Lourdes Celina Vázquez Parada - El islam y la cultura occidental

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En conclusión, diremos con convencimiento que Wolfgang Vogt y Celina Vázquez, en este libro, operan mediante presentación, explicación, argumentación y análisis valorativo, una especie de actualización a nivel altamente investigativo-científico, de la evolución de los temas de islam, las culturas islámicas (consideradas en Occidente como periféricas), la relación bilateral entre Occidente europeo y Oriente islámico, la mujer en el islam, la esencia y el postulado de la literatura y la idea inicial motivo de su creación, las literaturas nacionales o regionales, la religiosidad popular y el fenómeno de la integración en las sociedades occidentales.
Tales procederes de los autores no solo expresan su visión sobre los fenómenos tratados, sino que ensanchan la comprensión de los receptores del libro sobre los mismos hechos alejándolos de generalidades arbitrarias, y ponen de manifiesto motivaciones y sentidos que conllevan esos temas de actualidad.
En fin, este libro aborda con seriedad y disciplina temas que siguen nutriendo la historia cultural mundial por lo que, sin duda alguna, es una de las versiones más logradas en estas dos primeras décadas del siglo xxi.

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Incluso dentro de un Estado nacional resulta difícil unificar las diferentes culturas regionales. Muchos escoceses no quieren someterse al gobierno de Londres. Los catalanes, y en menor grado los vascos, tienen la intención de independizarse de Madrid sin dejar de pertenecer a la Unión Europea. Baviera conserva cierta autonomía política y cultural dentro de Alemania. Los Estados nacionales suelen tener dificultades para aglutinar a todos los grupos culturales de un territorio. En el caso de los Estados Unidos, la minoría afroamericana choca con la mayoría anglosajona o blanca que siente amenazada su identidad por los negros, los hispanos (latinos), los chinos o los árabes; y hacen aparecer al islam como una amenaza. Es decir, la religión cobra relevancia frente la etnia. Nos preguntamos si con el gobierno de Donald Trump el crisol (melting pot) norteamericano funciona todavía. Los estadounidenses con poca educación utilizan prejuicios raciales para confundir y atacar a negros, hispanos y musulmanes de piel oscura.

Los países de toda América, desde Canadá hasta Argentina y Chile, basan sus formas de gobierno en modelos europeos, ya que la mayoría de su población desciende de estos inmigrantes. En toda Latinoamérica, el mestizaje se consolidó durante la época colonial. La presencia cultural de los pueblos indígenas y de los esclavos africanos, casi exterminados, está menos presente que la de los colonizadores españoles y portugueses. No obstante que los enfrentamientos raciales de los siglos xvi al xix parecen superados, las poblaciones originarias han tenido que aceptar su destino. Aunque muchas tribus participaron en la Revolución mexicana, otros veían, sin alcanzar a comprender, las luchas de blancos y mestizos por ideales ajenos a su cultura. El escritor jalisciense Basilio Vadillo, en su novela El campanario,52 describe al indio Nazario defendiendo la identidad indígena contra los blancos y negándose a participar en la revolución. “Son cosas de ellos”, es su argumento, porque él no se siente parte de la nación mexicana creada por criollos, descendientes de españoles, en 1821, después de la guerra de independencia.

Aun así, México tiene muchos menos problemas raciales y choques culturales que Estados Unidos. La gran rebelión de los esclavos negros durante el siglo xvii en la capital mexicana ya está olvidada. La raza africana desapareció debido al mestizaje. Los indígenas aceptaron el nuevo Estado mexicano, de tal manera que uno de los presidentes más venerados en la historia nacional es Benito Juárez, un indígena de Oaxaca. Ignacio M. Altamirano, gran escritor del siglo xix, también era indígena. En la actualidad aún hay muchos prejuicios de la élite blanca; pero enfrentamientos raciales como se dan en Estados Unidos, entre blancos y negros, no son posibles en México, donde casi toda la población se identifica con la cultura nacional que, por supuesto, no es monolítica. La identidad nacional se funda en la imagen de una virgen morena, la virgen de Guadalupe, aceptando también al Estado laico, la separación de Iglesia-Estado implantada por Benito Juárez. En la actualidad, con excepción de algunas colonias de extranjeros, no existen en México minorías culturales fuertes como los chicanos en Estados Unidos, quienes fusionan su identidad mexicana con la anglosajona.

El proceso de integración de diversos grupos culturales en una sola nación es lento y delicado. En Alemania, con la inmigración masiva desde el sur de Europa, Turquía y otras partes de Asia y África, se desató un debate sobre el multiculturalismo. Los liberales recomendaron apertura a todas las nuevas culturas viendo en ellas un enriquecimiento; mientras, según los conservadores, todos los grupos se tenían que someter a la cultura alemana, conservándola como la principal. La idea de la pureza cultural y de que la cultura propia, en este caso la alemana, es superior a las demás, llegó a su punto culminante con Hitler y su idea de la pureza racial que, obviamente, no existía. La raza germánica predomina en Alemania, pero mezclada con la celta, la eslava y otras. Durante muchos siglos, igual que otros países, recibió influencias de otras culturas, sobre todo la grecolatina, italiana, francesa, etc. El café y la papa, que son los alimentos más consumidos entre la población, no son de origen germánico. Según Todorov, lo multicultural no es un fenómeno que surgió con el reciente movimiento de inmigrantes del sur hacia los países industrializados: “toda sociedad y todo estado son multiculturales (o mestizos), no solo porque las poblaciones se han mezclado desde tiempos inmemoriales, sino porque los grupos constitutivos de la sociedad: hombres, mujeres, jóvenes, viejos, tienen identidades culturales distintas”.53

Multiculturalismo e integración

El multiculturalismo ha existido en todas las sociedades y puede causar conflictos. Así en México, hasta el siglo xx, los hijos de las familias de inmigrantes alemanes se casaban entre ellos para conservar sus costumbres. Aún a mediados del siglo pasado, en muchos países, los esponsales entre católicos y protestantes eran difíciles. La Iglesia católica ponía obstáculos a estos “matrimonios mixtos” y exigía que los hijos se educaran en la religión católica. Hoy en día, las uniones entre cristianos y musulmanes son difíciles, porque chocan visiones y mundos culturales y religiosos más distantes.

No hay una identidad única que sea común a todos los habitantes de un país. Según Todorov “no existe una cultura francesa única y homogénea, sino un conjunto de tradiciones diversas, incluso contradictorias, en estado de transformación permanente, cuya jerarquía varía y lo sigue haciendo”.54 Todos tenemos identidades culturales que no coinciden completamente con las demás y que cambian con frecuencia, porque nosotros, como personas, también cambiamos. Actualmente observamos en todo el mundo, y México no es la excepción, una creciente influencia oriental: las tradiciones budistas, hinduistas o taoístas tienen cada vez más adeptos. Se advierte la presencia de musulmanes inmigrados y también de algunos conversos en el país. En las grandes ciudades, donde más se nota el multiculturalismo, es en los espacios de producción y consumo de alimentos, pero también en la música popular, aunque sigue predominando con fuerza lo anglosajón.

Todorov señala que nuestra identidad cultural se compone de varios aspectos. En un Estado nacional europeo se pueden sentir los habitantes como parte de diferentes culturas. Un habitante de Barcelona puede mostrar lealtad a Cataluña o España al mismo tiempo que a los valores europeos. Lo mismo sucede con un vasco francés o un bávaro. Surge la visión de la Europa de las regiones, donde vascos, catalanes, escoceses, bávaros, valones o flamencos tienen los mismos derechos que españoles, ingleses, alemanes o belgas. Esto está provocando que se modifiquen los conceptos de Estado y Nación. Lo importante para él sería determinar con cuáles de estos elementos se identifica más el ciudadano, y pregunta de manera irónica por cuál de ellos la gente estaría dispuesta a morir. Obviamente, no por la nación, porque nadie se muere hoy día por la patria. Los suicidas musulmanes dan la vida por su religión, y eso, para el europeo moderno, es difícil de entender. Para el mundo musulmán, y sobre todo para el árabe, el nacionalismo no significa lo mismo que para Europa y el continente americano.

Todorov califica al libro de Huntington como una obra erudita e indigesta, cuyo éxito solo fue posible porque ofrece explicaciones simples para comprender un mundo complejo. Es un libro mucho más citado que leído. Tiene numerosos seguidores, entre los cuales menciona a Oriana Fallaci, quien en una de sus obras habla de “una Cruzada al revés”,55 para sugerir que los musulmanes tratan de conquistar a los países occidentales. “La teoría del choque de las civilizaciones es adoptada por todos aquellos que quieren convertir la complejidad del mundo en términos de enfrentamientos entre entidades sencillas y homogéneas: Occidente y Oriente. Mundo libre e islam”.56 Huntington no distingue entre el islam, que es una religión, y los islamistas, que forman un partido político, porque esta diferenciación dejaría sin fundamento su tesis. “Para definirnos y movilizarnos necesitamos enemigos”,57 dice el autor. Frustraciones y antipatías enfrentan a grupos sociales. Muchos pueblos del Tercer Mundo que viven en la pobreza y marginación social critican a Estados Unidos. En tanto que en Francia y Alemania los islamistas ganan adeptos entre descendientes de árabes y turcos sin perspectiva laboral. En estos casos, justicia social y religión se confunden. Los seres humanos son complejos y se transforman continuamente; lo mismo pasa con las culturas ya que “cada individuo es portador de múltiples culturas”.58

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