Este libro ha sido traducido gracias a la Ayuda a la traducción del Ministerio de Asuntos Exteriores y de la Cooperación italiano.
Questo libro è stato tradotto grazie a un contributo del Ministero degli Affari Esteri e della Cooperazione italiano.
Título original: La Commedia di Dante
© 2017 Giunti Editore S.p.A., Firenze-Milano
www.giunti.it
Autor: Ermanno Detti
Traducción: Cristina Bracho Carrillo
© 2021 Ediciones del Laberinto, S. L., para la edición mundial en castellano
www.edicioneslaberinto.es
ISBN: 978-84-1330-911-8
IBIC: YFA / BISAC: JUV007000
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A los lectores
En este libro narro el viaje de Dante Alighieri a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. En él, conoceréis los extraordinarios acontecimientos de aquel viaje tal y como los contó el poeta de la Divina comedia, pero también reviviréis la historia de grandes personajes como Francesca de Rímini, Ciacco de Florencia, Filippo Argenti, Farinata degli Uberti, Pier della Vigna, Ulises, el conde Ugolino, Manfredi, Piccarda Donati, Justiniano, San Francisco o Cacciaguida.
No me he centrado en los detalles por cuestiones de espacio (habría necesitado un libro que ocupara el triple), más bien he destacado la historia y la vida de los personajes. En algunos casos, como el capítulo sobre Pia dei Tolomei, a la que Dante dedicó solo unos pocos versos, he recurrido a datos históricos, a las leyendas o a la tradición popular.
Por otra parte, he introducido dos conceptos: la sencillez y el humor. Lejos de retratar a Dante como un académico sabio, anciano y adusto, he preferido representarlo como un toscano bromista, irónico y mordaz, al igual que nos lo ha legado cierta tradición literaria: por ejemplo, en el siglo xv, Poggio Bracciolini nos presentó en su Libro de chistes a un Dante agudo, capaz de reírse de sí mismo y de divertir a los demás. Creo que los hechos y los versos de la Divina comedia se han vuelto tan famosos y conocidos (incluso por personas que apenas saben leer o escribir) gracias a esta imagen que se difundió del poeta.
También he omitido las reflexiones filosóficas, las enseñanzas morales y las innumerables alegorías destacadas de la obra, no porque no sean importantes, sino porque habrían recargado demasiado la narrativa. En cuanto a los versos originales, me he limitado a incluirlos ocasionalmente para plasmar alguna idea concreta. Invito a los lectores a que lean el poema original cuando terminen el libro para profundizar en la concepción del mundo de una época que nos queda ya tan lejana y para disfrutar mejor de las metáforas dantescas, únicas en su especie.
¡Que tengáis buen viaje por los múltiples y diversos mundos de esta aventura!
Infierno
La selva
A mitad del camino de la vida,
en una selva oscura me encontraba
porque mi ruta había extraviado.
¡Cuán dura cosa es decir cuál era
esta salvaje selva, áspera y fuerte
que me vuelve el temor al pensamiento!
Disculpad si comienzo el libro con un error, porque debería haberlo escrito en prosa, pero lo he empezado con rimas. Veréis que me pasa de vez en cuando: a veces, se deberá a mi pasión por la poesía; otras, a una especie de enfermedad que se podría denominar «distracción poética», y es que, como tantos otros poetas, suelo distraerme a menudo.
De todas formas, como habréis inferido por esos breves versos, resulta que me había perdido en una selva oscura y vagaba por allí con la remota esperanza de encontrar una salida. ¿Cómo había podido desviarme tanto del camino correcto? Quizá me ensimismé demasiado en mis pensamientos, pues no dejaba de reflexionar sobre los últimos acontecimientos que habían alterado mi vida, pero el caso es que había acabado allí, en un lugar donde los árboles eran tan altos y sus ramas tan oscuras que impedían que los rayos del sol se abrieran paso por la maleza hasta el punto de que parecía noche cerrada. Estaba aterrorizado: me sobresaltaba con cualquier ruido inexplicable, y un sudor frío me recorría la espalda al ver aparecer aquellas sombras gigantescas que danzaban por todas partes. ¡Me daba la impresión de que, en cualquier momento, aparecería un monstruo terrible con los ojos inyectados en sangre para devorarme! ¡Un dragón, por lo menos!
¡Qué mal lo pasé! ¡Solo de recordarlo me echo a temblar!
No es que me faltaran las fuerzas: aún era joven, tenía treinta y cinco años. Pero la energía no lo es todo y, cuanto más me asustaba, más me enredaba entre los arbustos, me enganchaba en sus espinas y se me hundían los pies en el barro, así que había acabado con la túnica rasgada y lleno de arañazos por todo el cuerpo. Además, escuchaba los latidos de mi corazón desbocado perfectamente en aquel silencio aterrador.
Al final, tras luchar en vano durante horas, me rendí. No podía soportarlo más. Asumí que me moriría allí, así que me recosté sobre el tronco nudoso de un árbol y traté, al menos, de recuperar el aliento. Pero entonces, de repente, vislumbré un atisbo de luz que se filtraba con dificultad por entre las hojas oscuras. Sentí una leve esperanza a la que me aferré para sacar fuerzas y proseguir el camino. Con un último esfuerzo, me abrí paso entre los árboles espinosos, siempre caminando hacia la luz, que parecía aumentar a medida que me acercaba.
Entonces lo vi: ¿un claro? ¿Qué pintaba un claro allí? Con la túnica hecha jirones y la carne aún lacerada, dejé atrás las espinas y salí al aire libre. ¡Aire, por fin! Allí terminaba la selva oscura que tanto me había aterrorizado. Frente a mí se alzaba una hermosa colina iluminada por la luz del sol. ¡Era mi salvación! El miedo comenzó a remitir, volví a respirar con normalidad y se me estabilizaron los latidos del corazón. Me di la vuelta y contemplé la selva que había dejado atrás: me entraban escalofríos de pensar en lo mal que lo había pasado. No volvería allí en la vida. Sentí la necesidad inmediata de alejarme de aquel horror, así que descansé unos minutos y me encaminé hacia la colina.
Pero mis problemas no habían hecho más que empezar. No había dado ni unos pasos cuando vi algo que me heló la sangre: a mi izquierda había una fiera de piel moteada que me contemplaba con mirada impasible. Quizá fuera un jaguar o un leopardo, no sabría decirlo con exactitud, pero me daba la impresión de que me destrozaría de un momento a otro. Mi primer instinto fue huir, salir corriendo y volver por donde había venido, ¿pero adónde iría? ¡A mis espaldas solo me aguardaba aquella selva terrible!
«¡Relájate!», me dije. «¡Tranquilízate, piensa! Al menos estás a plena luz del día. Aquí brilla el sol y, por tanto, hay esperanza. Delante tienes una colina verde y luminosa; detrás te espera la triste oscuridad de la selva, la muerte. No me queda otra salida: ¡debo encontrar la forma de deshacerme de esta bestia!».
Justo cuando buscaba alguna herramienta para enfrentarme al animal (un palo, un garrote o una simple piedra), me percaté de que, a mi derecha, había aparecido nada más y nada menos que un león, que rugía con furia con la cabeza bien alta, como si fuera a saltar sobre mí en cualquier momento.
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