El ethos es distinto de la ética. O más bien, se trata de dos niveles diferentes de una misma instancia. El ethos es “el modo de habitar el mundo” que tiene el hombre, la manera de comportarse frente al mundo, a los demás, a sí mismo y a la historia. Podríamos decir que está formado por todos nuestros hábitos, que nos hacen actuar y reaccionar frente a las cosas, personas y acontecimientos de una manera casi mecánica.
Está siempre a la mano y reluce tanto en la forma como nos aseamos, nos comportamos en la casa, en la calle y en el trabajo, como en la manera en que encaramos los problemas profundos que nos presenta la vida, tales como la muerte y la lucha por grandes ideales, en que se juega todo. Es como “la casa” en la que uno habita.
La ética transcurre en otro nivel, el teórico. Constituye una tematización, profundización y justificación o corrección del ethos en una dirección determinada, la de la acción guiada por las nociones del bien y del mal, que ya se encuentran actuantes en el nivel del ethos sin estar tematizadas, es decir, estructuralmente conceptualizadas. No se puede dar una razón lógica que las justifique. Ello constituye una tarea de la ética. Pero esta no siempre se limita a tematizar y profundizar el ethos , sino que muchas veces le propone correcciones. Puede asumir una posición revolucionaria frente al ethos dominante en una sociedad, pero es porque supone un nuevo ethos .
Rubén Dries filósofo. Actualmente es profesor consulto en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e investigador en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe. Se desempeña como profesor titular en la cátedra de Sociología de la Religión en la misma facultad y como profesor titular en el doctorado en Ciencias Sociales. Sus últimos libros son El movimiento dialéctico. De la Fenomenología del espíritu de Hegel a los Grundrisse de Marx (2019), Hegel. La doctrina de la esencia (2016), Hegelianas. Irradiaciones de la Fenomenología del espíritu (2011), La rosa en la cruz . La filosofía política hegeliana (2009), Hegel y la lógica de la liberación. La dialéctica del sujeto-objeto (2007).
RUBÉN DRI
ETHOS , ÉTICA Y SOCIEDAD
A fines de septiembre de 1974 se produce una caza masiva de los militantes del Peronismo de Base (PB) de Resistencia, Chaco. Habiendo cerrado el Colegio Mayor Universitario, estaba yo alquilando una casa “cerrada” para los militantes del PB, de manera que nadie pudo denunciar mi domicilio cuando eran “apretados” por el ejército.
La noticia recibida de la caída de diversos militantes del PB no me impidió seguir trabajando sobre el texto de Paul Ricœur Finitud y culpabilidad , que me interesaba para la materia Ética que había comenzado a dar en la Universidad. Ya anocheciendo, me acerco a la Facultad de Humanidades y allí me entero de que ya los alumnos me daban por caído en prisión. Aclaro mi situación y me voy a dormir.
A la mañana siguiente, sigo trabajando sobre el texto de Ricœur y al mediodía me dirijo al estudio de Saúl Acuña, el abogado que teníamos como PB. Cuando él me ve llegar, ni siquiera me quiere mirar a los ojos. “Rajá que te andan buscando”, me dice, “la situación es muy jodida”. Me doy vuelta y al salir compro el diario El Norte , donde aparezco en primera plana con el título “Buscado”.
Me vuelvo a mi casa y le pido a mi hermana Teresa que me saque pasaje en el primer colectivo que salga. Con el boleto en la mano y una muda de ropa, me presento en la estación de ómnibus, minutos antes de la salida. Le pregunto a un militante de la Juventud Peronista (JP) que atendía la boletería si había vigilancia en el límite entre el Chaco y Santa Fe. No tenía noticia al respecto.
Tuve suerte. En la frontera no había vigilancia. En el Norte Bis viajé hasta Reconquista. Allí tomé otro colectivo hasta Santa Fe, donde volví a cambiar de ómnibus hasta Buenos Aires. Me dirigí a la casa de mi hermano Gregorio y allí no recuerdo si ese mismo día o al siguiente recibí noticia de Resistencia, en la que se me comunicaba que debía cambiar de “sanatorio”. Comenzaba una nueva etapa en mi vida, aunque todavía no tenía conciencia de ello. De la razia del ejército en Resistencia nos habíamos salvado cuatro. A los quince días, si mal no recuerdo, vino a Buenos Aires el abogado Acuña y me dijo claramente que yo a Resistencia no podía volver.
Supe o, mejor, terminé de saber que era un “prófugo”, que había ingresado en la clandestinidad. Cambiar de nombre, tener otro documento de identidad, cambiar cada tanto de residencia, conseguir trabajo, ubicarme en otro lugar de militancia.
En cuanto a mi profesión de profesor universitario, se rompió la posibilidad que tenía de estar al frente de la cátedra de Ética que finalmente había conseguido y donde estaba dando las primeras clases. En realidad debía despedirme de la posibilidad de estar frente a una cátedra universitaria.
Mientras solucionaba los problemas de papeles de identidad, de trabajo, de militancia; programaba también, en lo posible, la continuidad en mi preparación profesional, es decir, en continuar mis estudios sobre la ética. Hegel, Marx, Max Weber aparecían como prioridades.
Fueron dos años de exilio, de fines de agosto de 1974 a fines de agosto de 1976. Mientras progresaba en mis lecturas, iba poniendo por escrito mis ideas, de las cuales iban a salir dos libros: Los modos del saber y su periodización y Ethos, ética y sociedad , pero, en realidad, solo este año (2019) rebuscando en mis papeles descubro el segundo libro mencionado.
El primer libro, Los modos del saber y su periodización , tuvo una primera elaboración a lo largo de mi clandestinidad (fines de 1974-fines de 1976). Cuando me traslado clandestinamente a México, vía Brasil, el manuscrito quedó en Buenos Aires. Un amigo me lo hizo llegar a México.
Por el momento poco podía hacer con el libro. En la Unidad Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) conseguí acumular las cátedras necesarias para reunir el dinero que significaba una dedicación “tiempo completo”, como se dice en México por “dedicación exclusiva”.
Los primeros meses fueron muy buenos. Los “extranjeros” que trabajábamos como académicos pertenecíamos a la Argentina, Uruguay, Chile. Hubo un cambio de dirección de la facultad, de la que se hizo cargo un profesor chileno. Naturalmente los cargos que yo tenía no habían sido concursados. Al término del cuatrimestre no me renovaron el contrato por las cátedras que tenía, salvo una.
¿Qué había pasado? No lo supe entonces y creo que nunca lo sabré a ciencia cierta, pero varios profesores argentinos y uruguayos fuimos perdiendo el trabajo. El profesor chileno que quedó como decano (creo que ese es el título) me dijo que debía presentar un trabajo para justificar las cátedras que había tenido a mi cargo. Pensé, entonces, en los papeles sobre Los modos del saber y su periodización y me puse a trabajar en el libro, que finalmente presenté.
Entretanto establecí un vínculo con Francisco Piñón, profesor de Filosofía en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Iztapalapa, quien, al conocer mi situación, me habló de la posibilidad de presentarme a un concurso en esa Universidad. Sin más, comencé la preparación para el concurso con el cual entré en esa casa de altos estudios.
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