que hay autores con mirada crítica, pero que no se sienten atraídos hacia lo que llaman “leyenda negra” sobre el tema. Así lo hace expresamente Albeiro Valencia (1989), y también muchos otros en forma tácita, como Ricardo de los Ríos y Eduardo Santa. En efecto, por la rigurosidad con que abordan los asuntos históricos, acaban de una u otra manera no solo rechazando la “novela rosa”, sino que crean una narrativa que tiene el mérito de descubrir la enorme contradicción social y económica de los procesos migratorios. Al respecto, es importante citar al historiador antioqueño Roberto Luis Jaramillo, quien, en un análisis descarnado de tales procesos, basado en fuentes documentales de inmenso valor, devela “la otra cara de la colonización antioqueña”.
¿Es la colonización antioqueña un proceso autónomo?
Cuando nos adentramos en la historiografía de la colonización antioqueña, nos queda la impresión, en términos generales, de que su génesis y desarrollo se sustraen de los procesos históricos que se dieron en nuestro país y, más aún, de las influencias y dependencias internacionales. Pareciera que tal fenómeno se hubiera configurado con absoluta autonomía, y muchas veces hasta se lo considera desligado del influjo gubernamental, incluso de la propia Antioquia. Existe un afán de muchos historiadores por exaltar los desarrollos poblacionales como acciones que fueron producto exclusivo de la iniciativa comunitaria o individual, muchas veces parangonándolos con los producidos en el oeste norteamericano. Estas posturas tienen parte de su explicación en el incuestionable aislamiento físico y cultural de la región antioqueña durante la Colonia y el siglo XIX, y en que, debido a ello, muchos sucesos nacionales, como la propia Independencia, no se hubieran escenificado en ella o hubieran tenido poca trascendencia en sus procesos internos. Pero poco se estudian, por ejemplo, las repercusiones de la legislación nacional en el poblamiento y la distribución de la tierra, así como en las decisiones sobre la red de caminos y los desarrollos urbanos. Y, más aún, se desconocen las políticas que a nivel internacional deciden los destinos del mundo, incluso de los rincones más apartados, como lo era Antioquia. Por eso, uno de los cometidos que nos propusimos en esta investigación fue el de la imperiosa necesidad de analizar los textos ya reseñados sobre la economía antioqueña (Safford, López Toro, Brew), en los cuales se tiene una mirada más integral sobre los orígenes y la evolución de las migraciones. Pero también está el retomar obras que miran la historia nacional en sus aspectos económicos, sociales y políticos (Luis Ospina Vásquez o José Antonio Ocampo, por ejemplo), aunque asimismo es escasa en ellas la referencia a Antioquia antes de su despegue hacia la mediana industrialización, en el siglo XX.
Vale la pena destacar, entre las obras recientes sobre la migración de los antioqueños en el siglo XIX, la de Eduardo Santa, La colonización Antioqueña, una empresa de caminos (1993), que trata de mirar esa epopeya en estrecha relación con las tendencias políticas y la legislación nacional, siguiendo los primeros intentos que en tal sentido hiciera Otto Morales Benítez.
La historia urbana
La referencia de la historiografía a la ciudad de la colonización
Como el otro cometido de la presente investigación es el de estudiar los procesos de urbanización ligados al poblamiento de la región centroccidental de Colombia, especial cuidado se tuvo en considerar los datos relativos a ese tema. Sin embargo, este es un aspecto que no ha sido profundizado por la historiografía de la colonización antioqueña, cuyos aportes al ámbito de la historia urbana provienen en especial de campos que, paradójicamente, no se deducen del estudio particular y regional de los procesos socioeconómicos, como un resultado lógico de estos, sino que se derivan de análisis generales sobre poblamiento y urbanización que se han producido en Colombia. Valga decir que hay una sola excepción al respecto: el trabajo reciente del arquitecto Jorge Enrique Robledo Castillo, de la Universidad Nacional de Colombia Sede Manizales, que tiende un definitivo puente entre la sociedad y el territorio para entender el tipo de asentamiento urbano y las características de la arquitectura que genera. Claro está que, si bien el autor analiza la región en sus aspectos ecosistémicos para comprender las propiedades sismorresistentes de las construcciones de bahareque, sus tesis se circunscriben principalmente al caso concreto del desarrollo de la ciudad de Manizales; sin embargo, contribuyen indudablemente a dar luces sobre los procesos de urbanización de toda el área de colonización y serán apoyo decisivo en esta indagación.
Las referencias de la historiografía a los procesos de urbanización en Antioquia, salvo los apuntes correspondientes a la fundación de las ciudades, que, sin embargo, se restringen a la polémica (si la hay) de cuándo ocurrió y de quiénes fueron los fundadores, desconocen el dónde se realizó; es decir, no responden a los interrogantes que plantean las razones de haber escogido este y no otro sitio para ubicar el asentamiento. Como en el caso de Manizales, es poco lo que se ha indagado sobre los testimonios que dieron los propios fundadores, que privilegiaron el cruce de caminos a otros factores tan importantes como el agua, el clima o las condiciones favorables del terreno. Más aún, los historiadores se sorprenden generalmente ante la absurda selección de los lugares donde fundaron los poblados, trepados en las cimas de las montañas, y no se explican el traslado de muchas de ellas a las crestas montuosas, sencillamente porque no aprecian las condiciones favorables de las llamadas “cuchillas” que les sirvieron a los colonos pioneros para orientarse en la espesura, y que a la postre les permitieron asentamientos permanentes a los pobladores por ser climas saludables a la vera de los incipientes sistemas viales. El camino de herradura era su vinculación a la región, al país y al mundo, y los poblados debían estar sobre ellos en los puntos dominantes de la serranía. Por eso, existe todo un campo enorme de investigación en este sentido que nos proponemos iniciar con este estudio.
El marco urbano latinoamericano y colombiano
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