—De cualquier forma, la única manera de conocer la veracidad o no de este documento es elaborar un informe paralelo. Si la información que contiene fuese veraz, los combustibles fósiles se agotarían en menos de 20 años y los recursos naturales colapsarían en un plazo no mucho más largo.
—Yo solo puedo ofrecerte mi ayuda, Grodding. Facilitaré en lo posible el trabajo de los científicos que desarrollen el proyecto en territorio americano, pero creo que estás malgastando tus esfuerzos en balde, pues la información contenida en ese documento que me has mostrado no deja de ser un simple bulo, una fotocopia, un documento sin el menor valor. Como mucho, un trabajo de campo que analiza posibles escenarios como una hipótesis.
Grodding entendió que Carber no tenía intención de entrar en el juego que le había planteado, por eso no quiso profundizar en el contenido de aquel documento que había llegado a sus manos. A fin de cuentas, sabía que con el tiempo, el propio Carber se vería afectado por aquel comunicado confidencial que había salido del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Por ello, dejó pasar de largo el tema y se limitó a contarle las últimas amenazas de muerte que había recibido y cómo ciertamente temía por su vida. Grodding puso la mano sobre el hombro de su invitado y juntos bajaron las escalinatas que daban acceso al jardín. Estuvieron una larga hora paseando entre la fronda arbolada, haciendo tiempo hasta la hora del almuerzo.
De cualquier forma, Carber apoyaba el proyecto de Grodding y en aquel momento se comprometió a utilizar todas sus influencias en el Gobierno Federal para facilitarle las cosas a los grupos de trabajo desplegados por Grodding en los Estados Unidos; sin embargo, mostró su escepticismo con relación al proyecto. La finalidad era conseguir que aquel informe viese la luz, del resto se ocuparía Grodding. Sus agencias se encargarían de difundir la noticia por el mundo, por encima de lo que pudiesen comunicar las diferentes agencias oficiales.
La primera intención de Grodding fue desistir y dar carpetazo a aquel proyecto, enterrando la información que le había facilitado Van Horn. A fin de cuentas, tampoco tenía certeza de la autenticidad de aquel documento del Departamento de Estado. Sin embargo, se tomó un tiempo para meditar su decisión, se recostó en la butaca de su escritorio y realizó una profunda inspiración para llenar los pulmones de aire. Acto seguido, levantó el auricular del teléfono y dio las pertinentes instrucciones a Van Horn:
—Louis, soy Grodding. Pon en marcha el Proyecto Tierra.
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