Por otra parte, es muy importante destacar que este trabajo de carácter multidisciplinario posiblemente sea el primero en su tipo, ya que conjuga aspectos de etnomusicología, antropología cultural, historia del arte, acústica, psicología de la percepción y ornitología, enfocándose en influencias del biosistema natural en el proceso creativo de ciertos tipos de artes populares desarrollados en Tonalá.
En “ La desaparición de bancos de arcilla y su impacto en la identidad alfarera. El caso de Tonalá, Jalisco” se aborda el problema de la pérdida de los bancos de arcilla, lo que implica una modificación de su arraigo a los lugares que eran tradicionalmente familiares, pues los obliga a adaptarse a espacios ajenos. A través de testimonios orales, el investigador explica que el acelerado crecimiento de la mancha urbana en El Rosario, una de las poblaciones de Tonalá que contaba con los mejores bancos de barro, ha propiciado la desaparición de materiales básicos para la alfarería, lo cual puede llevar a la “pérdida de un factor cultural”, como el barro canelo, lo que afectaría la economía del municipio. La investigación demuestra que se ha transformado el territorio donde los alfareros se surtían de materiales básicos, lo cual necesariamente incide en la modificación de su identidad.
“ La tradición del barro canelo, un legado de la familia Pajarito” plantea como objetivo dar a conocer los procesos de fabricación de la loza elaborada con la técnica conocida como canelo, así como la importancia que tiene esa cerámica por ser generadora de un capital cultural, simbólico y económico para Tonalá. Este trabajo de recuperación de la memoria resguardada por los artesanos de Tonalá es fundamental para preservar una tradición y un oficio que, en palabras de su autor, no debe perderse por motivos o causas ajenas a ellos, como el mercado y la política gubernamental e institucional.
El trabajo hace hincapié en que la política cultural por lo general enfatiza la materialidad (por ejemplo, en el caso de la loza canelo, que forma parte del patrimonio cultural tangible), y deja sin resguardo las manifestaciones no tangibles, como la transmisión del conocimiento de los alfareros. El autor considera imprescindible, pues, que el patrimonio inmaterial sea contemplado de la misma manera que el patrimonio tangible. Esto permitirá, asegura, que los herederos continúen con una tradición que ha dado a Jalisco fama mundial. De lo contrario, veremos un descenso poblacional artesanal, tal como ha sucedido en las últimas dos décadas.
El capítulo dedicado a las leyendas como sustrato de memoria colectiva presenta la compilación de un corpus de historias que reflejan el conjunto de creencias y convenciones culturales compartidas por la comunidad tonalteca. Esas historias están vinculadas con la integridad cultural y la conservación de las estructuras sociales de Tonalá, y pertenecen a la cultura popular, por lo que son transmitidas oralmente; sin embargo, algunas de ellas ya habían sido escritas y presentadas en forma de libro. Tal es el caso de “ Las leyendas de Tonalá: sustrato de memoria colectiva”, de Aurelio Nuño.
Como primer paso, el autor llevó a cabo el análisis filológico de los textos escritos, para seleccionar y establecer los que formarán parte del corpus mencionado. En un segundo momento, dio forma a las historias recogidas en las entrevistas orales; con ellas completó este corpus, que considera como sustrato de memoria literaria compartida.
Ese corpus sienta las bases para posteriores análisis críticos de las formas literarias como representaciones de la actividad antropológico-imaginaria, pues reflejan las visiones del mundo y los referentes sociales de una época dada. El autor considera que en las leyendas se revelan las figuras recurrentes por las cuales una cultura entera se reconoce. Por lo tanto, el estudio de esta transmisión de las tradiciones permite acercanos a los espacios simbólicos en cuyo seno los individuos y las comunidades leen y construyen los ejes de su realidad.
Como colofón, se presenta una selección de crónicas literarias, escritas con un estilo brillante, de uno de los escritores más reconocidos de Tonalá. Son textos a manera de epílogo pues, aunque no son el resultado de un trabajo de investigación, como los demás capítulos, se hace referencia a asuntos relacionados con el tema central de este libro.
Sincretismo religioso y festividades populares: el caso de Las Cruces en Tonalá
JESSICA MARCELLI
El sincretismo entre las festividades prehispánicas relacionadas con los ciclos agrícolas y la herencia cristiana se hace evidente en algunas de las celebraciones religiosas populares en el Nuevo Mundo. La conquista española introduce la religión católica junto a todo un bagaje de comportamientos y formas públicas de celebrar el culto que, junto con las tradiciones indígenas, producen un sincretismo complejo que se desarrolla de manera intensa y variada en las diferentes regiones de México.
Como lo menciona la estudiosa Johanna Broda, es importante resaltar “la capacidad creativa” que han mostrado los pueblos indígenas a partir de la colonización para reelaborar sus creencias, ritos y relaciones sociales y adaptarlas a su entorno ( Broda, 2002).
Un claro ejemplo de reelaboración creativa y sincretismo de cultos lo constituyen las fiestas patronales y las procesiones que se realizan en el territorio americano. La festividad en honor a la Santa Cruz, por ejemplo, ha ido transformándose y adquiriendo nuevos matices en el transcurso de su historia en el contexto de la Europa occidental y enfrentando una mayor adaptación a su llegada a los confines del Nuevo Mundo. Las principales actividades relacionadas con dicha festividad es que no se desarrollan dentro de la iglesia sino en las calles, los cerros, los pozos de agua, los ríos y manantiales, es decir, siempre en relación con la naturaleza y los ciclos naturales agrícolas.
La festividad de Las Cruces, en Tonalá, es una clara muestra de la fusión de los cultos cristianos primitivos, la burocracia hispana heredada y una fuerte tradición ritual que mantiene raíces prehispánicas. A pesar de que dicha fiesta forma parte del culto católico y es introducida por los españoles en su conquista, su desarrollo dista mucho de los cánones de la liturgia oficial. Un rasgo distintivo es que se trata de ceremonias públicas en las que participa todo el pueblo, una religiosidad popular cuya organización estriba en representantes elegidos por el colectivo. Dicha organización se basa en una normativa interna que designa y establece el modus operandi de un grupo de personas y vuelve a la celebración menos espontánea y más arbitraria.
En Tonalá, la fiesta principal es la dedicada a su santo patrono, Santiago. Sin embargo, la devoción a la Santa Cruz se ha mantenido como una forma de religiosidad popular alterna a su veneración principal. Las celebraciones en torno a la Santa Cruz son una viva muestra del sincretismo cultural y religioso de los pueblos prehispánicos y del culto católico.
El origen y las tradiciones de la Santa Cruz
El culto a la Santa Cruz, así como la fecha de su celebración, son introducidas por los españoles al momento de la conquista. Se sigue la larga tradición del calendario cristiano y la leyenda que gira en torno a dicho símbolo. El proceso de formación que acompaña a la reliquia de la Santa Cruz tiene lugar entre los siglos IV y XII, cuando se forma una leyenda compleja, construida al recolectar narraciones apócrifas, textos patrísticos, historiográficos y litúrgicos. Su estudio abarca cultos de reliquias, caminos de peregrinaje, historias de viajeros, de peregrinos y de cruzados; relaciona sacerdotes, caballeros y órdenes mendicantes, así como el mito del árbol de la vida. Su historia literaria es larga y compleja.
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