© Javier María López Rodríguez, 2018
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Diseño de cubierta: Joaquín Gallego
Corrección: Gabriela Torregrosa
Coordinación editorial: Miguel Salas
ISBN: 978-84-16876-47-1
IBIC: AV, AVGC6
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Sumario
Introducción. Multidimensión, acumulación, desintegración, organización, recepción: repensar la contemporaneidad musical
1. Inicio, inicios o, quizá, ninguno
La música se destiñe
Los errores armónicos son los más tolerables
La bella pesadilla
En el interior y alrededor del triángulo
2. La música de entreguerras
Una epifanía musical o los ilimitados límites
La música que surgió de una necesidad
Un laboratorio de condiciones prometedoras
La distinta experiencia musical
En retrospectiva
3. Tras el desastre: vanguardia, utopía y la eterna aventura
Neovanguardia: compositor desconocido erige una escuela
Deshacerse del pegamento o la imprescindible necesidad
La poesía del sonido: «¿conoce usted música que sólo se escucha por altavoces?»
La eterna aventura
Sin poesía tras la barbarie (o tal vez sí)
4. Del fin de la vanguardia al fin de la historia
Existir en diferentes niveles de tiempo y experiencia
Una transparente impenetrabilidad
Lo que nunca sucedió
El timbre como metáfora de la composición
Una rigurosa continuidad contextual
Más allá de sistemas para fines momentáneos
Posmodernidad: ¿el fin de la historia?
5. Después de resquebrajarse por los espacios volcados por la historia: ¿abandonar o estratificar la posmodernidad?
Sumergidos en el rumor
Cazar olas
Primera ola: posespectralismo, microtonalidad
Segunda ola: posminimalismo, totalismo, pulsación
Tercera ola: concrète instrumentale, objetualización del sonido, saturación, silencio, fragmentación
Cuarta ola: tecnología, informática, electrónica, escucha
Quinta ola: ópera, teatro musical, escena
Sexta ola: innovar desde la tradición...
Séptima ola: ...o innovar desde la «otra» tradición
Octava ola: música sobre músicas, cita, reciclaje, palimpsesto
Novena ola: improvisación
Las borrosas barreras
Redescubrir el mundo
Epílogo. Una tarea posible: una exploración sobre nosotros mismos
Lista de obras
Bibliografía
A Sabela
Multidimensión, acumulación, desintegración, organización, recepción: repensar la contemporaneidad musical
«El cosmos no es una máquina perfecta, sino un proceso en vías de desintegración y, al mismo tiempo, de organización», señala el filósofo francés Edgard Morin, el cual así mismo apela al «carácter multidimensional de toda realidad». La música también es un cosmos multidimensional, un cosmos al que el etnomusicólogo Timothy Rice, a la hora de reformular los principios de su disciplina, intenta acercarse a través de la pregunta: «¿Cómo construyen históricamente, mantienen socialmente y experimentan individualmente la música los seres humanos?». En cualquiera de las posibles respuestas que intentemos encontrar, nos topamos con la máquina imperfecta que se desintegra al paso que se reorganiza. La música de los seres humanos del siglo XX es un artefacto sensiblemente multidimensional, desintegrado, reorganizado y, más que nada, complejo.
Sin embargo, la complejidad a la que nos enfrentamos a la hora de abordar la música de la centuria y de sus aledaños cronológicos no atañe simplemente a las enormes y múltiples ramificaciones estilísticas, o a la inusitada presencia de tradiciones de diversa procedencia o relacionadas con el ámbito denominado popular, sean de sello urbano o folclórico, en contraposición, convivencia, complementariedad o negociación con la corriente concertística clásica occidental. Amén de todo su aparato productivo, la forma que adquiere el receptáculo de dicha producción condiciona también nuestra percepción de esa complejidad.
La aparición de la posibilidad de almacenar cualquier sonido, y por ende cualquier música, mediante las diversas técnicas de grabación, desarrolladas principalmente a partir de principios del siglo XX, nos ha conducido hacia lo que cabría denominar una «fonoteca global». La música de la contemporaneidad se desenvuelve a la vez que se abre la puerta a su almacenamiento a gran escala, fenómeno que se expande al pasado, pues todas las ejecuciones de obras históricas pueden ser asimismo registradas, pasando a ser actuales en la medida en que su presencia en el mundo contemporáneo se vuelve activa. Esta «acumulación» de la historia en un puro presente se ejemplifica bien con la corriente de la llamada «música antigua», centrada principalmente en la recuperación de la música de época tanto barroca como anterior. Iniciada por pioneros como Wanda Landowska o Arnold Dolmetsch a principios del siglo, sufrió un fuerte estímulo principalmente después de la Segunda Guerra Mundial. Pero, como señala el oboísta y estudioso Bruce Haynes, no deja de ser un estilo del siglo XX, con todos los condicionantes que ello implica.
Continuando con la idea de recepción compleja, echemos la mirada un poco más atrás. Si efectivamente la integración en un solo discurso de la variedad musical del siglo XX se antoja una tarea complicada, nos podemos interrogar acerca de qué ocurriría si abordásemos los aparentemente más lineales siglos anteriores con las herramientas y con —más importante— el enfoque de los estudios modernos. Observemos el ejemplo de la música alla turca en la Europa del siglo XVIII, que ha estudiado Mary Hunter en su obra general sobre lo exótico en la música occidental. La presencia de las bandas jenízaras del Ejército turco en diferentes cortes europeas actuó como agente de intercambio cultural y provocó un fuerte impacto en la música de la época, creando un característico topos musical alrededor de determinados elementos armónicos, tímbricos, rítmicos o melódicos que influyó de una manera notable en las manifestaciones musicales del periodo.
Así pues, tradiciones musicales de diversa naturaleza han coexistido con la tradición clásica, objeto principal de estudio de la musicología histórica, estableciéndose en más de una ocasión vasos comunicantes entre ellas de carácter multidireccional. En este sentido, si un investigador moderno pudiese viajar en el tiempo con su grabadora o su papel pautado, la narración alrededor de nuestro pasado no es que fuese diametralmente diferente, pero sí por lo menos más rica en términos de producción absoluta. Es por eso que la etnomusicología siempre nos da pistas cuando busca precedentes a su labor en aquellos que se aproximaron a otras culturas con miradas sin prejuicios jerárquicos en cuanto a la superioridad de la tradición occidental. Citemos los casos del fraile franciscano Bernardino de Sahagún en el siglo XVI, con su acercamiento a la cultura azteca, o del francés Guillaume Villoteau, que a principios del siglo XIX se adelantó a su época al aceptar ser alumno de un músico egipcio para poder entender de la mejor manera posible los mecanismos de la música de esa cultura.
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