Enrique Butti - Araca corazón callate un poco
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Araca corazón callate un poco
Enrique Butti
Índice
PORTADILLA
PRIMERA PARTE: El sofá cama de Marzolini
I Mi muñeco
II El loco por la Flaçon
III Marzolini festeja la Pascua
IV Se abre una nueva flor en el valle del Señor
V Nace una señora hecha y derecha
VI ¿Eres tú Nadie también?, pregunta mi Ulises
VII Corta el cordón con la neonata
VIII Hagiografía
IX El hábitat de las mosquitas
X El Palacio Encantado
XI Las chinitas espían detrás del biombo
XII Salta una rata del teléfono
XIII Aparece la cereza del postre
XIV ¿Por qué resulta sensual pellizcar?
XV No hay como un tango; ni siquiera una masita sopada en el té
XVI La comadreja sobre el techo de cinc caliente
XVII Una razón para vivir en ansias
XVIII Los ojos de la diosa blanca
XIX Prohibido contar sueños
SEGUNDA PARTE: Mis papeles
Mis papeles, 1
Mis papeles, 2
Mis papeles, 3
Mis papeles, 4
Mis papeles, 5
APÉNDICE
Los recuperados: “Mis papeles, 4”
Butti, Enrique M.Araca corazón callate un poco / Enrique M. Butti. - 1a ed . - Santa Fe : Palabrava, 2020.Libro digital, EPUB - (Rosa de los vientos / 6)Archivo Digital: onlineISBN 978-987-4156-17-41. Narrativa Argentina. 2. Relaciones de Pareja. 3. Novelas de Aventuras. I. Rosenzwit, Viviana, colab. II. Severin, Patricia, dir. III. Título.CDD A863 |
Araca corazón callate un poco
Enrique Butti
Editorial Palabrava
Diagonal Maturo 786
Santa Fe
editorialpalabrava@yahoo.com.ar
www.editorialpalabrava.blogspot.com
Colección Rosa de los vientos
Directora de colección: Patricia Severín
Coeditora: Viviana Rosenzwit
Diagramación: Álvaro Dorigo y Noelia Mellit
Diseño de Colección y Tapa: Álvaro Dorigo y Noelia Mellit
Santa Fe – www.sugoilab.com
Primera edición en formato digital: enero de 2021
Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto451
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
ISBN edición digital (ePub): 978-987-4156-17-4
Si sabés que su amor es todo tuyo
y no hay motivos para hacerse el loco,
¡araca, corazón, callate un poco!
Alberto Vaccarezza
I
Mi muñeco
Mi amigo del alma se llama Marzolini y es muy especial, podría suspender boquiabierta y babeante a toda una multitudinaria audiencia si condescendiera a contarle con lujo de detalles las ocasiones en que lo abdujeron distintos tipos de extraterrestres, incluida aquélla en que colisionaron venusinos y terceavos de Épsilon por la disputa de la preciada presa. Yo no creo ni dejo de creer, pero me digo que por algo excepcional debo haberlo elegido como motivo de mis desvelos. Además, si a alguien se le ocurriera estudiarme un poco podría detectar algún latido marciano en mi corazón, un mundo deshabitado hasta que él llegó con sus pasos de pato para construir a los picotazos un nido en mi pecho, graznando y saltando todo el tiempo hasta ponerme nerviosa.
Marzolini es especialmente adorable, pero a veces lo encuentro por la calle y no me saluda o al contrario me acosa con una audacia que le desconozco, busca toquetearme y dice guarangadas. Me deja alelada, sin capacidad de reacción, catatónica, demoro días en despertar del todo y otros tantos en perdonarlo. Entonces monto en la bicicleta y voy a tocar el timbre de su casa decidida a tragarme todos los reproches, pero allí me espera una inmaculada sonrisa falsa que me obliga a armarle un escándalo. No se cansa de excusarse con la misma historia apasionante: no era él a quien encontré en la calle; los extraterrestres lo han replicado y están llenando la ciudad y quizás el mundo con sus clones. No le creo, pero a la vez no puedo resistirme a su arrebatado testimonio y termino olvidando todo rencor; en el fondo me enloquece de entusiasmo la sola idea de que el mundo de los hombres estuviese compuesto solo de Marzolinis.
Yo soy menuda y ágil, terrenal y sanguínea; él vive en las nubes, en alfombra voladora, en medio de truenos y granizo. Yo soy encendida, enamoradiza; él es un panal de miel lleno de avispas africanas. Así y todo, la cosa va bien porque mantenemos la debida distancia; un poco la mantiene él y un poco la mantengo yo, siempre cultivándome la esperanza de que un día al mismo tiempo dejemos de mantenerla los dos.
Lo conocí en la calle. Había un grupo de gente reunida y me acerqué a mirar. El que sería Marzolini estaba tendido junto al cordón de la vereda, pero ya quería levantarse y decía que no pasaba nada, que ya se encontraba bien. Se puso de pie y dio unos pasos, colorado de vergüenza, disculpándose, agradeciendo. El grupo de curiosos se desperdigó y yo con ellos. Me acerqué al quiosco para comprar mi ración diaria de maní con chocolate. Estaba pagando cuando el quiosquero dice:
—Pero mire que lo podrían haber matado, ¿seguro que está bien?
Me doy vuelta y el que sería Marzolini me sonríe y farfulla algo con la cabeza gacha. Cuando estoy por irme me pregunta si le puedo hacer un favor. Medio le gesticulé que sí y medio que no, pero le pregunté qué quería.
—¿Me puede convidar con un café porque acaban de arrebatarme el portafolios?
Saqué un billete y se lo quise dar. Dijo que no, que juraba que me devolvería el dinero pero lo que quería era que yo pagara dos cafés. Y como le hice un gesto feo:
—Si no tiene tiempo ahora, dígame y ya no va a tener que prestarme para que la convide.
Me lo dijo tan bien que no pude darle vuelta la cara. Le contesté que no, gracias y le tendí el billete otra vez, que si necesitaba tomar un café en ese momento con gusto le daba el dinero. Con una condición, me dijo. Y bueno, empezó a hablar y desde entonces me contento con estar pendiente de esos labios que algunas noches me sorben como él dice que lo chupan los alienígenos, me succionan, me levitan y me dejan caer sobre los copos de algodón de su sofá cama, y allí tendida cómodamente lo escucho y lo escucho hasta dormirme arrullada por sus historias sin fin.
Marzolini cumple con todos mis ideales amorosos. Físicamente es un muñeco. A veces es tan buenito, tan sumiso y desprotegido, que se reduce, se achica, se achica y cuando se deja la barba parece un enanito de jardín, y a veces es tan masculino, tan severo, tan pavoroso, que se agranda y agranda hasta ser un ogro que podría devorarme de un bocado. Pero antes o después comienza a hablar y con esa lengua que tenemos todos empieza a decir lo que nadie sabe decir de esa manera, con esa voz, con los brazos aleteando.
II
El loco por la Flaçon
He escrito las anteriores líneas queriendo, como era de presumir, remedar los inicios de las historias de Marzolini. Él empieza así, hablando en primera persona y resumiendo la situación, exagerándola si es necesario como yo estoy exagerando mi arrobamiento, y una situación que a menudo es banal, banalísima, qué sé yo, a ver si me acuerdo, por ejemplo, voy a su casa, me atiende agitándose en una bata oriental, me hace pasar ofuscado, contesta sí y no, termina de cocinar los hinojos en milanesa saltados con ajo, y de golpe cuando acabamos de cenar y enciende su único cigarrillo diario cuenta que en el trabajo se le apareció un desconocido y le dijo con vocecita plañidera que lo disculpara, que necesitaba pedirle un favor muy importante y que no dudase de que lo movían las mejores intenciones.
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