El método de investigación requiere de dos tareas íntimamente relacionadas: en primer lugar, la revisión bibliográfica sobre el tema, tanto en los aspectos generales del país como en aquellos específicos de la región; en segundo lugar, el estudio de las ciudades y de los poblados de la zona objeto de análisis, que comprende la documentación cartográfica, planimétrica y fotográfica. El acercamiento al tema requerirá de un análisis en diferentes escalas, que va desde la distribución socioeconómica y política de la población a nivel geográfico regional, hasta la comprensión de sus significados culturales leídos en las estructuras espaciales y formales del orden urbano. El estudio parte de la constatación del estado del arte de la investigación sobre los flujos migratorios, que es básicamente temporal, para establecer su relación con el espacio geográfico donde se desarrollan.
De aquí se desprende la importancia de la cartografía y de los apoyos gráficos, que son determinantes no solo como fuentes documentales y como medios de indagación y análisis, sino como instrumentos de comprensión y ayuda en la exposición de los hechos.
1La región centroccidental de Colombia es la que abarca el Antiguo Caldas (actuales departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío) y su área de influencia (norte del Tolima y del Valle y oriente chocoano).
2El término “colonización antioqueña” fue empleado por primera vez por el geógrafo norteamericano James Parsons en su tesis La colonización antioqueña en el occidente de Colombia, investigación publicada en 1949 (PARSONS, 1997).
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La presente investigación tiene como principal basamento establecer nexos entre la historiografía de los procesos que le dieron origen a las ciudades de la “colonización antioqueña”, y las manifestaciones físicas, espaciales y simbólicas que se derivan de dichos procesos. En otras palabras, se trata, por una parte, de establecer el estado del arte de la indagación sobre el poblamiento y la urbanización en el eje Sonsón-Manizales, y por la otra, generar una nueva interpretación metodológica al confrontar la historiografía existente con el estudio de las características ambientales y geomorfológicas del territorio que acoge tales fenómenos sociales, para aproximarse al conocimiento del hecho urbano en su esencia e integridad. Porque en verdad son muy extensos los estudios históricos sobre la migración que se produjo hacia el sur de Antioquia en el siglo XIX, pero la gran mayoría están enfocados hacia el conglomerado humano en sí mismo, desligado de las condiciones físicas en que le correspondió moverse, tal vez por considerarlas de antemano conocidas; y cuando se las tiene en cuenta, se las describe como un telón de fondo o un marco al que no se ve integrada claramente la sociedad que lo transforma. Sí, se habla de la montaña, de la selva cerrada, de los pavorosos caminos, del clima inclemente, pero poco se indaga sobre su decisiva influencia en las formas de adaptación antrópica, de la ‘lógica’ del trazado de las sendas, de las formas de asentamiento, de la manera como se eligen los emplazamientos urbanos, de la orientación y tamaño de los trazados, del porqué de los sistemas constructivos y de su arquitectura, etc.
La interpretación histórica
En la aproximación al estado del arte de la historiografía del poblamiento y la urbanización, en el eje Sonsón-Manizales, se pueden considerar tres tipos de fuentes: en primer lugar, los textos pioneros, aquéllos que le dieron las primeras puntadas e interrelacionaron algunos hechos concretos, mantenidos en la memoria colectiva y difundidos por tradición oral, y también los testimonios, narrados por sus protagonistas, de personajes que consignaron sus vivencias y sus viajes en crónicas escritas; en segundo lugar, se encuentran los autores que tratan sobre obras puntuales de ciudades y pueblos, en las que profundizan el estudio de las localidades confrontando las narraciones orales con documentos escritos; si bien es cierto que muchos de estos textos se pueden considerar como fuentes secundarias con un marcado sello interpretativo, son trabajos que aportan datos documentales primarios de inmenso valor; en tercer lugar, podemos hacer la referencia a las obras extensas que tratan de abarcar la totalidad del fenómeno migratorio, con miradas críticas desde las diferentes ramas de las ciencias sociales. Como se van a relacionar en forma cronológica los diferentes autores, las fechas que en este aparte aparecen solas entre paréntesis corresponden a la primera edición de su obra más representativa.
Debido a que las fuentes primarias utilizadas por la historiografía de los orígenes de los poblados estudiados tienen dos sustentos diferentes –uno, el de los textos pioneros que utilizan básicamente las referencias orales; y dos, las historias de las ciudades, que incluyen testimonios documentales escritos–, es necesario especificar estos dos tipos de aportes bibliográficos utilizados en esta investigación.
En ellos se advierte la intención de historiar acontecimientos que les fueron narrados directamente a los autores por los protagonistas o por sus descendientes. El más significativo es el aporte del principal historiador de Antioquia en el siglo XIX, Manuel Uribe Ángel (1885), quien da las primeras luces para comprender los orígenes de los poblados que vamos a estudiar. También están las crónicas fundamentalmente ligadas a las fundaciones de las ciudades de Salamina y de Manizales. Son testimonios vivos y de gran significación por su invaluable aporte al conocimiento de los hechos históricos ‘tangibles’, pero, al mismo tiempo, no están exentos de apasionamientos y subjetivismos propios de quienes pretenden, no sin motivos, exaltar las heroicas acciones de sus ancestros, los fundadores de las respectivas ciudades. Tales son los casos de muchos cronistas cuyos escritos fueron recopilados en el Archivo historial (1917-19) y el de Juan Bautista López, Salamina, de su historia y de sus costumbres (1927). Estas son las pesquisas más cercanas, si se quiere, a una de las fuentes primarias: la del documento testimonial guardado por una tradición oral relativamente corta. Exponen el contacto casi directo e irrepetible con la epopeya del hacha que posibilitó ocupar gran parte del territorio andino nacional y describen, por ejemplo, la gesta pionera de Fermín López, fundador de Salamina y Santa Rosa de Cabal, y los esfuerzos de los colonos fundadores de Manizales por vincular la región recién ocupada con el río Magdalena y la capital de la República, consignados en Apuntes para la historia de Manizales, de José María Restrepo Maya (1914).
Pero, así como son de importantes estas crónicas por lo extraordinarias y por estar encarnadas en los personajes protagónicos, por el mismo motivo, también están sujetas a caer en visiones personales muy cerradas y que carecen de la objetividad necesaria para emitir juicios sobre la realidad histórica. Infortunadamente, estas fuentes son poco analizadas por la historiografía reciente, que toma como punto de partida obras posteriores que muchas veces desconocen o refutan sin apelación las afirmaciones orales, al no encajar sus relatos con las fuentes escritas archivadas. Por eso, es de suma importancia para esta investigación detenerse a mirarlas con ánimo desprevenido, porque en ellas hay testimonios que nos interesan en gran medida, ya que despejan muchos interrogantes referentes a una de las hipótesis que planteamos: la de que “la localización geográfica de los procesos de poblamiento y de los asentamientos urbanos obedece a una lógica distributiva que está fuertemente determinada por la difícil topografía de la región. Los caminos que la circulan se ubican por las crestas montañosas, y es allí, sobre esas vías, donde se establecen los poblados, ya sea por crecimiento espontáneo o por génesis fundacional”.
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