Después vuelve a tejer las alabanzas de Beatriz, vuelve de forma más consciente a los temas de la humildad y el milagro, y compone el soneto posiblemente más famoso de toda la Vida Nueva , «Se muestra tan gentil». Leamos también cómo lo presenta.
Esta nobilísima señora de quien se ha tratado en las precedentes palabras llegó a gozar de tanto favor de las gentes, que cuando pasaba por la calle corrían a verla, y esto dábame dulcísimo placer. Y cuando a alguien se acercaba, tanta honestidad entraba en el corazón de este, que no se atrevía ni aun a levantar los ojos ni responder a su saludo, lo cual muchos que lo han experimentado podrían atestiguarlo ante quien no lo creyese. Coronada y vestida la humildad, seguía andando, sin que la envaneciera cuando veía y oía. Muchos decían después que había pasado: «Esta no es mujer; antes bien, es uno de los más hermosos ángeles del cielo». Y otros decían: «Es una maravilla; y bendito sea el Señor, que obras tan admirables hace». Digo, pues, que se mostraba tan noble y llena de todas las gracias, que cuantos la miraban sentían dentro de sí una dulzura tan honesta y suave, que no sabían significarla, como tampoco había nadie de cuantos la miraban que al punto no se viese obligado a suspirar. Estas cosas y otras más admirables procedían de su virtud; de aquí que yo, pensando en ello y queriendo recobrar el estilo de su alabanza, me propuse decir unas palabras con las cuales dar a entender sus admirables y excelentes obras, a fin de que no solo quienes las puedan ver sensiblemente, sino los demás, sepan de ella cuanto puedan dar a entender las palabras. Entonces dije el soneto que comienza: Se muestra tan gentil .
Se muestra tan gentil y recatada / mi señora cuando saluda a alguien, / que toda lengua, temblando, queda muda / y los ojos no se atreven a mirar. / Ella se va oyéndose alabada, / benignamente vestida de humildad; / y así parece ser cosa venida / del cielo a la tierra milagrosamente. / Se muestra tan cortés con quien la mira, / que por ojos da al alma una dulzura / que no puede entender quien no la prueba: / y parece que de sus labios sale / un espíritu suave lleno de Amor / que al alma va diciéndole: Suspira. 23
«Es uno de los más hermosos ángeles del cielo», decía la gente. Pero siempre es así. El problema es cómo miramos, es qué vemos cuando miramos. Porque ¿cuántos ángeles del cielo se cruzan en nuestra vida y nuestro día, pero no los reconocemos? Y son ángeles del cielo, enviados que nos hablan de Dios, es el Misterio que hace todas las cosas que nos sale al encuentro. Por cómo lo viví yo siendo pequeño, el ángel de la guarda es esto, es una mirada buena que te acompaña en la vida. Por eso, veía a mi profesora, a mis padres y al compañero de pupitre como «ángeles» que me guardaban.
Frente a esta presencia extraordinaria, a este milagro —retorna el nexo verbal que hemos apuntado anteriormente entre «admirablemente» y «milagro»—, Dante empieza a sentirse llamado a una tarea : «de aquí que yo, pensando en ello […] me propuse decir unas palabras con las cuales dar a entender sus admirables y excelentes obras, a fin de que no solo quienes las puedan ver sensiblemente, sino los demás, sepan de ella cuanto puedan dar a entender las palabras». Es como decir: no puedo ver algo tan grande, tan bonito y extraordinario, y quedármelo para mí. Tengo una tarea, una responsabilidad, debo decirlo, contárselo a mis hermanos los hombres, porque puede que se le escape, que no vean nada, que no lo entiendan. Les sucede lo mismo, se encuentran con una misma persona, están ante la misma realidad, pero no miran y no ven. Dante se siente llamado a asumir la responsabilidad de contarlo para que también los demás puedan ver.
Después, como ya habíamos anticipado, Beatriz muere de verdad. Y entonces sucede algo extraño. Dante describe con todo lujo de detalles la muerte imaginaria, pero, cuando ella muere de verdad, liquida el asunto con pocas palabras.
Quomodo sedet sola civitas plena populo! facta est quasi vidua domina gentium . Aún estaba yo empeñado en escribir esta canción y había concluido la antedicha estancia, cuando el señor de la justicia llamó a la gentilísima a vivir en gloria bajo la enseña de la reina bendita virgen María, cuyo nombre fue siempre reverenciado en las palabras de la bienaventurada Beatriz. 24
Vamos a detenernos un momento en la cita bíblica con la que abre la narración: «¡Cuán sola está la ciudad un día lleno de gente! Se ha hecho viuda la que era señora de naciones». Son las palabras del profeta Jeremías al principio de su lamentación sobre Jerusalén. 25Está claro que Dante no establece esta comparación al azar. Para él la historia de su encuentro con Beatriz y la historia de la revelación bíblica —es decir, de la presencia del Misterio de Dios en la vida ordinaria de los hombres— se compenetran, se identifican. O mejor aún, aquí intuye que de alguna manera se identifican, pero que tiene que aprender qué quiere decir esto realmente. Y lo aprenderá en el viaje de la Comedia .
Por tanto, da la noticia de la muerte de Beatriz a secas: Dios la ha llamado a «vivir en gloria», a participar de Su gloria junto a la Virgen María, a la que Beatriz era tan devota y de quien a menudo tuvo ocasión de hablar. Justo después, Dante explica la razón por la que es tan conciso al respecto.
Y aunque tal vez agradaría ahora que yo dijese algo de su partida de entre nosotros, no es mi intención hablar de ello aquí por tres razones: es la primera que no hace al caso, si consideramos el proemio que precede a este librito; es la segunda que, aunque hiciese al caso, no bastaría mi lengua para hablar de ello como conviene, pues que al hablar me vería obligado a alabarme yo mismo, cosa, después de todo, reprobable en quien tal hace; así pues dejo el argumento a otro glosador. 26
Dice: no quiero detenerme más en la muerte de Beatriz por tres razones. Primero, porque no tiene que ver con el objeto de este texto (que, añado yo, quiere hablar de la vida, de la vida de Beatriz y de la que ella hace florecer a su alrededor). Segundo, porque si tuviera que ver, seguramente no sería capaz de hablar de ello como se debe (es verdad que no se puede hablar de un evento tan importante de la forma habitual, merece otra cosa; aparece aquí el tema que, como veremos, concluirá la Vida Nueva : para alabar de forma adecuada a Beatriz hace falta una obra excepcional, que vaya más allá de lo que se ha hecho jamás). Tercero, porque incluso si intentara hablar de ello, podría parecer que quiero elogiarme a mí mismo y esto no está bien (también veremos en la lectura de la Comedia que Dante cuidará siempre de mostrar su pecado, su límite, su inadecuación y que, si ha podido hacer todo lo que ha hecho, el mérito es suyo, se lo debe todo a ella).
Antes de continuar, Dante decide abordar la cuestión del número nueve.
Con todo, como el número nueve ha aparecido muchas veces en cuanto hasta aquí se ha dicho, lo que no se ha hecho sin razón, y en su partida parece que ha tenido mucha parte tal número, conviene decir algo por tanto, pues que parecer hacer al caso. Por lo cual diré la parte que tomó en su partida y luego señalaré alguna razón de por qué le fue tan amigo este número.
Digo pues que, según la usanza de Arabia, su alma nobilísima se partió en la primera hora del noveno día del mes; y, según la usanza de Siria, ella se partió en el noveno mes del año, porque allí el primer mes es thisirin primero, que para nosotros es octubre; y según nuestra usanza, se partió en el año de nuestra indicción, esto es, de los años del Señor, en que el número perfecto habíase cumplido nueve veces en la centena en que ella vivió en este mundo, y ella perteneció a los cristianos en el decimotercero centenario. […] Pero, pensando con más sutileza y según la infalible verdad, el tal número fue ella misma. Hablando por similitud, lo entiendo así: el número tres es raíz de nueve, porque, sin ningún otro número, por sí mismo hace nueve, pues que claramente vemos que tres por tres son nueve. Por tanto, si el tres es por sí mismo factor del nueve, y el factor de todo milagro por sí mismo es tres, es decir, Padre, Hijo y Espíritu Santo, los cuales son tres y uno, esta dama vivió acompañada del número nueve para dar a entender que ella era un nueve, esto es, un milagro, cuya raíz, es decir, la del milagro es solamente la admirable Trinidad. Tal vez una persona más sutil vería en ello alguna razón más sutil aún; más esta es la que yo veo y la que más me place. 27
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