Por otra parte, para afrontar el tema de la muerte no hace falta esperar a que Beatriz muera de verdad. Porque la muerte se asoma todos los días en nuestra vida, porque alguien que conocemos muere, porque peligra la vida de un ser querido, porque otro enferma… que es lo que un día le sucede a Dante, se pone enfermo. Y, como toda persona enferma, obligada repentinamente a guardar la cama, sin poder moverse, empieza a pensar en la brevedad de la vida y le sorprende una idea en la que nunca había reparado: también ella, Beatriz, morirá. El seguir viviendo sin ella, sin el gran bien que representa, le espanta. Pero veamos cómo lo cuenta.
Pocos días después de esto sucedió que, sobreviniéndome dolorosa enfermedad en alguna parte de mi cuerpo, durante nueve días padecía amargo sufrimiento; y a tanta debilidad me redujo, que me obligaba a estar como los que no pueden moverse. Digo, pues, que al noveno día, sintiendo dolores casi intolerables, vínome un pensamiento, el cual era de mi señora.
Y una vez que hube pensado en ella, como volviese a pensar en mi debilitada vida, y viendo de cuán leve duración era, aun siendo sana, empecé a llorar conmigo mismo tanta miseria. De aquí que, suspirando fuertemente, decía para mí: «Necesariamente sucederá que Beatriz se muera alguna vez». 16
Antes o después, Beatriz morirá, no hay nada que hacer. Después, Dante tiene una especie de sueño, visión o uno de esos pensamientos confusos que a menudo tienen los enfermos, y ve a unas mujeres que le dicen: «También tú morirás».
Y por esto me tomó con gran desfallecimiento, que cerré los ojos y comencé a sufrir como una persona frenética y a imaginar de esa manera: en un principio apareciéronme unos rostros de mujeres desmelenadas que me decían: «También tú morirás». Y después de estas mujeres apareciéronme unos rostros de horrible aspecto, los cuales me decían: «Tú estás muerto». 17
También tú morirás. Son reflexiones obvias, muy obvias, pero que a menudo rechazamos cuando se nos pasan por la cabeza, diciendo: «no pienses estas cosas, qué cosas tienes…». Sin embargo, si uno se las toma en serio, la perspectiva sobre la vida cambia.
Entonces la visión prosigue y las mujeres ya no le dicen a Dante: «morirás», sino «Tú estás muerto». Ya estás muerto, ahora. Y aquí me tomo la libertad de sugerir una reflexión que puede que no sea demasiado correcta desde el punto de vista filológico, pero que a mí siempre me impresiona: «estás muerto» no se refiere al final físico de Dante, ya que sigue vivo, sino al apagarse, al desvanecerse de aquello que da sentido a la vida. Porque se puede estar vivo biológicamente y estar muerto por dentro. Como dirá él mismo en el tercer canto del Infierno , en la categoría de los pusilánimes: «Aquellos desventurados, que nunca vivieron de verdad». 18Porque es posible atravesar la vida sin haber vivido nunca de verdad, es decir, sin haber dicho nunca «yo» de verdad, sin haber tomado nunca conciencia de uno mismo, de la propia aventura humana, de la relación con el Destino. Así que en este sueño es como si Dante dijera: «Si muere Beatriz, estoy acabado. Seguiré con vida, pero estaré muerto por dentro; porque, si muere lo que da sentido a mi vida, estoy muerto».
Comenzando así, pues, a divagar mi fantasía, llegué a no saber dónde me hallaba, y me parecía ver a unas mujeres que iban desmelenadas llorando por una calle maravillosamente triste; y parecíame ver que el sol se oscurecía y que las estrellas mostraban un color que me hacía creer que lloraban; y parecíanme que los pájaros que volaban por el aire caían muertos y que nos espantaban grandísimos terremotos. Muy maravillado de semejante fantasía y con mucho espanto, se me ocurrió que un amigo veníame a decir: «Qué, ¿no lo sabes? Tu admirable dama ya ha salido de este mundo». Entonces empecé a llorar lastimeramente; y no lloraba solamente en mi imaginación, sino que lloraba por los ojos, bañándolos en lágrimas verdaderas. 19
Pasa luego a la imagen de la muerte de Beatriz y dice que el sol se había oscurecido, las estrellas lloraban, los pájaros caían muertos al suelo, se producían terremotos… Evidentemente se hace eco del relato de la muerte de Jesús a las tres de la tarde del Viernes Santo (cfr. Mt 27,35; Mc 15,33; Lc 23,44). Lo que nos sale espontáneo es decir: «¡Qué exagerado! Está bien que quieras a tu amada, pero tampoco se va a parar el mundo entero si falta». En cambio, si Beatriz muere, para Dante el mundo se para. Se para porque con su muerte falta el signo, la palabra, la mirada que da sentido a todo. Si Beatriz muere, todo muere para Dante.
Y aquí Dante rompe a llorar. Acto seguido, ve unos ángeles volando hacia el cielo.
Yo imaginaba que miraba al cielo, y me parecía ver multitud de ángeles, los cuales volvían allá arriba y tenían ante ellos una nubecilla blanquísima. Me parecía que estos ángeles cantaban gloriosamente y me parecía oír que las palabras de su cántico eran estas: Hosanna in excelsis; y no me parecía oír nada más. Entonces me parecía como si el corazón, donde había tanto amor, me dijese: «Es verdad que muerta yace tu señora». 20
Está uniendo la muerte y su derrota, está uniendo la muerte de ella y la Resurrección. Está mirando la muerte de Beatriz, como cristiano, con dolor y llanto, con terror incluso, pero vislumbrando la última victoria, la última palabra, la victoria de un bien.
Y así, parecíame que iba a ver el cuerpo en que estuvo aquella dama noble y bienaventurada; y tan fuerte fue la engañosa divagación, que me mostró a mi señora muerta; y me parecía que unas damas la tapaban, esto es, le tapaban la cabeza con un velo blanco; y parecíame que su rostro mostraba tal aspecto de humildad, que parecía como si dijese: «Estoy viendo el principio de toda paz». En esta imaginación, tanta humildad me sobrevino al verla a ella, que llamaba a la Muerte diciendo: «¡Dulcísima Muerte, ven a mí y no seas villana, que tú debes de ser noble según el lugar donde has estado! Ven, pues, a mí, que mucho te deseo, pues ya ves que tengo tu color». Y una vez que había visto cumplidas todas las dolorosas ceremonias que se acostumbraban con los cuerpos de los muertos, me pareció como si volviese a mi aposento y, una vez allí, mirase hacia el cielo; y tan fuerte era mi visión, que, llorando, comencé a decir con verdadera voz: «¡Ay, mi alma bellísima; cuán bienaventurado es el que te ve!». 21
Así que, en su visión, Dante va hacia ella, ve su rostro cubierto por un velo blanco, y escribe: «Tanta humildad me sobrevino al verla a ella, que llamaba a la Muerte». Ante el cadáver, le invade un sentimiento de humildad. La palabra «humildad» viene de humus , «tierra». «Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás», dice la antigua fórmula del rito de imposición de la ceniza al comienzo de la Cuaresma. Ser humildes quiere decir acordarse de que venimos de la tierra y a la tierra volveremos, que por nosotros mismos no somos nada. Si somos, si existimos, es solo por obra de Otro que nos ha creado y nos mantiene en el ser.
Sin embargo, no es fácil contar con este dato; y, de hecho, a Dante le invade este sentimiento de humildad solo por el hecho de que ella, muerta, «mostraba humildad tan verdadera, que decir parecía: —Estoy en paz—». 22Es como si ella, con su rostro sin vida, dijese: «Estate tranquilo, ya he llegado, estoy en casa, estoy ahí donde siempre he deseado estar». Entonces Dante a su vez desea lo mismo y el pasaje se cierra con esta invocación estupenda: «¡Beato, oh alma bella, quien te ve!».
En mi opinión, Dante aquí ha puesto esa semilla de la que germinará todo el árbol de la Comedia . Porque en estas palabras, en este sueño, germina la esperanza de recorrer todo el camino hasta la meta. ¿Para llegar a ver el qué? Me sale responder con el catecismo: ¡para ir al paraíso, para ir a ver a Dios! Pero Dante no respondería así. Es como si Dante nos dijera: «Si existe un paraíso, este debe contar con mi Beatriz espléndida de gloria, con toda su belleza, con toda su verdad. Si existe un paraíso y si deseo alcanzarlo, es para verla revestida de la gloria de Dios, es decir, para verla a ella en toda su verdad; y al fin poder mirarla con los mismos ojos de Aquel que la ha creado, de Aquel que me la ha dado».
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