Maillefer no pudo entonces aprovechar los largos años de preparación del libro de Blain para editar su manuscrito, gracias a las redes jansenistas de la Champaña, particularmente activas en este periodo (Taveneaux, 1960, pp. 161-166, 442, 538, 563). Cuando en 1733 al fin apareció la biografía escrita por Blain, la que se puede llamar la «biografía oficial», no le quedaba sino rumiar su decepción. Eso lo condujo a retomar su primer texto para ponerlo al día haciéndolo preceder de un prefacio donde él podía denunciar al mismo tiempo la mala pasada que le había jugado el
hermano Tomás, el plagio al que se habría entregado el canónigo Blain, su «mal gusto y [su] escaso discernimiento» (Maillefer, 1980, p. 39). Pero esta segunda versión, realizada en 1740, también permaneció como un manuscrito y terminó en las colecciones de la biblioteca municipal de Reims13.
Finalmente vino el canónigo Blain
Era necesario que el instituto dispusiera de una biografía oficial y definitiva capaz de neutralizar toda tentativa de recuperación. ¿Por qué el
hermano Bernardo no perseveró? ¿Su texto no satisfacía al
hermano Timoteo? En 1733 aparecen en Ruan (ed.
Machuel) dos grandes volúmenes bajo el título La vida del señor Juan Bautista de La Salle, institutor de los Hermanos de las Escuelas Cristianas14.
No sabemos con certeza en qué fecha el hermano Timoteo se dirigió al canónigo Blain. Sin duda, la decisión se tomó con mucha rapidez, hacia finales del año 1724: bastaba con constatar que el texto preparado por el hermano Bernardo era insuficiente para contrarrestar el de Maillefer, si este último lograba hacerse editar. ¿Por qué escogió a Blain? La biografía de este último puede a posteriori aclarárnoslo (Lamy, 2014; Fouré, 1959, pp. 35-51). Aunque él era una generación más joven —nació en 1675—, es posible identificar en su itinerario numerosos puntos comunes con Juan Bautista. Como él, pasó por el Seminario de San Sulpicio, del cual conservó un recuerdo emotivo. Conoció a varias personalidades con las cuales Juan Bautista se relacionó en la misma época: los curas de la parroquia de
Bottu de la Barmondière y La Chétardie, y
Francisco Leschassier, quien sería elegido superior de la compañía en 1700 y la dirigió hasta 1725. Doctor de la Sorbona, lo que Juan Bautista habría probablemente sido sin la desaparición prematura de su padre, él permaneció como canónigo hasta el final de su vida, primero en Noyon, luego en Ruan, donde siguió a su obispo, monseñor
D’Aubigné, cuando Juan Bautista, después de haber experimentado la vida de canónigo, de 1666 a 1683, renunció a ella.
No solo su sumisión a la bula Unigenitus fue sin falla, al ejemplo de Juan Bautista, sino que se comprometió en el combate contra los jansenistas, en particular cuando, entre 1714 y 1716, tuvo la misión de sustraer a los seminaristas de San Nicaise de su influencia. La cuestión de las escuelas populares fue una de sus preocupaciones mayores: el Discurso preliminar a su biografía de Juan Bautista es quizás, en más de un centenar de páginas, una de las primeras tentativas para escribir la historia «de los maestros y maestras de las escuelas cristianas y gratuitas».
En Ruan las escuelas y la organización de congregaciones dedicadas a la enseñanza ocuparon una parte de su tiempo. De 1711 a 1735 fue superior de la Comunidad de las Hermanas de Ernemont, congregación diocesana educadora y hospitalaria establecida en 1690 bajo la protección de
monseñor Colbert. Él contribuyó a la redacción de sus reglas, inspirándose en
Nicolás Barré y Juan Bautista de La Salle. Con el modelo lasallista, la comunidad establecida en el barrio Cauchoise en 1712, que obtuvo en 1729 sus letras patentes, sirvió como seminario para la formación de maestras de escuela de la congregación. En la diócesis, Blain fue el promotor de la educación popular y en 1714
D’Aubigné lo nombró superior y protector de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de la ciudad, función que él asumió hasta su muerte en 1751. En síntesis, se estaría casi tentado de ver en Blain lo que Juan Bautista habría podido ser si él no hubiera tomado la sorprendente decisión de renunciar a su prebenda de canónigo. Se adivina también en el canónigo de Ruan una fascinación por su hijo mayor, que supo hacer lo que él mismo no se atrevió.
El antijansenismo de Blain ha podido igualmente intervenir en su opción por el instituto, en un momento en que los hermanos querían distinguirse del «partido» y cuando la monarquía, después del registro de la bula Unigenitus como ley del reino el 29 de marzo de 1730, comenzaba el proceso de sofocación del movimiento. En fin, last but not least, Blain conoció muy bien a Juan Bautista. En su obra extrae de su propia memoria y reporta episodios en los cuales habla de él en tercera persona: evoca a un «canónigo», que presenta siempre como el «amigo del señor de La Salle», o a un «abogado de la inocencia del siervo de Dios» (Blain, 1733, t. II, p. 169).
Blain, con toda evidencia, conocía bien el género literario al cual iba a hacer su contribución: las «biografías espirituales», género estudiado de manera especial por Jacques Le Brun (2013) en relación con las religiosas del siglo XVII. Lo atestigua su observación sobre las fuentes que tenía a su disposición y acerca de su posición con respecto al tema15. Con frecuencia, si no son directamente la obra del confesor o del director, esas biografías se redactan a partir de su testimonio, consignado en memorias escritas. También con mucha frecuencia ellas utilizan textos producidos por la persona biografiada: «informes de sus estados de conciencia, retratos candorosos de sus disposiciones más secretas conservadas por las manos de sus directores o […] papeles encontrados después de su muerte, de su puño y letra y depositarios de sus gracias» (Blain, 1733, t. I, p. 112). Ahora bien, Blain confiesa que ningún documento de esa clase se puso a su disposición para desvelar «el interior» de Juan Bautista:
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